EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Crucifixión.
El suplicio de la cruz es de origen oriental y los, griegos, egipcios y
romanos lo recibieron de los fenicios, persas, asirios y caldeos.
Si bien Alejandro Magno heredó tal práctica de los persas, quienes la
emplearon sistemáticamente en el siglo VI a.C., se cree que fueron los fenicios
los que la introdujeron en la capital del imperio itálico tres siglos después.
Otros académicos postulan que fueron los cartagineses los
referentes que inspiraron a los romanos en este modo de ajusticiamiento,
creencia compartida con Gualdi y el resto de investigadores, quienes consideran
que los romanos la usaron durante casi un milenio hasta que el emperador
Constantino la prohibió en el siglo IV d.C.
Constituye la forma de muertes más inhumana, suplicio infamante (servile
suppliciun), por lo que el imperio romano la reservaba para los peores
criminales, los esclavos, los extranjeros, los prisioneros de guerra, los enemigos
del Imperio.
De
aquí, la reticencia de Poncio Pilato a condenar a Jesús, sobre todo porque
tenía que hacerlo bajo la ley imperial, cuando Jesús era judío sin ciudadanía
romana, y porque los judíos no tenían potestad jurídica para aplicar la pena de
muerte.
Tras la flagelación, Jesús tuvo que caminar un poco más de medio kilómetro (entre 600 a 650 metros) para llegar al lugar del suplicio, cuyo nombre en arameo es Golgotha, equivalente en hebreo a Gulgolet que significa “lugar de la calavera”, ya que era una protuberancia rocosa, que tenía cierta semejanza con un cráneo humano, hoy se llama Calvario por la traducción latina.
"Y le condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir: "Lugar
de la Calavera". Le dieron vino con mirra, pero Él no lo tomó. Y lo
crucificaron, y repartieron sus ropas, echando a suertes sobre ellas para ver
qué se llevaría cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
(Mc 15: 22-25).
Así, llegado al lugar de la crucifixión, el reo era
desatado del patibulum y a Jesús le arrancaron la túnica que tenía
pegada al cuerpo, por lo que todas sus heridas se volvieron a abrir y sangrar, con el dolor consiguiente.
Y como era costumbre sería crucificado desnudo, como burla y porque a su
muerte los reos eran arrojados a una fosa común.
Ninguno
de los cuatro evangelios canónicos cuenta cómo transcurrió la Crucifixión, por
lo que la Tradición puede tener un valor para conocer la Historia Sagrada.
Normalmente
la crucifixión era realizada por un grupo experimentado de cinco personas, un
centurión (exactor mortis) a cargo de cuatro soldados (el quaternio).
Para clavarle las manos, el reo era tendido de espalda,
en decúbito supino (boca arriba), con los brazos y las manos extendidas, haciendo
coincidir el dorso de las manos con los extremos del patibulum.
Los clavos utilizados eran los llamados “clavitrales”, de sesenta gramos de peso, empleados en la
construcción. Eran de forma piramidal, con
esquinas dentadas o rugosas y de cabeza cupular o acampanada, lo cual aseguraba
la fijación al madero, al ensancharse los orificios de las manos y los pies por
el peso del crucificado. Al tener un centímetro de diámetro, y entre 13
y 18 centímetros de longitud, le permitía
sobresalir por detrás de la cruz, como aseguraba en su día la beata
agustina Ana Catalina Emmerick.
La Biblia contempla la fijación en las palmas de las manos, como
vemos en este cuadro de Campi Vicenzo, que además está representado con
la cruz completa, no solo el patibulum.
Una vez que el cuerpo era fijado al “patibulum”, este era izado, con ayuda de cuerdas o escaleras, hasta encajar en el “stipes” o madero vertical, que estaba ya plantado de antemano.
Aunque en nuestras manifestaciones artística es la cruz completa la que es izada, como vemos a Rubens.
Finalmente, los pies eran
clavando al estipe, igualmente, con un clavo de hierro, a través del primero o segundo
espacio intermetatarsiano.
