lunes, 4 de diciembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Crucifixión.

El suplicio de la cruz es de origen oriental y los, griegos, egipcios y romanos lo recibieron de los fenicios, persas, asirios y caldeos.

Si bien Alejandro Magno heredó tal práctica de los persas, quienes la emplearon sistemáticamente en el siglo VI a.C., se cree que fueron los fenicios los que la introdujeron en la capital del imperio itálico tres siglos después.

Otros académicos postulan que fueron los cartagineses los referentes que inspiraron a los romanos en este modo de ajusticiamiento, creencia compartida con Gualdi y el resto de investigadores, quienes consideran que los romanos la usaron durante casi un milenio hasta que el emperador Constantino la prohibió en el siglo IV d.C.

Constituye la forma de muertes más inhumana, suplicio infamante (servile suppliciun), por lo que el imperio romano la reservaba para los peores criminales, los esclavos, los extranjeros, los prisioneros de guerra, los enemigos del Imperio.

De aquí, la reticencia de Poncio Pilato a condenar a Jesús, sobre todo porque tenía que hacerlo bajo la ley imperial, cuando Jesús era judío sin ciudadanía romana, y porque los judíos no tenían potestad jurídica para aplicar la pena de muerte.

Tras la flagelación, Jesús tuvo que caminar un poco más de medio kilómetro (entre 600 a 650 metros) para llegar al lugar del suplicio, cuyo nombre en arameo es Golgotha, equivalente en hebreo a Gulgolet que significa “lugar de la calavera”, ya que era una protuberancia rocosa, que tenía cierta semejanza con un cráneo humano, hoy se llama Calvario por la traducción latina.

Los esclavos crucificados. Lugar de ejecución en la antigua Roma. Bronnikov, Fyodor. 1878. Óleo sobre tabla.  Galería Tretiakov. Moscú

"Y le condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir: "Lugar de la Calavera". Le dieron vino con mirra, pero Él no lo tomó. Y lo crucificaron, y repartieron sus ropas, echando a suertes sobre ellas para ver qué se llevaría cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. (Mc 15: 22-25).

Así, llegado al lugar de la crucifixión, el reo era desatado del patibulum y a Jesús le arrancaron la túnica que tenía pegada al cuerpo, por lo que todas sus heridas se volvieron a abrir y sangrar, con el dolor consiguiente.


Y como era costumbre sería crucificado desnudo, como burla y porque a su muerte los reos eran arrojados a una fosa común.

Ninguno de los cuatro evangelios canónicos cuenta cómo transcurrió la Crucifixión, por lo que la Tradición puede tener un valor para conocer la Historia Sagrada.

Normalmente la crucifixión era realizada por un grupo experimentado de cinco personas, un centurión (exactor mortis) a cargo de cuatro soldados (el quaternio).

Para clavarle las manos, el reo era tendido de espalda, en decúbito supino (boca arriba), con los brazos y las manos extendidas, haciendo coincidir el dorso de las manos con los extremos del patibulum.

Los clavos utilizados eran los llamados “clavitrales”, de sesenta gramos de peso, empleados en la construcción. Eran de forma piramidal, con esquinas dentadas o rugosas y de cabeza cupular o acampanada, lo cual aseguraba la fijación al madero, al ensancharse los orificios de las manos y los pies por el peso del crucificado. Al tener un centímetro de diámetro, y entre 13 y 18 centímetros de longitud, le permitía sobresalir por detrás de la cruz, como aseguraba en su día la beata agustina Ana Catalina Emmerick.

La Biblia contempla la fijación en las palmas de las manos, como vemos en este cuadro de Campi Vicenzo, que además está representado con la cruz completa, no solo el patibulum.

Cristo clavado en la Cruz. Campi, Vincenzo. 1577. Óleo sobre lienzo. 2120 x 141 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)

Detalle del enclavamiento de la mano derecha

Una vez que el cuerpo era fijado al “patibulum”, este era izado, con ayuda de cuerdas o escaleras, hasta encajar en el “stipes” o madero vertical, que estaba ya plantado de antemano. 

Elevación del patibulum para fijarlo al estipe

Aunque en nuestras manifestaciones artística es la cruz completa la que es izada, como vemos a Rubens.


