lunes, 27 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Vía Dolorosa.

Cristo abrazado a la Cruz. El Greco. Hacia 1620. Óleo sobre lienzo. 108 x 78 cm. Museo del Prado. Sala 008B (ver)

Cuando terminó la flagelación, la coronación de espinas y las burlas de los soldados, Pilato se dispuso a presentar a Jesús ante el pueblo. 

Ecce Homo. Ciseri, Antonio. 1871. Óleo sobre lienzo. 380 x 292 cm. Galería de Arte Moderno. Florencia (ver)

El pasaje evangélico (Jn 19:4-5) narra que “Volvió a salir Pilato y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: Aquí tenéis al hombre” (Ecce Homo)

Ecce Homo. Tiziano. 1543. Óleo sobre tabla. 242 x 361 cm. Museo Historia del Arte. Viena (ver)

Jesús estaba cubierto de la sangre que le corría por la cara, el cuello y todo su cuerpo. Todavía tenía la corona en su cabeza y el manto de púrpura con el que le habían escarnecido los soldados, cumpliéndose la profecía de Isaías: "Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres" (Is 52:14). 

La Sentencia de Jesús. Francken II, Frans. Hacia 1623. Óleo sobre tabla. 57 x 80 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)

Pilato pretendía convencer a los judíos de que, después de haberle examinado y castigado cruelmente, no había encontrado ninguna base frente a sus acusaciones, y esperaba que, viendo el aspecto deshumanizado, muy lejos de ser el “Hijo de Dios”, que ofrecía Cristo en aquellos momentos, los judíos dejarían de insistir en su crucifixión.

Pero, los judíos le respondieron: “Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Jn 19:7).

A mediodía, Pilatos decide crucificar a Jesús, le despojan del manto púrpura que le habían puesto para mofarse de su presunta realeza y le colocan lo que llevaba cuando le arrestaron: "Y después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestiduras, y le llevaron a crucificar" (Mt 27:31).

La distancia desde el Pretorio de la fortaleza Antonia (residencia y asiento de gobierno del procurador de Judea) hasta la colina Gólgota, era alrededor de 600 metros, siendo todo el camino cuesta arriba (en la actualidad son callejuelas plagadas de tiendecillas), bastante empinado en algunos tramos.

Vía Dolorosa, Jerusalén.


En los relatos del Evangelio, los autores cuentan muy poco sobre el camino de Jesús al Calvario y en la Sabana Santa se encuentran signos de esta Vía Dolorosa.

Las plantas de los pies aparecen escoriadas y en el talón derecho se encontró un elemento que en principio resulto difícil de identificar, y que se trata de lodo, por lo que se supone que el hombre de la Síndone hizo este camino descalzo. 

También se han depositado en la tela, partículas de material terroso, en correspondencia con las huellas de los pies, que contienen aragonito con impurezas de estroncio y hierro, como las muestras tomadas en las cuevas de Jerusalén.

Cristo camino del calvario. Valdés Leal, Juan de. Hacia 1661. Óleo sobre lienzo. 167 x 145 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)


En la Sabana Santa, la imagen de la espalda del hombre muestra dos grandes marcas de fricción, una justo encima del hombro derecho y otra más abajo del lado izquierdo, posiblemente causadas por el madero durante su camino al Calvario.

El profesor Cordiglia describe así la situación: “Sobre el hombro derecho, región supraescapular y región acromial derecha, se observa una vasta zona excoriada y contusa, de forma casi rectangular, que se extiende algo oblicuamente de arriba abajo y de fuera adentro, de unos diez por nueve centímetros. Otra zona de iguales características se observa en la región escapular izquierda. Un examen atento de ambas zonas nos revela que sobre ellas ha gravitado, aunque fuera a través de alguna vestidura, un instrumento rugoso de considerable peso, espesor como de 14 centímetros, móvil y abrasivo, el cual ha allanado, deformado y vuelto a abrir las lesiones producidas por la flagelación, lacerando los labios de las heridas y produciendo otras nuevas”.

Además, se distingue claramente las marcas de una cuerda en la pierna izquierda, a la altura de los gemelos. 

Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara posterior y superior, donde son visibles las señales en el hombro derecho y en la región escapular e interescapular derecha


Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara posterior e interior, donde son visibles las señales de la cuerda en la pierna izquierda, a la altura del gemelo


Como señaló el historiador judío del primer siglo Josefo, la madera era tan escasa en Jerusalén, durante el primer siglo después de Cristo, que los romanos se vieron obligados a viajar diez millas desde Jerusalén para conseguir la madera para su maquinaria de asedio.