Una cuestión controvertida y discutible es la utilización de un solo clavo
o un clavo para cada pie.
San Cipriano que, más de una vez había presenciado crucifixiones, habla en
plural de los clavos que traspasaban los pies. San Ambrosio, San Agustín y
otros mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar
a Jesús.
Igualmente, en nuestras representaciones pictóricas se contemplan las dos
opciones.
Como vemos entre Murillo y Juan Lievens
El stipes poseía a veces un
saliente a la altura de las nalgas para que el reo pudiese sentarse o apoyarse
en él, se denomina “sedile o corne”, y permitía tener un punto de apoyo para
mejorar la respiración, y otro saliente de madera bajo los pies, que se
denomina “subpedale”, como podemos apreciar en el "Cristo Crucificado" de Goya.
Una
vez crucificado, para poder respirar (y mantener su nivel de 02 en sangre en
niveles bióticos) tiene que pasar de la espiración a la inspiración
mecánicamente, 20 o 30 veces por minuto.
En
la espiración, el cuerpo se relaja y se apoya en los pies. Se flexionan las
rodillas y se apoyan los glúteos en el stipe. El cuerpo se desplaza hacia
abajo, y queda colgado de los brazos, con un ángulo de 65º con
respecto a la horizontal. El plexo braquial y el paquete vascular se estiran,
lo que provoca más dolor.
En
esa postura, las manos soportan el peso del cuerpo, aunque éste descarga parte
del peso en los pies. Los clavos desgarran los tejidos, aumenta la elongación
de los nervios implicados y la sensación dolorosa. La cabeza cae, en flexión.
Momento de la espiración. Los brazos colgando en ángulo
de 65º dejando suspender de las manos, la cabeza en flexión, las nalgas
apoyadas en el “stipe”, las rodillas en flexión y de nuevo apoyo en los pies
clavados en la cruz.
Para realizar la inspiración, el reo tiene que apoyarse en los pies, extender las rodillas y separar las nalgas del "stipe" para subir el cuerpo, girando las manos sobre los clavos y extendiendo la cabeza hasta tocar el madero.
En el momento de la inspiración, además, tiene que inclinarse hacia el lado derecho, flexionar el codo 90º y tirar desde la mano derecha con el antebrazo casi verticalmente, para mejorar la capacidad de palanca del brazo y el volumen del hemitórax derecho.
De esta manera, los regueros de
sangre del antebrazo derecho, procedentes de la mano, recorrerán toda su
longitud, mientras que los del brazo izquierdo serán menores, porque ese
antebrazo estará casi horizontal respecto al suelo, y la sangre caerá directamente,
sin tener recorrido longitudinal.
Postura de inspiración. El brazo derecho en flexión a nivel del codo para poder hacer más fuerza y elevarse en la cruz, la cabeza en extensión, rozando la nuca con el “stipe”, contacto mayor de la columna dorsal, aumento de la ensilladura lumbar, separación de las nalgas del “stipe”, rodillas más extendidas y apoyo en ambos pies.
Este ascenso y descenso en la cruz para poder respirar significa que se hace continuamente un giro, tanto de las manos como de los pies, entorno a los clavos, con el consiguiente dolor.
Dibujo comparativo de las posturas del
crucificado en inspiración y espiración, mostrando la rotación de las manos
sobre el clavo. En el lado derecho, al estar el antebrazo en posición vertical,
la sangre de la mano discurre por dicho antebrazo.
Pero, cuando se quería terminar
con la vida del reo, se procedía a romper los huesos de las piernas (“Crurifragium”),
con lo que, al no poder apoyarse en el sedile o en los clavos de los pies, no
podía realizar los movimientos respiratorios.
Esta maniobra se ejecutaba golpeando fuertemente el
muslo (Femur) o la pierna (Tibia) del reo con un "crurifragium", que era un mazo metálico con una
cabeza que pesaba entre uno y seis kilogramos.