Finalmente, los pies eran clavando al estipe, igualmente, con un clavo de hierro, a través del primero o segundo espacio intermetatarsiano.

Una cuestión controvertida y discutible es la utilización de un solo clavo o un clavo para cada pie.

San Cipriano que, más de una vez había presenciado crucifixiones, habla en plural de los clavos que traspasaban los pies. San Ambrosio, San Agustín y otros mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar a Jesús.

Igualmente, en nuestras representaciones pictóricas se contemplan las dos opciones.

Como vemos entre Murillo y Juan Lievens


El stipes poseía a veces un saliente a la altura de las nalgas para que el reo pudiese sentarse o apoyarse en él, se denomina “sedile o corne”, y permitía tener un punto de apoyo para mejorar la respiración, y otro saliente de madera bajo los pies, que se denomina “subpedale”, como podemos apreciar en el "Cristo Crucificado" de Goya. 


Sedile


Subpedale

Una vez crucificado, para poder respirar (y mantener su nivel de 02 en sangre en niveles bióticos) tiene que pasar de la espiración a la inspiración mecánicamente, 20 o 30 veces por minuto.

En la espiración, el cuerpo se relaja y se apoya en los pies. Se flexionan las rodillas y se apoyan los glúteos en el stipe. El cuerpo se desplaza hacia abajo, y queda colgado de los brazos, con un ángulo de 65º con respecto a la horizontal. El plexo braquial y el paquete vascular se estiran, lo que provoca más dolor. 


Esquema de Plexo Braquial

En esa postura, las manos soportan el peso del cuerpo, aunque éste descarga parte del peso en los pies. Los clavos desgarran los tejidos, aumenta la elongación de los nervios implicados y la sensación dolorosa. La cabeza cae, en flexión.


Momento de la espiración. Los brazos colgando en ángulo de 65º dejando suspender de las manos, la cabeza en flexión, las nalgas apoyadas en el “stipe”, las rodillas en flexión y de nuevo apoyo en los pies clavados en la cruz. 


Para realizar la inspiración, el reo tiene que apoyarse en los pies, extender las rodillas y separar las nalgas del "stipe" para subir el cuerpo, girando las manos sobre los clavos y extendiendo la cabeza hasta tocar el madero. 

En el momento de la inspiración, además, tiene que inclinarse hacia el lado derecho, flexionar el codo 90º y tirar desde la mano derecha con el antebrazo casi verticalmente, para mejorar la capacidad de palanca del brazo y el volumen del hemitórax derecho. 

De esta manera, los regueros de sangre del antebrazo derecho, procedentes de la mano, recorrerán toda su longitud, mientras que los del brazo izquierdo serán menores, porque ese antebrazo estará casi horizontal respecto al suelo, y la sangre caerá directamente, sin tener recorrido longitudinal.

Postura de inspiración. El brazo derecho en flexión a nivel del codo para poder hacer más fuerza y elevarse en la cruz, la cabeza en extensión, rozando la nuca con el “stipe”, contacto mayor de la columna dorsal, aumento de la ensilladura lumbar, separación de las nalgas del “stipe”, rodillas más extendidas y apoyo en ambos pies.

 

Este ascenso y descenso en la cruz para poder respirar significa que se hace continuamente un giro, tanto de las manos como de los pies, entorno a los clavos, con el consiguiente dolor.

Dibujo comparativo de las posturas del crucificado en inspiración y espiración, mostrando la rotación de las manos sobre el clavo. En el lado derecho, al estar el antebrazo en posición vertical, la sangre de la mano discurre por dicho antebrazo.


Pero, cuando se quería terminar con la vida del reo, se procedía a romper los huesos de las piernas (“Crurifragium”), con lo que, al no poder apoyarse en el sedile o en los clavos de los pies, no podía realizar los movimientos respiratorios.  

Esta maniobra se ejecutaba golpeando fuertemente el muslo (Femur) o la pierna (Tibia) del reo con un "crurifragium", que era un mazo metálico con una cabeza que pesaba entre uno y seis kilogramos.

Realización del "crurifragium"

Así, las piernas de los ladrones fueron fracturadas, pero al observar que Jesús ya estaba muerto, renunciaron al "crucifragium", y uno de los soldados le traspaso el pecho con una lanza, con lo que se cumplían las profecías de las Escrituras: “No será quebrado hueso suyo (Éxo 12:46) “Miraran al que traspasaron” (Zac 12:10).

