SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
Venus, Cupido y Marte. Guercino.
La
pintura fue un encargo de Francisco I de Este, duque de Módena, destinado a
embellecer su palacio de Sassuolo hacia 1632-1633. El registro del pago final
data del 18 de enero de 1634, cuando el artista recibió 126 escudos a través
del mayordomo de la corte, Cesare Cavazza. Se desconoce la cantidad adelantada,
aunque se estima que rondaría los 30 escudos.
Tras su
incorporación a la colección de los Este, la obra quedó inventariada entre 1692
y 1694 en la llamada Cámara de los Sueños
del palacio de Sassuolo. Más tarde, Francisco III de Este la trasladó a Módena,
después de haber vendido un importante conjunto de lienzos al emperador Augusto
III de Sajonia entre 1745 y 1746; alrededor de un centenar de estas piezas se
conservan hoy en la Gemäldegalerie de Dresde.
Durante
la ocupación napoleónica, el cuadro fue saqueado (1796-1815), pero tras la
restauración regresó a Italia y pasó a integrarse, junto con lo que quedaba del
patrimonio artístico de los Este, en la Galería Estense de Módena, donde se
exhibe actualmente.
El tema
procede del Libro X de las Metamorfosis
de Ovidio, una de las fuentes literarias más inspiradoras para los pintores
barrocos.
El
relato narra la relación adúltera entre Venus (Afrodita), diosa del amor y la
belleza, y Marte (Ares), dios
de la guerra.
Vulcano (Hefesto), esposo
de la diosa, dios del fuego, la forja y los
herreros, cojo, feo y desfigurado es informado
por Apolo, el dios
del Sol, de la traición, e ideó una venganza: fabricó una red
metálica, casi invisible e imposible de romper, con la que sorprendió y atrapó
a los amantes en el lecho. Orgulloso de su astucia, abrió las puertas de su
palacio para que los dioses contemplaran el engaño, transformando la escena en
una burla pública.
La
historia refleja la confrontación entre el deseo carnal y la institución
matrimonial, entre la pasión, la infidelidad y la venganza.
En la
obra de Guercino, se muestra a una sensual Venus reclinada
sobre un lecho, semidesnuda y de mirada penetrante, que dirige y señala al
espectador. A su lado, Cupido lanza sus flechas hacia fuera del cuadro,
prolongando la acción hacia quien lo contempla. La diosa apoya una mano sobre
la aljaba, decorada con un águila, emblema de la Casa de Este. Con este recurso,
el pintor rompe la frontera entre ficción y realidad, implicando directamente
al observador en el universo de pasiones y mitología que la obra encarna.
Detalle de Venus y Cupido
Detalle de Venus
Marte,
representado como dios de la guerra y ataviado con una armadura de su tiempo,
sostiene en la mano derecha un arcabuz. Con la izquierda descorre un cortinaje
rojo que recuerda a un telón teatral, abriendo la escena hacia el paisaje del
fondo. Su gesto y su expresión transmiten desdén y recelo, como si reprochara
la atracción que Venus dirige al espectador, identificado simbólicamente con su
comitente, Francisco I de Este, convirtiendo así la escena en un juego de
miradas y tensiones entre los personajes y quien contempla la obra.
Detalle de Marte
El detalle más
sugestivo de la composición es la ausencia de calzado, un recurso de fuerte
carga erótica en el lenguaje simbólico del Barroco. Los pies descalzos acentúan
la vulnerabilidad y, al mismo tiempo, intensifican la sensación de desnudez,
reforzando la dimensión sensual de la diosa.