Igualmente, el historiador Hershel Shanks explica en un artículo en la Revista de Arqueología Bíblica que la madera era difícil de adquirir, y que los romanos reutilizaban los montantes de madera que ya estaban fijos en el suelo.

Esto significa que, los condenados a la crucifixión nunca llevaban la cruz completa, a pesar de la creencia común de lo contrario, y a pesar de las muchas recreaciones artísticas del camino de Jesús a Gólgota. En su lugar, solo llevaba la barra transversal (patibulum), mientras que la viga vertical (estipe) se colocaba en un lugar permanente donde se usaba para ejecuciones posteriores.

Se estima que el patibulum pesaba entre 34 y 56 kilos y era colocado transversalmente a lo largo de la parte posterior de los hombros y atados a los brazos extendidos, de forma que el centro se apoyaba en la nuca o en la región interescapular y en ambos omóplatos, pero el extremo izquierdo del patíbulo estaba atado al tobillo del mismo lado, inclinando el madero hacia la izquierda.

Por ello, el patibulum lleva una dirección oblicua, de arriba abajo y de izquierda a derecha, y se apoyaba con mayor fuerza y a mayor altura en el hombro y el omóplato derecho. 

Como no estaba sólidamente fijo al cuerpo, tenía que acomodarlo mejor, moviendo los hombros y la nuca, lo que explica las grandes marcas de fricción encima del hombro derecho, y que a pesar de la protección de la túnica estos movimientos provocaran un roce constante sobre las heridas de la flagelación.  

Esquema que muestra como el extremo izquierdo del patibulum estaba fijado al tobillo y los condenados atados entre sí. El madero basculaba constantemente sobre los hombros provocando lesiones por fricción.

En la Sábana, podemos observar las lesiones en la cara anterior de ambas rodillas, sobre todo en la derecha.

Estudiando la impronta en la Síndone, se han analizado los microscópicos restos orgánicos e inorgánicos adheridos en la zona de las rodillas y se ha podido identificar polvo y tierra.

Fotografía de la Síndone con la impronta de la cara anterior donde son visibles las señales en las rodillas

Técnicas similares a las que se usan en Palinología determinan sin lugar a duda que estos restos son de tierra de tipo travertino-aragonito, la misma clase que en la actualidad se encuentra en la Vía Dolorosa. Si las rodillas de Jesús hubieran estado cubiertas por la tela de una túnica larga, nunca se habrían encontrado en la Síndone trazas de estos materiales. Lógicamente pues, Jesús llevaba puesta la túnica más corriente entre los hombres, la túnica corta (situación que no suele contemplarse en las manifestaciones artísticas).

Caída en el camino del Calvario. Tiepolo, Giandomenico. 1772. Óleo sobre lienzo. 124,3 x 145 cm. Museo del Prado. Sala 023 (ver)


Estas lesiones corresponden lógicamente, a que tuvo que caerse muchas veces, posiblemente muchas más que las tres que recuerda la Vía Dolorosa. 

Los Evangelios apócrifos cuentan hasta 32, mientras que los Evangelios canónicos no hablan de ellas. 

Sabemos que sucedieron exclusivamente por la Tradición y los Evangelios Apócrifos, especialmente el Evangelio de los Hebreos (cerca 300 d.C.). 

El hecho de ir atado al patibulum con los brazos en cruz, atado por un tobillo y descalzo sobre un suelo irregular de piedras, provoca una actitud poco equilibrada, a la que se suma que los condenados iban atados entre sí.  

Esquema de la cordada de reos, de modo que cada uno lleva el patibulum sobre los hombros, el extremo izquierdo del madero fijado al tobillo y los reos unidos entre sí


Si tenemos en cuenta que los otros dos reos, a los que iba unidos, eran flagelados en el camino, podemos plantear que ellos intentarían huir continuamente de los latigazos, provocando tirones bruscos de la cuerda, favoreciendo las caídas al suelo, y al no poder protegerse con las manos, el traumatismo recaería directamente en la cara y sobre las rodillas.

Cristo camino del calvario. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Hacia 1560. Óleo sobre lienzo. 98 x 116 cm. Museo del Prado. Sala 043 (ver)


La flagelación había debilitado mucho a Jesús, por lo que es lógico pensar que los soldados se plantearan que podía morir antes de llegar al Gólgota y obligaran a Simón de Cirene  a que le ayudara a mantener el equilibrio y a llevar la cruz (Mt 27:32.33; Mc 15: 21-22 y Lc 23:26-27).