Según el Evangelio Apócrifo de Nicodemo 10:5 (conocido como “Actas de Pilato”), este soldado se llamaba Longinos, que en arameo y en griego significa "lancero".

“Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del cual salió sangre y agua” (Jn 19:34).  

El escritor y astrólogo alemán Luis de Whol, en su novela “La Lanza” identifica al soldado como Cayo Casio Longinos. 

Pero, no se determina si la lanzada la realizó estando de pie o montado a caballo.

Jesús es atravesado en un costado por la lanza de un soldado romano.  Fray Angélico (1346-1440). Fresco. Monasterio del convento Dominico de San Marcos. Florencia. (ver)


La lanza romana, o "pilum", tenía de unos dos metros de largo, estaba formada por un largo eje de hierro, de unos 60 centímetros, con punta piramidal y cola plana. El eje de hierro se encajaba por su cola en una ranura del mango, de 120 cm., que era de madera y se sujeta con tres remaches.

Tipo de lanzas romanas


La lanzada la propinó Longinos en el hemitórax derecho del crucificado. Un golpe típico de legionario romano, pues el enemigo solía protegerse el lado izquierdo con el escudo.

Longinos sufría una infección en los ojos que lo había hecho "bizco", pero de la herida de Jesús, empezó a manar sangre y agua que salpicaron el rostro de Longinos, que inmediatamente dejó de ser "bizco".  Se convirtió al cristianismo, murió mártir, fue hecho santo, su cuerpo se encuentra, enterrado en la iglesia de San Agustín de Roma y en la Basílica de San Pedro se levantó una estatua de Bernini.


El doctor Barbet, en sus estudios, nos indica que: "La lanza del soldado se deslizó por encima de la sexta costilla, atravesó el quinto espacio intercostal y encontró en su ruta primero la pleura, y luego el pulmón derecho. Si el soldado hubiera impulsado su lanza en dirección casi vertical, se habría hundido en los pulmones, habría desgarrado unas cuantas venas y habría brotado, solo sangre, no un chorro de sangre y agua. No cabe duda que el golpe de lanza fue dado en dirección casi horizontal. La cruz no podía estar muy alta, o tal vez el lancero blandió la lanza en alto o descargó el golpe a caballo. La punta, pues, penetró por el pulmón derecho y alcanzó el corazón, envuelto en el pericardio, atravesando dicho pericardio y la aurícula derecha. Y esta aurícula, que conecta hacia arriba con la vena cava inferior, se halla siempre llena de sangre líquida en cadáveres recientes, pues la parada del corazón es siempre en diástoles (expansión). Si, en cambio, la lanza se hubiese dirigido más hacia la izquierda, habría desgarrado los ventrículos que, en los cadáveres, están vacíos de sangre".

Esquema de la lanzada penetrando en aurícula derecha

Así, puede explicarse la salida de sangre y agua que refiere el evangelista: “Al atravesar el costado, la lanza llegó hasta la aurícula derecha, donde había aún sangre líquida, porque es allí donde permanece por algunas horas en los cadáveres recientes. Al abrir la lanza la aurícula y aun cuando el corazón tuviera presión cero, por estar parado, la sangre brotó con fuerza debido a la gravedad, por la posición colgada del cuerpo. Primero, la sangre debió brotar empleando como guía el hierro de la lanza, pero inmediatamente después el pulmón se retrajo, exprimiendo el líquido del edema, y el espacio pleural se vació, empujando la sangre.

Finalmente, "Cuando hubo tomado el vinagre, Jesús dijo: "Está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu" (Jn 19: 30). 

Así, Jesús murió cerca de las tres de tarde del día 14 del mes de Nisán. 


La Sábana Santa vuelve a tener aquí ese significado de "Quinto Evangelio", ya que podemos encontrar en ella todas las lesiones provocadas durante el proceso de la crucifixión.

Imagen de la Sabana Santa donde se señalan las distintas áreas


Óleo de Francisco Trigueros

Manos. Podemos observar las manos cruzadas y uno de los brazos horadados, pues el otro brazo está medio oculto debajo del primero, a nivel de la muñeca.