Así, las piernas de los ladrones fueron fracturadas, pero al observar que
Jesús ya estaba muerto, renunciaron al "crucifragium", y uno de los soldados le
traspaso el pecho con una lanza, con lo que se cumplían las profecías de las
Escrituras: “No será quebrado hueso suyo (Éxo 12:46) “Miraran al que
traspasaron” (Zac 12:10).
Según el Evangelio Apócrifo de Nicodemo 10:5 (conocido como “Actas de Pilato”), este soldado se llamaba Longinos, que en arameo y en griego significa "lancero".
“Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del cual salió sangre y agua” (Jn 19:34).
El escritor y astrólogo alemán Luis de Whol, en su novela “La Lanza” identifica al soldado como Cayo Casio Longinos.
Pero,
no se determina si la lanzada la realizó estando de pie o montado a caballo.
La lanza romana, o "pilum", tenía de unos dos metros de
largo, estaba formada por un largo eje de hierro, de unos 60 centímetros, con
punta piramidal y cola plana. El eje de hierro se encajaba por su cola en una
ranura del mango, de 120 cm., que era de madera y se sujeta con tres remaches.
La lanzada la propinó Longinos en el hemitórax derecho
del crucificado. Un golpe típico de legionario romano, pues el enemigo solía
protegerse el lado izquierdo con el escudo.
Longinos sufría una
infección en los ojos que lo había hecho "bizco", pero de la herida de
Jesús, empezó a manar sangre y agua que salpicaron el rostro de Longinos,
que inmediatamente dejó de ser "bizco". Se
convirtió al cristianismo, murió mártir, fue hecho santo, su cuerpo se
encuentra, enterrado en la iglesia de San Agustín de Roma y en la Basílica de San Pedro se levantó una estatua de Bernini.
El doctor Barbet, en sus estudios, nos indica que: "La lanza del soldado se deslizó por encima de la sexta costilla, atravesó el quinto espacio intercostal y encontró en su ruta primero la pleura, y luego el pulmón derecho. Si el soldado hubiera impulsado su lanza en dirección casi vertical, se habría hundido en los pulmones, habría desgarrado unas cuantas venas y habría brotado, solo sangre, no un chorro de sangre y agua. No cabe duda que el golpe de lanza fue dado en dirección casi horizontal. La cruz no podía estar muy alta, o tal vez el lancero blandió la lanza en alto o descargó el golpe a caballo. La punta, pues, penetró por el pulmón derecho y alcanzó el corazón, envuelto en el pericardio, atravesando dicho pericardio y la aurícula derecha. Y esta aurícula, que conecta hacia arriba con la vena cava inferior, se halla siempre llena de sangre líquida en cadáveres recientes, pues la parada del corazón es siempre en diástoles (expansión). Si, en cambio, la lanza se hubiese dirigido más hacia la izquierda, habría desgarrado los ventrículos que, en los cadáveres, están vacíos de sangre".
Así, puede explicarse la salida de sangre y agua que refiere el
evangelista: “Al atravesar el costado, la lanza llegó hasta la aurícula
derecha, donde había aún sangre líquida, porque es allí donde permanece por
algunas horas en los cadáveres recientes. Al abrir la lanza la aurícula y aun
cuando el corazón tuviera presión cero, por estar parado, la sangre brotó con
fuerza debido a la gravedad, por la posición colgada del cuerpo. Primero, la
sangre debió brotar empleando como guía el hierro de la lanza, pero inmediatamente
después el pulmón se retrajo, exprimiendo el líquido del edema, y el espacio
pleural se vació, empujando la sangre.
Finalmente, "Cuando hubo tomado el vinagre, Jesús dijo: "Está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu" (Jn 19: 30).
Así, Jesús murió cerca de
las tres de tarde del día 14 del mes de Nisán.
La Sábana Santa vuelve a tener aquí ese significado de "Quinto Evangelio", ya que podemos encontrar en ella todas las lesiones
provocadas durante el proceso de la crucifixión.
Manos. Podemos observar las manos cruzadas y uno de los brazos horadados,
pues el otro brazo está medio oculto debajo del primero, a nivel de la muñeca.
