SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
Adoración de los Reyes. Cornelis de Vos.
Adoración de
los Reyes. Cornelis de Vos. Hacia 1630. Óleo sobre lienzo. 245 x 326 cm. Museo
de Bellas Artes. Sevilla
La primera representación que se conoce de los Reyes Magos se encuentra en la capilla griega de la catacumba de Priscila de Roma, cuyos frescos
están datados entre la segunda mitad del siglo II y la segunda del siglo
siguiente. Está situado sobre el arco que da paso al cubículo destinado a
acoger los sarcófagos de la familia de los Acilios.
En el Museo de Bellas Artes de Sevilla, esta gran obra que
presentamos ocupa un testero completo de la sala IX, y durante muchos años fue
atribuida al granadino Pedro de Moya, hasta que Matías Díaz Padrón la asignó a Cornelis de Vos, en el catálogo de la exposición del centenario de Rubens en
Madrid en 1977.
La composición está basada en el grabado de
Lucas Vorstermann, según el original de Rubens, del Museo de Bellas Artes de
Lyon.
Adoración de
los Reyes. Cornelis de Vos. Hacia 1630. Óleo sobre lienzo. 245 x 326 cm. Museo
de Bellas Artes. Sevilla
No se representa un humilde portal sino que la Sagrada Familia recibe a los Reyes Magos en el pórtico de un viejo edificio de traza clásica.
Melchor está arrodillado y descubierto, mientras que Gaspar
y Baltasar se sitúan en posición de pie.
El Evangelio de Mateo es la única fuente
bíblica que menciona a unos magos (sin especificar los nombres, el número, ni el
título de reyes), que tras seguir a una estrella, buscaban al “rey de los judíos”
que ha nacido en Jerusalén:
“Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron
del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: “¿Dónde está el rey de los judíos
que acaba de nacer?”. (Mt 2:1-2). “Y al
entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo
adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”
(Mt 2: 11).
La palabra “mago” proviene del persa que significa “sacerdote”. Llegó al griego refiriéndose a una casta de sacerdotes persas o babilonios que buscaban las estrellas en su deseo de buscar a Dios. Del griego pasó al latín como “magus” de donde llegó al español como “mago”. El término “mago” se utiliza para referirse a “hombres sabios” u “hombres de ciencia” y conocedores de las Escrituras, que desde antiguo se asociaban al “mazdeísmo” (ver).
En cuanto al número, en las iglesias Sirias o de Armenia eran doce, por alusión a las doce tribus de Israel. Posteriormente, se fijaría el número de tres por el oro, incienso y mirra (el poder, la divinidad y el perfume de la muerte), los dones presentados a la Sagrada Familia y porque también eran tres los continentes (África, Asia y Europa) conocidos en la antigüedad, poblados por los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, y por que tres eran las edades de la vida. A finales del siglo XV, el rey Baltazar aparece con la tez negra y los tres reyes, además de representar las edades, representan las tres razas conocidas hasta la Edad Media, de tal modo que Melchor encarnará a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltazar a los africanos. Ello también se relaciona con los animales, Melchor el caballo, Gaspar el camello y Baltazar el elefante.
Con respecto a los nombres de Melchor, Gaspar y
Baltazar, las primeras referencias son del siglo V, en la “Excerpta latina” en
la que son llamados Melichior, Gastaspa y Bithisarea y en el Evangelio Apócrifo
“Evangelio Armenio de la Infancia” donde se les llama Baltazar (rey de los
árabes), Melkon (rey de los persas) y Gaspar (rey de los indios).
La iglesia de San Apolinar Nuova de Rávena
(Italia) presenta un friso decorado con mosaicos de mediados del siglo VI, que
representa la procesión de las Vírgenes conducida por tres personajes vestidos
a la moda persa, tocados con un gorro frígido, y en actitud de realizar una
ofrenda a la Virgen. Sobre la cabeza de estos personajes se
pueden leer los nombres de Gaspar, Melchior y Balthassar, de derecha a
izquierda.
Detalle
del mosaico de San Apolinar Nuevo
En cuanto a su origen, se habla de Oriente que puede referirse a la región de Babilonia, por lo que, para algunos autores, los magos podrían corresponder a los “Doctores Babilónicos de la Tradición Oral”, pero para otros autores el extremo oriente incluía todo el mundo hasta entonces conocido, y cuyo límite occidental era Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.
Una leyenda medieval refiere que, después de la resurrección de
Jesús, el apóstol Tomás los halló en el reino de Saba y los
bautizó y los consagró obispos. Después fueron
martirizados en el año 70 y depositados en el mismo sarcófago. Santa Elena
halló tres cuerpos coronados, y consideró que se trataría de los Reyes Magos,
por lo que los trasladó a Constantinopla en el siglo IV. Posteriormente,
Federico I Barbarroja, en el siglo XII, los trasladó a Colonia donde
son venerados en un relicario bizantino de la catedral de esta ciudad.
El gran simbolismo de esta obra, que presentamos, reside en la actitud de Melchor que arrodillado besa los pies de Jesús, como signo de humildad y reverencia, junto a Gaspar y
Baltasar, que contemplan absortos la ceremonia.
El origen de la costumbre de besar los pies
procede de Oriente y en el Imperio Aqueménida era la forma de venerar al
Emperador de los Persas.
Tras la invasión de Alejandro Magno (331
a. C), los griegos traen esta costumbre a Occidente, consolidándose en el
Imperio Romano como forma de veneración al Emperador.
Esta costumbre se mantuvo en el Imperio
Romano de Oriente o Bizantino hasta su caída en 1453.
Esta forma de mostrar respeto se daba
igualmente en la Edad Media, pues los vasallos juraban fidelidad a los
nobles.
En el Occidente Medieval, el Papa Constantino
I introdujo esta costumbre en el ceremonial pontificio en el año 709, para
jurar obediencia al Papa, pero esta costumbre fue abolida por San Juan XXIII en
los años 50 del siglo XX.
Así, en la época de Jesús era una tarea que
se consideraba humillante y que solo la realizaban los esclavos o los
sirvientes y Cristo la convirtió en una señal de humildad cuando, en la última
Cena, besó los pies de los Apóstoles, luego de lavárselos.
El Beato Papa Pablo VI, el 14 de septiembre
de 1975, recibió al Patriarca Melitón de Calcedonia, en representación de toda
la Ortodoxia, y tras abrazarlo se arrodilló y le besó los pies en señal de
humildad y reverencia para toda la Iglesia Ortodoxa.