EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Resumen.
El Santo Papa Juan Pablo II consideró que la Síndone de Turín es “la
reliquia más importante de la cristiandad”, pero considerada en determinadas
ocasiones como “el quinto evangelio” sigue siendo un enigma y un misterio.
La Síndone es un lienzo de lino de 1.400 gramos y de aproximadamente 4,4 m de largo y 1,1 m de ancho, porque el tamaño ha podido variar a lo largo de los siglos debido a las repetidas exposiciones y las operaciones de enrollado, despliegue, tensiones y estiramientos a que ha sido sometida.
Se puede poner en
relación con números enteros expresados en cúbitos sirios, una unidad de medida
de longitud usada en el antiguo Israel.
Los tejidos de lino conservan las señales
de los dobleces a los que han estado sometidos, es por ello que, observada con
luz rosa, muestra claramente que estuvo doblada de diferentes formas, en dos,
cuatro, ocho y doce dobleces (Tetradiplon o doblado cuatro veces).
El lino es un tejido conocido por el hombre desde la más remota antigüedad, pues existen pruebas de su uso antes del año 5000 a.C.
El tipo
de lino empleado para la Síndone (Linum usitatissimum, Linneo) procede de una
planta que crece en Palestina y Oriente Medio. Las fibrillas que lo componen
tiene 150 micras de diámetro.
Por lo que se refiere a la manufactura, se hiló con la torcedura “Z”,
difundida en el área sirio-palestina en el siglo I d.C.
La trama del tejido en “espina de pescado”, de origen mesopotámico o
sirio, orienta a que fuera elaborada manualmente en un telar de pedal
rudimentario de origen egipcio, pues presenta saltos y errores en su
composición.
Se ha podido comprobar que no existen trazas de fibras de origen animal,
respetando la ley mosaica que obligaba a tener separada la lana del lino (Dt
22:11).
Según los estudios de Pier Luigi Baima Bollone, profesor de Medicina de
la Universidad de Turín se encontraron en el tejido de lino algunas fibrillas
de algodón (Gossypium herbaceum), de su variedad de Oriente Medio,
probablemente debido a restos que quedaron en la máquina de tejer por haber
tejido previamente algodón. Pero, como hemos comentado, en la sábana no hay
lana y en aquella época los telares utilizados para el lino y el algodón,
también servían para la lana, excepto en Judea por la ley mosaica.
También aparece esporádicamente otras fibras procedentes de los hilos
empleados en las costuras, zurcidos y remiendos que se hicieron para reparar
las quemaduras sufridas en el incendio de 1532.
Ray Rogers (especialista en Sindologia) observó que el lino de la sabana
fue teñido para blanquearlo después de ser tejido, como era habitual en aquella
época, método que dejó de utilizarse en el siglo VIII, pues desde entonces el
blanqueamiento se efectuaba antes de ser tejido.
En los hallazgos de tejidos judíos en Masada, Israel, está
documentada una tipología especial de ribete en el período comprendido entre el
40 a.C. y la caída de Masada en el 74 d.C. En la Sábana Santa también hay un
cosido longitudinal, idéntico al encontrado en fragmentos de tejido procedentes
de los citados hallazgos de Masada.
Así pues, la técnica de fabricación y la tipología del tejido dan
como indicio una datación coherente con la época de Cristo.
Igualmente,
la presencia de determinadas flores en la Síndone, permite a un botánico aseverar
que el único lugar del mundo en el que un cortejo fúnebre podría llevar flores
frescas de estas especies y depositarlas sobre el cuerpo de un hombre recién
amortajado es el área comprendida entre las ciudades de Jerusalén y Hebrón.
Además de indicadores geográficos, algunas de las
flores identificadas por Danin serían también indicadores temporales, pues según el
calendario botánico, marzo y abril son los meses en que florecen las ocho
especies vegetales identificadas en la Sábana, lo que aumenta bastante la
probabilidad de que el amortajamiento, al igual que explican los Evangelios,
tuviera lugar precisamente en torno a ese momento del año.
El estudio palinológico de la Síndone indica, igualmente, un
ritual funerario según los usos de hace 2000 años en Asia Menor y es coherente
con el viaje realizado desde Jerusalén a Turín (ver).
