EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA
Santísimo Cristo de las Siete Palabras
El nombre de Cristo de las Siete
Palabras hace referencia a “Septem Verba” en latín, o los sietes palabras que
pronunció Cristo en su crucifixión.
Hernández Díaz cataloga esta obra en el
círculo de Jerónimo Hernández y la fecha entre 1582 y 1585, aunque no existe
ningún documento que nos permita conocer estos datos. Por el contrario,
Palomero Paramo estima que dicha atribución es errónea y sostiene que tradicionalmente
había sido atribuido al círculo de Pedro Roldan, pero en la
actualidad parece que hay consenso al conceder su autoría a Felipe Martínez
(1.681-1.682).
Felipe Martínez es un escultor prácticamente desconocido en una época en
que la escultura barroca estaba dominada por Luisa Roldán, La Roldana y Francisco Antonio
Ruiz Gijón. Sin embargo, debió frecuentar los ambientes artísticos del siglo
XVII, pues era hijo del también escultor Alonso Martínez, ahijado del flamenco
José de Arce y yerno del pintor Juan Valdés Leal, con cuya hija Luisa, pintora
y grabadora como su padre y su hermano, se casó. Aparte de este Crucificado,
solo se conocen de Martínez dos obras más: una Inmaculada en la iglesia de san
Juan del Puerto y la talla de la Virgen de la Europa en la iglesia de san
Martín.
Este
escultor realizaría El Crucificado para la Hermandad del Cristo de la Sangre,
Virgen de la Candelaria y San Juan Bautista, que tenía su sede en la iglesia
del convento de San Francisco de Paula, que es la actual Iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús.
En 1868,
la iglesia de San Francisco de Paula fue clausurada por la Junta Revolucionara
y sus bienes fueron trasladados al Convento de Madre de Dios para el traslado a
otros lugares, y concretamente este crucificado fue entregado, el 11 de
diciembre de 1868, al oratorio privado
de Jose María Cisneros y Lanuza (Coronel de Artillería y propietario,
comendador de la Orden Americana de Isabel la Católica y Caballero Gran Cruz de
la Militar de san Hermenegildo) siendo restaurado por Emilio Pizarro Cruz.
Al
fallecimiento de José María Cisneros, su hijo Honorio mantuvo la imagen en el
domicilio paterno. Conocido este hecho por Pizarro, lo puso en conocimiento de
la hermandad, que se veía precisada de adquirir una imagen de mejor hechura que
la que antes tenía, pues estaba realizada con la técnica del papelón y había
precisado varias restauraciones.
Antigua imagen del Cristo de las Siete Palabras. Actualmente recibe culto en la localidad de Cartaya
Desde
1875 la hermandad realizó diversas peticiones al arzobispado para la cesión en
calidad de depósito de la imagen, contando con la oposición de Honorio
Cisneros, aunque finalmente el 31 de octubre de 1881 le fue notificada la cesión,
siendo llevado
a San Vicente. “Considerando ser muy atendible el objeto que se
nos pide, el Crucificado que en clase de depósito fue entregado por esta
jurisdicción el 11 de diciembre de 1868 al Sr. D. José María Cisneros y Lanuza,
ya difunto, y hoy en poder de su hijo Honorio, venimos a acceder y accedemos a
los deseos de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Siete Palabras,
concediéndole en igual clase de depósito la indicada imagen”.
Una vez en la hermandad el propio
Pizarro efectúa la primera restauración en 1896 consistente en una nueva policromía, en
tonalidad más suave y con regueros de sangre menos pronunciados, procediendo
igualmente a tapar la llaga del costado que primitivamente tenía la imagen y
añadirle pestañas postizas, ejecutando una cruz para que pudiera colocarse en
el paso. En 1948, José Sanjuán Navarro le coloca otra vez nuevas pestañas y Germán
Rodríguez Tovar procedió al ensamblaje de la cruz al haberse apreciado holgura
en la cogida a la cruz.
Posteriormente,
en 1971, el imaginero Manuel Escamilla,
volvió a fijar los ensambles de los brazos y colocar pestañas.
En
1990 se realiza un proceso de restauración integral del paso del misterio, que
incluyó a todas las imágenes. Se sustituyó la cruz, que presentaba grietas por
la holgura que sufría en el cajillo del paso, lo que motivaba un cimbreo
constante, por una nueva, en madera de caoba, obra de Juan Mayorga Páez.
Entre
el 10 de diciembre de 1991 y el 26 de marzo de 1992 fue la imagen fue de nuevo intervenida
por Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Enrique Manzano Beltrán. Los
restauradores procedieron, previa separación de todas las piezas, a afianzar
sus múltiples deterioros, volviendo a ensamblar la cabeza y brazos, colocando
un nuevo sistema de cogida de la imagen a la Cruz por el tronco, limpiando y
fijando su policromía y suprimiendo las pestañas postizas, limpiando ambos ojos
de los pegamentos acumulados por la colocación de éstas, devolviendo a la
imagen la mirada que se encontraba perdida.
Eses
mismo año se le vuelve a colocar una corona de espina, realizada por Antonio
Manuel Pérez Camacho, y en 1995 Jesus Iglesias Montero ejecuta un nuevo INRI
para la Cruz.
Pedro
Manzano, en 2007 le efectuó nueva consolidación de fisuras, fijación de
policromía y reposición de lagunas de la misma y en 2009, procedió a la
limpieza de un estrato superficial consistente en una capa de goma laca que le
había sido aplicada a la imagen, la reintegración de las lagunas ya efectuadas
en 1992 y 2007, a consecuencia de la diferencia que presentaba tras la
limpieza, el restañamiento de grietas superficiales, y la localización y
reintegración de un ataque de microorganismos en la cadera en su unión con
el sudario.
Santísimo Cristo de las Siete Palabras
Es
una escultura en madera policromada, con la cabeza inclinada hacia el lado
derecho, la corona de espinas incluidas en el bloque craneal, y tres potencias
de oro. El hombro derecho las elevado que el izquierdo y las manos fijadas a
nivel de las palmas.
El
sudario fijado con un nudo en el lado derecho, complementado con una cuerda circular
y las piernas casi simétricamente flexionadas.
Los
pies con un solo clavo de cabeza piramidal con el extremo achatado, estando el pie derecho sobre el
izquierdo, llamando la atención el pequeño tamaño del quinto dedo.