De estas manchas se puede deducir que al hombre de la Síndone le colocaron los clavos a través del carpo. 


Positivo de la Sabana Santa señalando el área de las manos

Detalle del negativo frontal de la Síndone, en la zona de las manos con la herida del clavo, comparado con el óleo de Francisco Trigueros realizado a partir de ese negativo.


Hay cuatro hipótesis sobre la situación de los clavos en las manos:

Según el doctor Pierre Barbet, el clavo entraría por el teórico espacio de Destot, entre los huesos semilunar, piramidal, ganchoso y grande.

Para el doctor Frederick Zugibe, el calvo penetró entre el segundo metacarpiano, y los huesos trapecio y grande, atravesando el ligamento anular del carpo y lesionando el nervio mediano.

El doctor Lagraña y colaboradores plantea la opción de penetración entre los huesos escafoides, semilunar y grande, atravesando igualmente el ligamento anular del carpo, debajo del cual se encuentra el nervio mediano, tanto su tronco como su rama motora y el inicio de las ramas sensitivas.

También existe la posibilidad de que el clavo penetrara por la muñeca, entre cubito y radio, que sería un punto de anclaje más sólido, con lesión del nervio mediano y evitando la fractura ósea, cumpliendo las profecías de las Escrituras: “No será quebrado hueso suyo (Éxo 12:46) “Miraran al que traspasaron” (Zac 12:10).

Esquema y radiografía de la muñeca


Esquema mostrando las estructuras anatómicas de la muñeca

Observando atentamente la impronta de las manos en la Síndone, vemos que la mano izquierda está apoyada, como "agarrada", a la muñeca derecha, y que solamente puede reconocerse que el pulgar está "escondido" detrás.

Si el nervio mediano o la rama nerviosa que realiza la oposición del dedo pulgar hubieran quedado paralizados, éste no se opondría al resto de los dedos, simplemente dejaría de funcionar y la mano, pasivamente, adoptaría naturalmente esta postura.

Pero la lesión del mediano no es solo motora sino también sensitiva, por lo que provoca gran dolor en los dedos, pero sobre todo en la zona tenar de la palma de la mano, donde nace el pulgar.

Además, las zonas donde se produjeron aquellas heridas de clavo están muy vascularizadas, por lo que la hemorragia es profusa. 

Esquema arterio-venoso de muñeca y mano

¿A qué se debería, por tanto, la situación de los clavos en las obras de arte, reflejadas en las palmas de las manos? sin duda, siguiendo las palabras inspiradas por el rey-profeta David: “Han taladrado mis manos”. En las lenguas semíticas (como el arameo) no existe un término que designe la muñeca. En hebreo, la muñeca se engloba en la palabra “Yad” (mano). El griego posee el sustantivo “Karpos” y “Jeir” para la mano. La traducción de Yad por Jeir ha dado pie al error de toda la iconografía cristiana sobre la crucifixión.

Costado. La herida del costado tiene una forma elíptica del mismo diámetro que una lanza romana: 4.5 cm x 1.5 cm. En las manchas de sangre del costado de la Síndone se distinguen muy bien los bordes de la herida, que se aprecian abiertos, sin retractilidad, indicando que fue realizada en un cuerpo sin vida.

Reproducción en el cadáver de la herida del costado. No hay retracción de los bordes (Juan Delgado Roig)

La herida está parcialmente oculta por una gran cantidad de sangre, pero los investigadores del equipo norteamericano STURP exploraron la Síndone en 1978, lo que les permitió determinar que aquella mide 4,5 centímetros de longitud y 1,5 cm de anchura.

En fotografías de ultravioleta se pudo comprobar, por su emisión fluorescente, que la herida fue posterior a la muerte, porque las células sanguíneas, hematíes sobre todo, estaban "separadas" del suero. La mancha abarca desde el quinto espacio intercostal, unos seis centímetros hacia arriba y 15 centímetros al menos hacia abajo, aunque parte de la mancha se perdió en el incendio de 1532, y quedaría hoy bajo las quemaduras triangulares que hay en su frontera lateral.