Los aceites y ungüentos (aceite de Helichrysum, bálsamos y
ungüentos de Láudano, Cistus, Lentisco, Terebinto y Gálbano aromático)
contenidos en la Sabana han hecho que la tela amarillee, porque son sustancias
que se oxidan al entrar en contacto con el aire, pero han contribuido a la
preservación de la tela al proteger el lino como repelente de insectos y hongos,
aunque curiosamente este tono amarillento del lino solo afecta a un estrato
extremadamente superficial del tejido.
El análisis
con Carbono 14 realizada en 1988, con un pequeño fragmento, determinó que la Sábana Santa data de la Edad Media, entre 1260 y 1390 (±10
años), pero esta datación ha sido ampliamente discutida científicamente tanto
por el material como por el método empleado.
El tejido tiene la impronta de un cuerpo humano en una sola cara
de la Sabana. Se trata de un hombre en su cara anterior y posterior, de tal
modo que las dos imágenes están unidas a la altura de la cabeza con un pequeño
espacio entre ambas.
Se trata de un hombre de 1,75 a 1,80 metros de alto, de complexión atlética, delgado, pelo largo, bigote y barba, rostro fino y largado, frente alta, cejas bien formadas, nariz larga y labios carnosos.
Carlton Coon, acreditado
etnólogo, sugiere que “el hombre de la sábana presenta características físicas
que lo califican como judío o árabe”
Muestra claramente los signos de un hombre muerto que ha sido flagelado,
coronado de espinas, atravesado su costado y crucificado, en concordancia total
con la descripción evangélica de la Pasión de Jesús.
La imagen tiene unas características muy especiales:
La imagen
es muy superficial, pues un hilo de
lino está formado por ciento cincuenta o doscientas fibras y la imagen sólo
afecta profundamente a las dos o tres primeras fibras.
La imagen tiene estabilidad hidrológica pues el lienzo quedó empapado en
agua en el incendio de 1532 y la imagen no se borró.
Posee estabilidad química ya que no puede decolorarse, disolverse o alterarse
con los reactivos químicos conocidos.
Según la científica Manuela Corsini, la imagen es indeleble, porque el color ha resistido dos
milenios.
Es extraordinariamente detallada, pues en las huellas de los azotes, se
pueden distinguir arañazos diminutos.
La intensidad de la
imagen varía en función de la distancia lienzo-cuerpo, lo que permite
una reconstrucción tridimensional, imposible de conseguir con ninguna técnica fotográfica
o pictórica.
Como consecuencia de estas características, el problema de cómo se
produjo la imagen o de lo que la produjo, sigue siendo un “misterio”, pues la
imagen del cuerpo está impresa de manera científicamente inexplicable y las
técnicas actuales más sofisticadas no permiten construir detalladamente una
imagen similar a la de la Síndone.
Se puede establecer con seguridad que la imagen no está pintada,
pues no existe ningún pigmento orgánico o inorgánico en la tela, y tampoco ha
sido conseguida por quemadura, pues es imposible conseguir una imagen con las
mismas características químicas y físicas usando, por ejemplo, un bajorrelieve
calentado.
Diferentes
equipos científicos han aportado diferentes teorías:
Las
hipótesis basadas en la difusión de gases del cadáver al lienzo no pueden
explicar el detalle, y un contacto exacto no es compatible con la
tridimensionalidad ni con la ausencia de distorsiones anatómicas.
El doctor Jackson, sugiere una “radiación” de luz ultravioleta de
una longitud de onda que es especialmente absorbida por el aire, permitiendo su
disminución de intensidad con la distancia.
Los
doctores Fanti y Whanger han sugerido una "descarga de corona", que
es un fenómeno eléctrico que se produce por la ionización del gas que rodea a
un conductor cargado (electricidad estática) y que ocurre espontáneamente en
las líneas de alta tensión y se manifiesta en forma de halo luminoso. Pero, no
se presenta una razón convincente de que haya los voltajes muy elevados
requeridos para tal descarga, ni de que ésta ocurra solamente en trayectorias
verticales (no hay imagen lateral).
Otros
autores sugieren la existencia de un “rayo instantáneo que duró una millonésima
de segundo y con una temperatura de algunos millones de grados, que cayó en el
momento de la resurrección”.
También se ha propuesto que la plasmación venía como consecuencia de “la acción de la energía sobre la tela, con motivo del terremoto que hubo después de la muerte de Jesús”.
Pero sin existir una hipótesis científica concluyente podemos establecer que sigue siendo un gran misterio.