Cristo con la Cruz a cuestas. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Hacia 1565. Óleo sobre lienzo. 67 x 77 cm. Museo del Prado. Sala 043 (ver)


El encuentro con la verónica no se menciona en los Evangelios Canónicos.  La cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.  

Jesucristo camino del calvario y la verónica. Juan de Valdés Leal. Hacia 1660. Óleo sobre tela. 161 x 211 cm. Museo del Prado. No expuesto (ver)


La Verónica. Strozzi, Bernardo. 1620-1625. Óleo sobre lienzo. 168 x 118 cm. Museo del Prado. Sala 006 (ver)


La responsabilidad de la Vía Dolorosa en la muerte de Jesús es menor que la flagelación, coronación y crucifixión pero evidentemente es un factor importante. En su estado anémico, con grave alteración metabólica, dificultad respiratoria por el derramen pericárdico y pleural, el esfuerzo supone una taquicardia que hace ineficaz el latido cardiaco.

Fisiopatología de la Vía Dolorosa, por el Dr. De Palacios Carvajal

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

La Santa Faz. El Greco. 

 

La Santa Faz. El Greco y taller. 1586-1595. Óleo sobre lienzo. 71 x 54 cm. Museo del Prado. Sala 008B

Esta obra es derivación directa de la representación que El Greco realizó para el retablo central de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, pintado sobre tabla de madera y en formato ovalado (actualmente en una colección particular).

El panel del retrato de la iglesia de Toledo estaba situado bastante alto, por encima de los espectadores, una ubicación atípica pues se solía colgar cerca del nivel del espectador para que los fieles pudieran arrodillarse y rezar frente a ella.

En cambio, este lienzo procede de una parroquia de Móstoles, registrado en 1787 colgado de un pilar, y fue obtenido por el Museo del Prado con fondos del legado conde de Cartagena en 1944, y difiere de la tabla original de Toledo por su formato rectangular y porque no fue elaborada íntegramente por El Greco sino que estuvo involucrado todo su taller en su creación.

La imagen de la Santa Faz es una iconografía que se hizo popular a finales de la Edad Media. En su subida al monte Calvario, el rostro ensangrentado de Cristo quedó fijado a un paño blanco que había sido ofrecido a Jesús por una mujer, la Hemorroisa, que pasaría a ser identificada por Verónica. Este encuentro con la verónica no se encuentra en los Evangelios Canónicos.  La cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.  La Iglesia rinde culto a la Santa Faz desde el siglo III.

El Greco pintó los dos tipos de imágenes, la de la Santa Faz aislada y la que incorporaba la presencia de la mujer. Representó también una Berónica con ángeles por acabar, según se registra en el inventario realizado a la muerte del artista en 1614, y que sugiere la relación de esa composición con una estampa de Alberto Durero, de 1513.

En esta obra, el Greco plasma un rostro de Cristo poco ortodoxo. Supera el hieratismo de los iconos bizantinos para proporcionar a la composición una cercanía al milagro, mas acorde con los ideales de la Contrarreforma.  

Cristo no lleva la corona de espinas, aunque hay rastros de sangre, y sus rasgos faciales muestran una expresión serena con una mirada intensa como “El Expolio” de la catedral de Toledo (ver)

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

La Verónica. Bernardo Strozzi. 


El encuentro con la Verónica no se encuentra en los Evangelios Canónicos.  La cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo, según la cual Verónica es una santa legendaria que habría secado el sudor y la sangre de Cristo mientras éste portaba la cruz camino del Calvario.

Al retirar el lienzo de la faz de Cristo comprobó que el rostro había quedado milagrosamente impreso en él.

Diversas iglesias, tanto dentro como fuera de Italia, se disputan la posesión del paño original.

Iconográficamente, la tela que representa Strozzi se parece a la que se veneraba en la basílica de San Pedro en el Vaticano.

El artista presenta el resultado final del milagro, cuando Verónica está sola y despliega temblorosa el lienzo y observando el rostro de Jesús.


Detalle del rostro de Jesús en el paño de la Verónica


Apoya la mano izquierda sobre la barandilla en la que se sienta, y con la otra mano levanta la tela marcando una diagonal blanca que contrasta con los verdes y rosados de su ropaje. 