Mancha de sangre en el costado derecho. La mancha esta, en parte, tapada por la quemadura triangular del incendio de Chambery

Detalle de la mancha de sangre llamada "cinturón lumbar" en la Síndone, en relación con el sangrado de la herida del costado

El prof. Miñarro, imaginero y especialista en la Sabana Santa  sugiere que la lanza atravesó el cuerpo por existir una mancha de sangre en la espalda, en relación con una pequeña herida paralela a la del pecho, con lo que se cumpliría las escrituras “Miraran al que traspasaron” (Zacarías 12:10).

Detalle de la hipótesis del Prof. Miñarro de la existencia de un orificio de salida de la lanza por la espalda, en el cuerpo yacente del Museo de la Pasión de cabra (Prof. José Manuel Miñarro)


Pies. En la Sabana no hay signos de la existencia de "Sedile" ni "Subpedaneo", por lo que los pies fueron fijados directamente sobre el palo vertical o "stipe".

El pie derecho ha marcado sobre la Síndone su huella completa, mientras que del izquierdo sólo se marca el talón y la parte central, y los dedos no aparecen. Esto nos indica que el pie izquierdo estuvo clavado sobre el derecho, de tal modo que al hombre de la Síndone le clavaron los pies directamente sobre el stipes, el izquierdo cruzado sobre el derecho, con un solo clavo, como nos muestra Francisco Trigueros en este óleo.

Fotografía de la zona correspondiente a los pies de la Síndone.  Detalle del negativo frontal y dorsal de la Síndone donde son visibles las manchas de sangre en la planta de ambos pies, mucho más abundantes en la planta derecha. Óleo de Francisco Trigueros a partir del negativo de la Síndone


Podemos suponer, que sobre el pie derecho, sujeto por las manos de un soldado, le colocaron el izquierdo. Las piernas están paralelas, y para que coincida un pie sobre el otro por delante del tobillo, tienen que rotar el derecho hacia dentro suavemente. De esa manera el clavo puede atravesar los dos pies a la vez.

Pero, para colocar la planta del pie paralela al stipe es necesario poner el pie “de puntilla” (en equino), lo que exige la flexión de la rodilla, especialmente la izquierda, y precisamente en la Síndone se observa claramente el hecho de que, estando ambas rodillas en flexo discreto, éste es mayor en la rodilla izquierda, al estar el pie sobre el derecho. Por ello aparece en la Síndone la pierna izquierda algo más corta que la derecha.

El clavitral debió entrar primero por el pie izquierdo, en el espacio que existe entre el segundo y tercer hueso metatarsiano, muy cerca de la articulación de Lisfranc (tarso-metatarsiana). Su punta salió por la planta y, en el pie derecho, dada la postura, lógicamente debió atravesar el primer espacio inter-metatarsiano, que se encuentra debajo, aunque en posición más distal, hacia la punta del pie.

Esquema y radiografía de la posible introducción de los calvos por el espacio intermetatarsiano


En ambos pies las heridas interesaron los vasos superficial y profundo del arco plantar o cualquiera de sus ramas terminales, de igual forma, fueron afectados los nervios sensitivos de las últimas ramas de los nervios ciáticos poplíteos, externo e interno.

Esquema arterial y venoso del pie

Genéricamente, hasta hace poco era comúnmente aceptado en Sindonología que la muerte de Jesús la provocó la asfixia que sufrió en la cruz, sobre todo por el fallo de la mecánica respiratoria, a causa de la postura. Esta teoría fue postulada por el doctor Pierre Barbet en 1932.

El doctor Frederick Zugibe ha practicado experimentos en sujetos de 20 a 35 años, a los cuales "crucificó" (suspendió de una cruz), para que se mantuvieran en la postura en que Cristo murió, durante 5 a 45 minutos.

Experimentos del doctor Zugibe con voluntarios jóvenes, de edad entre los 20 y 35 años, para conocer los efectos de la crucifixión (ensayada de forma incruenta)


Para Zugibe, Jesús murió de un shock traumático irreversible fundamentalmente hipovolémico, es decir, a consecuencia de la pérdida masiva y continuada de sangre, sobre una insuficiencia respiratoria provocada por su postura en la cruz y un hemotórax derecho de entidad importante, junto a una insuficiencia renal y un gran trastorno metabólico. Esto es, la muerte de Jesús se debió a un "fallo multi-órgano".