Probablemente el cuadro estaba
destinado a la capilla funeraria del mismo Mantegna. Fue encontrado por sus
hijos en su estudio y vendido para pagar sus deudas.
Estamos ante uno de los escorzos
más violentos y sorprendentes de la historia de la Pintura (por lo novedoso y
técnicamente complicado que era algo así en su época). Cuando decimos
“escorzo”, hablamos de un recurso de perspectiva que se utiliza cuando una
figura o una parte de ella, en caso de haber una tercera dimensión, se
encuentra en forma perpendicular a la superficie pintada. Pero el artista no utiliza el recurso sólo
para demostrar esa capacidad, sino que lo utiliza con el sentido de dar
crudeza, realismo (Mantegna busca efectismo con ese escorzo dramático, y logra
una escena perturbadora, escandalosa.
Algunos estudios destacan que la
perspectiva de escorzo da la sensación de que el cuello y la cabeza estén
separados del resto del cuerpo, y lo relacionan con la cristología diofistia,
la ortodoxa, según la cual en este momento Jesús está muerto como hombre, pero
vivo en cuanto Dios.
En un fuerte contraste de luces y
sombras, la escena transmite un profundo sufrimiento y desolación. La tragedia
se potencia dramatizando la figura de Cristo por su violenta perspectiva y la
distorsión de sus detalles anatómicos. Un brutal realismo en la forma del
tórax.
Las
manos y los pies aparecen representados con los estigmas provocados por la
pasión, haciendo ver un terrible dolor.
La sábana que cubre
parcialmente el cadáver, pintada en los mismos tonos que el cuerpo, contribuye
al efecto sobrecogedor del conjunto que concluye en los rasgos de la cabeza,
inclinada e inmóvil.
El lienzo resalta las
formas y es parte de la técnica del Mantegna, de quien se ha dicho que
"esculpe" las figuras.
Tal vez sólo se dio
permiso de mostrar cierta frondosidad en los muchos pliegues de la sábana, de
una riqueza cromática y de claroscuro sin igual, que moldea las piernas del
difunto y sus genitales; pareciera como si esta sábana lo arropase con amor y
ternura, como si fuese un ser vivo que entendiese la muerte trascendental que
ha sucedido o bien, muestra que su cuerpo muerto fue tratado con ese mismo amor
y ternura por quien lo limpió y lo va a amortajar más tarde.
Sorprende la elección
de colocar en el centro la zona genital, aunque cubierta, lo cual ha llevado a
numerosas conjeturas
Cristo ha sido depositado sobre
la piedra de la unción, cubierta a medias por el sudario. La presencia de los
vasos de perfume, demuestra que ya se ha realizado esta tarea y a las mujeres y
a san Juan solamente les queda llorar la muerte del Maestro.
Andrea
Mantegna representa de este modo los lamentos sufridos por el fallecimiento de Jesús, conmoviendo al espectador y
adentrándolo en una escena de alta espiritualidad.
La perspectiva y la situación de
los personajes, invita a sentirte un protagonista más dentro de la obra.
Está rodeado por la Virgen María, San Juan Evangelista y por una tercera figura, identificable con una mujer piadosa o con María Magdalena, que lloran su muerte.
La desproporción de sus rostros,
excesivamente grandes, con lo pequeño de sus manos en primer plano y lo
descompensado de su integración en la composición hacen pensar en que son un
añadido posterior de otro artista.
La pintura, comparada con las
concepciones artísticas propias de la Edad Media, muestra una innovación propia del Renacimiento al representar una figura humana sin simbolismos.
Mantegna se concentró en un modo
muy específico en retratar el trauma físico más que el emotivo, contrario, por
tanto, al ideal espiritual.
Salvo el cuerpo y su escorzo,
todo lo demás es accesorio: las tres Marías que lloran ante el cadáver, la
almohada en que se apoya su cabeza con sus luces reflejadas, el recipiente de
ungüento al lado izquierdo, hasta la aureola se ha difuminado, como un símbolo
de que la vida se ha ido.
El cuerpo de Jesús está solo,
únicamente lo acompaña la sábana y la muerte.
Estaríamos en lo cierto si
hablamos de esta obra como una de las más importantes de Andrea Mantegna, que ha marcado un
antes y un después en cuanto a la perspectiva artística.
Jamás en la historia del arte se
había visto una figura humana desde este punto de vista. Mantegna sorprendió y
escandalizó a todos con este impresionante alarde de dominio de la perspectiva
y la proyección geométrica.
La muerte se abalanza sobre los
espectadores, que pueden contemplar simultáneamente las llagas de los pies, el
vientre hundido, las llagas de las manos y la patética faz de Jesús, con los
labios entreabiertos y la piel amoratada.
El gran protagonista de este
cuadro son los pies que se contemplan en primer plano. El artista los utiliza
en el sentido de dar realismo y gran crudeza a la escena con ese color
macilento y destrozados por los clavos. Mantegna busca efectismo con ese escorzo dramático, y logra una escena
perturbadora, escandalosa. El espectador pasa a formar parte de esa pequeña
habitación donde yace el cadáver.