Detalle de la mano en la barandilla

Los rasgos faciales de Santa Verónica reflejan una profunda devoción y compasión, transmitiendo una sensación de conexión espiritual con el espectador.

Su mirada hacia lo alto, fuera de los límites del cuadro, revela la naturaleza sagrada de la imagen que presenta al espectador y su rostro, sonrosado e iluminado, con el toque acuosos de sus ojos muestra la emoción contenida. 


Detalle de la cara de la Verónica

Presenta un pie griego calzado con una extrema delicadeza.


Detalle del pie

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

Cristo camino del Calvario. Juan de Valdés Leal.


Cristo camino del calvario. Valdés Leal, Juan de. Hacia 1661. Óleo sobre lienzo. 167 x 145 cm. Museo del Prado. No expuesto

Escena de gran dramatismo conseguida por la expresión de Cristo, la sangre que mancha la túnica y la utilización de la luz que dirige la mirada del espectador directamente a Jesús.

Jesús aparece representado con una túnica púrpura, el color de la Pasión, con varias manchas de sangre, las más evidente sobre su hombro derecho y el codo del mismo lado, fruto de las múltiples caídas en el camino. Igualmente, unas gotas de sangre caen desde la corona de espinas manchando su rostro.

Destaca la soga del cuello que cae hasta el suelo.

Se manifiesta como Jesús soporta con gran esfuerzo la Cruz, que apoya pesadamente sobre su espalda. Para no caerse al suelo debe apoyarse sobre sus piernas, descansando su mano derecha en la rodilla izquierda.

Detalle de Jesús con la mano apoyada en la rodilla izquierda

Su expresión es una mezcla al mismo tiempo de resignación, fatiga y sufrimiento, con un gran patetismo.

Detalle de la cara de Jesús

En segundo término, en el ángulo superior izquierdo de la composición, la Virgen y otra mujer, posiblemente María Magdalena o la hermana de la Virgen, lloran apesadumbradas, y San Juan lleva su mano derecha al pecho y dirige la izquierda al espectador. 

Detalle de la Virgen y San Juan con una de las Santas Mujeres

En el lado derecho de la pintura se abre un paisaje rocoso e inhóspito que proporciona un marco adecuado para esta escena de sufrimiento.

Los pies descalzos están muy separados, en una gran zancada, y con muestras de sangre que aumentan igualmente el patetismo de la escena, pues también se observan gotas de sangre en el suelo y manchas en el borde de la túnica.

Detalle de la gran separación entre los pies

Detalle del pie izquierdo

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

Jesucristo camino del calvario y la Verónica. Juan de Valdés Leal.

Se basa en el pasaje evangélico que narra cómo Simón Cireneo fue obligado a llevar la cruz de Cristo, cuando este ya estaba exhausto en su camino al Gólgota (Mateo 27:32.33; Marcos 15: 21-22 y Lucas 23:26-27)

Se trata de una composición compleja, con muchos personajes en diferentes planos.

En el centro la figura de Jesucristo, cubierto con túnica larga, en una de sus múltiples caídas camino del Calvario, mientras el Cirineo trata de ayudarle en postura muy forzada.

Detalle de Jesús y el Cirineo

El rostro de Jesús se vuelve hacia el espectador con expresión triste y serena, que contrasta con la crispación y el dolor del resto de las figuras. 

Detalle del rostro de Jesús

Un sayón, en segundo plano, acude a azotarle con violencia, además de tenerlo sujeto con una soja en la mano izquierda.

Detalle del sayón

A la derecha de Jesús se identifica a la Verónica, tras enjuagarle el rostro que se refleja en el lienzo que lleva en sus manos.

Sin olvidar, que el encuentro con la Verónica no se encuentra en los Evangelios Canónicos, PUES la cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.  

Detalle de la Verónica. El paño presenta, difuminada, la imagen de Jesús

A la derecha se dispone un grupo de personajes centrado en la Virgen con expresión de dolor, junto a una de las Santas Mujeres y San Juan.

Detalle de la Virgen, las Santas Mujeres y san Juan

Al fondo la comitiva que dirige a los ladrones en forma de figuras distorsionadas.

Detalle de la comitiva con los ladrones

A la izquierda de la composición, destacan dos personajes ataviados con turbantes que probablemente aluden al paganismo o al judaísmo y al sacrificio de Jesús por toda la humanidad. 

Detalle del personaje con turbante