SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
La lucha de san Jorge y el dragón. Pedro Pablo Rubens
No son muchos los datos que se tienen acerca del santo,
parece ser que pudo nacer en la región de capadocia, que fue soldado, y que murió decapitado en
defensa de su fe.
Esta obra posiblemente fue encargada para la
Iglesia de san Ambrosio en Génova, ciudad cuyo patrón es San Jorge. Tras la muerte de Rubens, en
junio de 1640, su familia puso a la venta sus bienes y sus pinturas y fue
adquirido por Felipe IV a través del infante
cardenal Don Fernando, hermano del rey y gobernador de los Paises Bajos, siendo
el ayuda de cámara Francisco de Rojas el encargado de realizar la compra.
La historia de San Jorge fue
popularizada por el escritor Jacobo della Voagine en su “Leyenda Dorada”, donde
se cuenta que san Jorge llegó a Silca (Libia), donde había un gran lago
habitado por un dragón. El pueblo, para aplacar la ira del monstruo, lanzaba
dos ovejas diarias como alimento. Cuando se acabaron las ovejas, comenzaron a
sacrificar a los habitantes del pueblo, elegidos por
sorteo. Así, le llegó el turno a la hija del rey quien, en su camino, se
encontró con San Jorge que
la salvó: "(...) enristró su lanza y, haciéndola vibrar en el aire y
espoleando a su cabalgadura, dirigióse hacia la bestia (...)cuando la tuvo al
alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió". Finalmente, el pueblo se
convirtió al cristianismo por la hazaña conseguida.
Rubens
representa el momento en el que san Jorge amenaza
con su espada al dragón, que aparece con la forma de un monstruo, en un escorzo muy forzado, con los ojos desencajados, se retuerce
bajo sus pies, sujetando la lanza con la
que el santo le ha atravesado la boca.
Al fondo vemos a la princesa, ricamente vestida como la
describe J. della Voragine, que sujeta la oveja con la que iba a ser
sacrificada. Destaca la sorpresa que
manifiesta la princesa o el temor reflejado en el cordero.
Se
representa a San Jorge en el centro de la composición ataviado como un general romano, con armadura y casco y con un
cuerpo robusto que se agita en su afán
por rematar al dragón.
Uno de los elementos más destacados de la composición es el
caballo, blanco encabritado, con detalles como la baba que surge de su boca en
referencia a los clásicos como Plinio el Viejo, que habla de cómo el pintor Zeuxis
engañaba a los mismos animales con su pintura.
Todo el cuadro tiene un gran simbolismo, pues representa la
exaltación de la vida, usando una tipología proveniente del mundo clásico para
representar un episodio religioso. Es la alegoría de la lucha entre
Jesucristo y Satanás. El santo,
representación del bien, vence a las fuerzas del mal, identificadas con el
diablo (llamado "dragón" en el Apocalipsis), por los méritos de su
fe. La presencia de la princesa se identifica, con la Iglesia.
El pie con una simple zapatilla y una espuela dorada
simbolizando la energía de la lucha del bien contra el mal.
Autor: Andrés Carranza Bencano