EL PIE Y LOS NAZARENOS DE SEVILLA
Jesús Atado al Columna. Iglesia de la Trinidad.
Tras la clausura del Concilio de Trento en 1563, una de las resoluciones pastorales fue fomentar la religiosidad cristiana mediante la promoción del culto a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En ese contexto contrarreformista se enmarca la ejecución del Cristo atado a la Columna, obra documentada del escultor flamenco Juan Giralte.
Esta imagen fue encargada por don Gonzalo de León, quien poseía capilla propia en la Iglesia de la Trinidad. El contrato para su realización fue formalizado en Sevilla el 2 de enero de 1565, en los siguientes términos:
“Juan Giralte, maestro en labrar imágenes de bulto, otorgo que soy convenido y concertado con vos Gonzalo de León […] que me obligo de vos hacer un Cristo de bulto Atado a la Columna”. El precio acordado fue de treinta y seis ducados.
Juan Giralte, artista de origen flamenco, es uno de los escultores significativos de la segunda mitad del siglo XVI. Su obra presenta afinidades con la producción de Roque Balduque, con quien pudo haber colaborado. No obstante, se distingue por un cierto arcaísmo formal y una ejecución algo menos refinada en el trazo. Su estilo fusiona las influencias nórdicas con las primeras manifestaciones del manierismo, preludio del barroco hispánico.
La escultura, tallada en madera de cedro y policromada, mide aproximadamente 1,75 metros de altura. Representa a Cristo atado a una alta columna de sección circular, con los brazos recogidos hacia adelante. El tratamiento anatómico sigue modelos tardomedievales: extremidades alargadas, proporciones poco naturalistas, ausencia de dinamismo y una frontalidad que transmite serena solemnidad. La figura se presenta sobre una peana, acorde a la tradición devocional de la época.
Retablo de
Jesús atado a la columna
Jesús atado a la columna
Detalle de
Jesús atado a la columna
Detalle de los
pies
Durante el
siglo XIX, según recoge Gestoso, la imagen aún recibía culto en una capilla del
templo. Sin embargo, con el tiempo fue quedando relegada, hasta permanecer
durante más de cuarenta años abandonada en una dependencia de la Casa-Hermandad.
No fue hasta 1993 cuando, gracias a la gestión de D. Mauricio J. López
Madroñero, se emprendió su restauración integral.
El
estado de conservación era alarmante. La imagen presentaba daños estructurales
severos y presencia de elementos orgánicos degradantes. Fue necesario
consolidar los ensambles, algunos de los cuales impedían que la escultura se
sostuviera por sí sola. Según informes de la Consejería de Cultura, se había
perdido aproximadamente un 25 % de la capa de preparación pictórica, y la
restante estaba en peligro crítico. El sudario conservaba restos de dorado,
aunque se estimaba que había desaparecido en un 35 % junto con parte
significativa de la policromía.
Las
zonas más deterioradas fueron la cabeza y los pies, de los cuales faltaba la
parte delantera. Se hallaron además orificios en el cráneo, probablemente
causados por una antigua corona de espinas o incluso por la fijación de una
peluca postiza. Asimismo, diversos repintes ocultaban daños anteriores,
dificultando el análisis de las intervenciones históricas que había sufrido la
talla.
Actualmente,
la imagen se encuentra en buen estado y expuesta al culto, aunque con escasa
proyección devocional. Es una situación lamentable si se considera su valor
patrimonial, histórico y espiritual, pues constituye un testimonio genuino de
la Hermandad y de la religiosidad de los siglos XVI y XVII.
Esta imagen
fue titular de la Hermandad de la Sagrada Columna y Azotes de Nuestro Señor
Jesucristo, actualmente conocida como Hermandad de “Las Cigarreras”, durante su
permanencia en el monasterio de la Trinidad, entre los años 1578 y 1589. Esta
cofradía, fundada en 1563 en la iglesia de San Benito, encontró en la Trinidad
su sede temporal, y ya al momento de su llegada, la imagen se hallaba en el
templo desde 1565. Esto sugiere que no fue un encargo directo de la Hermandad,
sino que probablemente se utilizó mediante un acuerdo con el propietario
original, don Gonzalo de León, así como con la comunidad religiosa.
En 1589, a raíz del incumplimiento de los pactos entre la Hermandad y los religiosos del monasterio, se solicitó el abandono de la capilla. A partir de entonces, la corporación se trasladó a la iglesia de San Pablo y se unió a la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua, lo que supuso la desvinculación definitiva de esta imagen como titular. Así, su uso por parte de la Hermandad se limitó a un periodo de once años.
Por Andrés Carranza Bencano