De estas manchas se puede deducir que al hombre de la Síndone le
colocaron los clavos a través del carpo.
Detalle del negativo frontal de la Síndone, en la zona de las manos con la herida del clavo, comparado con el óleo de Francisco Trigueros realizado a partir de ese negativo.
Hay cuatro hipótesis sobre la situación de los clavos en las
manos:
Según el doctor Pierre Barbet, el clavo entraría por el teórico
espacio de Destot, entre los huesos semilunar, piramidal, ganchoso y grande.
Para el doctor Frederick Zugibe, el calvo penetró entre el segundo
metacarpiano, y los huesos trapecio y grande, atravesando el ligamento anular
del carpo y lesionando el nervio mediano.
El doctor Lagraña y colaboradores plantea la opción de penetración
entre los huesos escafoides, semilunar y grande, atravesando igualmente el
ligamento anular del carpo, debajo del cual se encuentra el nervio mediano,
tanto su tronco como su rama motora y el inicio de las ramas sensitivas.
También existe la posibilidad de que el clavo penetrara por la
muñeca, entre cubito y radio, que sería un punto de anclaje más sólido, con
lesión del nervio mediano y evitando la fractura ósea, cumpliendo las profecías de las
Escrituras: “No será quebrado hueso suyo (Éxo 12:46) “Miraran al que
traspasaron” (Zac 12:10).
Esquema y radiografía de la muñeca
Observando
atentamente la impronta de las manos en la Síndone, vemos que la mano izquierda
está apoyada, como "agarrada", a la muñeca derecha, y que solamente
puede reconocerse que el pulgar está "escondido" detrás.
Si
el nervio mediano o la rama nerviosa que realiza la oposición del dedo pulgar
hubieran quedado paralizados, éste no se opondría al resto de los dedos,
simplemente dejaría de funcionar y la mano, pasivamente, adoptaría naturalmente
esta postura.
Pero la lesión del mediano no es solo motora sino también sensitiva, por lo que provoca
gran dolor en los dedos, pero sobre todo en la zona tenar de la palma de la
mano, donde nace el pulgar.
Además, las zonas donde se produjeron
aquellas heridas de clavo están muy vascularizadas, por lo que la hemorragia es
profusa.
¿A qué se debería, por tanto, la situación
de los clavos en las obras de arte, reflejadas en las palmas de las manos? sin
duda, siguiendo las palabras inspiradas por el rey-profeta David: “Han
taladrado mis manos”. En las lenguas semíticas (como el arameo) no existe un
término que designe la muñeca. En hebreo, la muñeca se engloba en la palabra “Yad”
(mano). El griego posee el sustantivo “Karpos” y “Jeir” para la mano. La
traducción de Yad por Jeir ha dado pie al error de toda la iconografía
cristiana sobre la crucifixión.
Costado. La
herida del costado tiene una forma elíptica del mismo diámetro que una lanza
romana: 4.5 cm x 1.5 cm. En las manchas de sangre del costado de la Síndone se
distinguen muy bien los bordes de la herida, que se aprecian abiertos, sin
retractilidad, indicando que fue realizada en un cuerpo sin vida.
La herida está parcialmente oculta por una gran cantidad de sangre, pero
los investigadores del equipo norteamericano STURP exploraron la Síndone en
1978, lo que les permitió determinar que aquella mide 4,5 centímetros de
longitud y 1,5 cm de anchura.
En
fotografías de ultravioleta se pudo comprobar, por su emisión fluorescente,
que la herida fue posterior a la muerte, porque las células sanguíneas,
hematíes sobre todo, estaban "separadas" del suero. La
mancha abarca desde el quinto espacio intercostal, unos seis centímetros hacia
arriba y 15 centímetros al menos hacia abajo, aunque parte de la mancha se perdió
en el incendio de 1532, y quedaría hoy bajo las quemaduras triangulares que hay
en su frontera lateral.
