martes, 26 de agosto de 2025

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Soledad en el ocaso. Johann Heinrich Füssli .

Soledad en el ocaso. Johann Heinrich Füssli. Entre 1795 y 1800. Óleo sobre lienzo. 102 × 95 cm. Colección privada, Zúrich. (ver) (CC BY 3.0)

Füssli integra en su pintura ecos manieristas y clasicistas con una fuerte impronta romántica, dando lugar a atmósferas cargadas de lo sublime, lo irracional y lo onírico.

Soledad en el ocaso presenta a una figura ensimismada, en contemplación, concebida a partir de un modelo michelangelesco (la figura de Naasón en la Sixtina), que se transforma aquí en emblema de recogimiento y melancolía. A ello se suma la resonancia literaria del poema Lycidas de Milton, que aporta al conjunto una dimensión elegíaca y meditativa.

La obra refleja el interés del pintor por lo nocturno y lo psicológico, y por trasladar al lienzo aquello que desborda lo real para situarse en un ámbito metafísico y profundamente emocional.

El perro que aparece a la derecha, con el hocico levantado en un gesto de aullido, actúa como contrapunto simbólico: remite a la fidelidad y a la compañía, pero también prolonga el lamento de la figura humana, reforzando la sensación de aislamiento en el espacio crepuscular.

Detalle del perro

Un detalle especialmente revelador es el pie desnudo. En el lenguaje visual de Füssli, ese tipo de acento anatómico se convierte en un signo cargado de significación: fragilidad existencial y vínculo con la tierra, evocación de la tradición clásica y religiosa, y al mismo tiempo ruptura de la solemnidad del cuerpo cubierto.

El pie expuesto introduce un foco visual que tensiona la escena entre lo revelado y lo velado, entre lo racional que se expresa en el gesto y lo instintivo que se insinúa en la corporalidad. De este modo, el artista refuerza uno de los ejes centrales de su obra: la oscilación entre lo sublime y lo vulnerable.

Detalle del pie desnudo

En primer plano, la planta del pie izquierdo muestra su morfología de Pie Cavo.

Detalle del pie izquierdo

Esquema de podograma de pie cavo

Por Andrés Carranza Bencano

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Venus, Cupido y Marte. Guercino.

Venus, Cupido y Marte. Guercino. 1633. Óleo sobre tela. 139 x 161 cm. Galería Estense. Módena. Italia. (ver) CC BY 3.0)

La pintura fue un encargo de Francisco I de Este, duque de Módena, destinado a embellecer su palacio de Sassuolo hacia 1632-1633. El registro del pago final data del 18 de enero de 1634, cuando el artista recibió 126 escudos a través del mayordomo de la corte, Cesare Cavazza. Se desconoce la cantidad adelantada, aunque se estima que rondaría los 30 escudos.

Tras su incorporación a la colección de los Este, la obra quedó inventariada entre 1692 y 1694 en la llamada Cámara de los Sueños del palacio de Sassuolo. Más tarde, Francisco III de Este la trasladó a Módena, después de haber vendido un importante conjunto de lienzos al emperador Augusto III de Sajonia entre 1745 y 1746; alrededor de un centenar de estas piezas se conservan hoy en la Gemäldegalerie de Dresde.

Durante la ocupación napoleónica, el cuadro fue saqueado (1796-1815), pero tras la restauración regresó a Italia y pasó a integrarse, junto con lo que quedaba del patrimonio artístico de los Este, en la Galería Estense de Módena, donde se exhibe actualmente.

El tema procede del Libro X de las Metamorfosis de Ovidio, una de las fuentes literarias más inspiradoras para los pintores barrocos.

El relato narra la relación adúltera entre Venus (Afrodita), diosa del amor y la belleza, y Marte (Ares), dios de la guerra.

Vulcano (Hefesto), esposo de la diosa, dios del fuego, la forja y los herreros, cojo, feo y desfigurado es informado por Apolo, el dios del Sol, de la traición, e ideó una venganza: fabricó una red metálica, casi invisible e imposible de romper, con la que sorprendió y atrapó a los amantes en el lecho. Orgulloso de su astucia, abrió las puertas de su palacio para que los dioses contemplaran el engaño, transformando la escena en una burla pública.

La historia refleja la confrontación entre el deseo carnal y la institución matrimonial, entre la pasión, la infidelidad y la venganza.

En la obra de Guercino, se muestra a una sensual Venus reclinada sobre un lecho, semidesnuda y de mirada penetrante, que dirige y señala al espectador. A su lado, Cupido lanza sus flechas hacia fuera del cuadro, prolongando la acción hacia quien lo contempla. La diosa apoya una mano sobre la aljaba, decorada con un águila, emblema de la Casa de Este. Con este recurso, el pintor rompe la frontera entre ficción y realidad, implicando directamente al observador en el universo de pasiones y mitología que la obra encarna.

Detalle de Venus y Cupido

Detalle de Venus

Marte, representado como dios de la guerra y ataviado con una armadura de su tiempo, sostiene en la mano derecha un arcabuz. Con la izquierda descorre un cortinaje rojo que recuerda a un telón teatral, abriendo la escena hacia el paisaje del fondo. Su gesto y su expresión transmiten desdén y recelo, como si reprochara la atracción que Venus dirige al espectador, identificado simbólicamente con su comitente, Francisco I de Este, convirtiendo así la escena en un juego de miradas y tensiones entre los personajes y quien contempla la obra.

Detalle de Marte

El detalle más sugestivo de la composición es la ausencia de calzado, un recurso de fuerte carga erótica en el lenguaje simbólico del Barroco. Los pies descalzos acentúan la vulnerabilidad y, al mismo tiempo, intensifican la sensación de desnudez, reforzando la dimensión sensual de la diosa.

Detalle de los pies de Venus

Por Andrés Carranza Bencano