Mancha de sangre en el costado derecho. La
mancha esta, en parte, tapada por la quemadura triangular del incendio de
Chambery
El prof. Miñarro, imaginero y especialista en la Sabana Santa sugiere que la lanza atravesó el cuerpo por existir una mancha de sangre en la espalda, en relación con una pequeña herida paralela a la del pecho, con lo que se cumpliría las escrituras “Miraran al que traspasaron” (Zacarías 12:10).
Detalle de la hipótesis del Prof. Miñarro de
la existencia de un orificio de salida de la lanza por la espalda, en el cuerpo
yacente del Museo de la Pasión de cabra (Prof. José Manuel Miñarro)
Pies. En
la Sabana no hay signos de la existencia de "Sedile" ni "Subpedaneo", por lo que
los pies fueron fijados directamente sobre el palo vertical o "stipe".
El pie derecho ha marcado sobre la Síndone su huella
completa, mientras que del izquierdo sólo se marca el talón y la parte central, y los dedos no aparecen. Esto nos indica que el pie izquierdo estuvo clavado
sobre el derecho, de tal modo que al hombre de la Síndone le clavaron los pies
directamente sobre el stipes, el izquierdo cruzado sobre el derecho, con un
solo clavo, como nos muestra Francisco
Trigueros en este óleo.
Fotografía
de la zona correspondiente a los pies de la Síndone. Detalle del negativo frontal y dorsal de la Síndone
donde son visibles las manchas de sangre en la planta de ambos pies, mucho más
abundantes en la planta derecha. Óleo de Francisco Trigueros a partir del
negativo de la Síndone
Podemos
suponer, que sobre el pie derecho, sujeto por las manos de un soldado, le
colocaron el izquierdo. Las piernas están paralelas, y para que coincida un pie
sobre el otro por delante del tobillo, tienen que rotar el derecho hacia dentro
suavemente. De esa manera el clavo puede atravesar los dos pies a la vez.
Pero, para colocar la planta del pie paralela al stipe es
necesario poner el pie “de puntilla” (en equino), lo que exige la flexión de la
rodilla, especialmente la izquierda, y precisamente en la Síndone se observa claramente el hecho de que, estando ambas
rodillas en flexo discreto, éste es mayor en la rodilla izquierda, al estar el
pie sobre el derecho. Por ello
aparece en la Síndone la pierna izquierda algo más corta que la derecha.
El clavitral debió entrar primero por el pie izquierdo, en el espacio que
existe entre el segundo y tercer hueso metatarsiano, muy cerca de la
articulación de Lisfranc (tarso-metatarsiana). Su punta salió por la planta y,
en el pie derecho, dada la postura, lógicamente debió atravesar el primer
espacio inter-metatarsiano, que se encuentra debajo, aunque en posición más
distal, hacia la punta del pie.
Esquema y radiografía de la posible
introducción de los calvos por el espacio intermetatarsiano
En
ambos pies las heridas interesaron los vasos superficial y profundo del arco
plantar o cualquiera de sus ramas terminales, de igual forma, fueron afectados
los nervios sensitivos de las últimas ramas de los nervios ciáticos poplíteos,
externo e interno.
Genéricamente, hasta hace poco era comúnmente aceptado en Sindonología
que la muerte de Jesús la provocó la asfixia que sufrió en la cruz, sobre todo
por el fallo de la mecánica respiratoria, a causa de la postura. Esta teoría
fue postulada por el doctor Pierre Barbet en 1932.
El doctor Frederick Zugibe ha practicado experimentos
en sujetos
de 20 a 35 años, a los cuales "crucificó" (suspendió de una cruz), para que se mantuvieran en la postura en que Cristo murió, durante 5 a 45 minutos.
Para Zugibe, Jesús murió de un shock traumático irreversible fundamentalmente hipovolémico, es decir, a consecuencia de la pérdida masiva y continuada de sangre, sobre una insuficiencia respiratoria provocada por su postura en la cruz y un hemotórax derecho de entidad importante, junto a una insuficiencia renal y un gran trastorno metabólico. Esto es, la muerte de Jesús se debió a un "fallo multi-órgano".