EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
DESCENDIMIENTO
El descendimiento de la Cruz. Rogier van der Weyden.
Se pintó, antes de 1443, para la capilla de Nuestra Señora de Extramuros de Lovaina, fundada en el siglo XIV por el gremio de ballesteros, vendida en 1789 y demolida poco después.
En honor a dicho gremio, el artista incluyó las dos pequeñas
ballestas que cuelgan en la tracería de las dos esquinas mayores de la tabla.
La regente de los Países Bajos María de Hungría, hermana de Carlos V,
canjeó la pintura original por un órgano y una réplica de la original, pintada
por Michel Coxcie, para su palacio de Binche en 1549, y posteriormente la donó
a su sobrino Felipe II que la tenía en la capilla del Pardo en 1564.
El pintor Juan Fernández Navarrete (Navarrete el Mudo) creo, por encargo
de Felipe II, dos alas o postigos en
grisalla que devolvieron a la obra su estado general de forma de tríptico,
aunque se perdieron posteriormente, al igual que los originales.
En 1567, Felipe II encargó a Coxcie una nueva replica para el Pardo
mientras el original se enviaría al Monasterio de El Escorial. Actualmente,
esta copia pertenece al Museo del Prado y está cedida en depósito al Monasterio
del Escorial.
En 1936, al estallar la Guerra Civil Española fue trasladada desde el
Monasterio de El Escorial al Museo del Prado. En febrero de 1939 fue llevada a
Ginebra junto a otras obras del Museo. Afortunadamente, al terminar la guerra
fue devuelta al Museo del Prado donde fue incluida, en 1943, por decreto del
gobierno de Franco. Actualmente, permanece en este último Museo bajo la fórmula
jurídica de depósito temporal renovable, cuya última actualización es de
1998.
Esta obra ha sido objeto de innumerables copias. Así, en 1430 un pintor
desconocido realizó una réplica para la capilla de una familia de Lovaina, en
la Iglesia de san Pedro, que actualmente está en el Museo M de Lovaina, y existe
una copia española, que aportó Leonor de Mascareñas en 1563 al fundar el
convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Madrid, que pasó al Museo del
Prado tras la desamortización de Mendizábal, y que actualmente se exhibe en
depósito en la Capilla Real de Granada.
La obra tiene forma rectangular, con un saliente en el
centro de la parte superior y encaja un gran número de personajes en una tabla
de dimensiones no muy grandes, estipulada por el comitente.
La obra incluye en una sola escena dos episodios, “el Descendimiento
de la Cruz” y “el Espasmo de la Virgen María”, que según el texto apócrifo conocido
como “Las Actas de Pilato”, realmente habría ocurrido cuando María vio a Jesús en la Vía Dolorosa, pero se prefirió representarla junto a la Cruz (Stabat
Mater), según el evangelio de san Juan.
El fondo es liso, de color dorado, semejando un
tablero, con lo que las figuras parecen esculturas policromadas. Este fondo de
oro simboliza la eternidad y es propio de lo divino.
En primer término y en la parte inferior de la
composición hay un pequeño fragmento de paisaje, un pequeño matorral con una calavera
y un fémur que podría aludir a la vida después de la muerte.
Jesús aparece con el cuerpo pálido y en estado de
absoluta relajación, como corresponde a su muerte inmediata, sin signos de la
flagelación.
La cabeza muestra la corona de espinas con el sangrado
de la frente. Curiosamente solo presenta una barba incipiente y cerrada que debe
entenderse como crecida durante los días de tormento. Los ojos cerrados.
De la herida del costado mana sangre que desciende
hasta la cara interna del muslo y el paño de pureza es tan transparente que
permite ver a la sangre fluyendo por debajo pero sin llegar a mancharlo.
El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz por tres hombres. El más joven, que parece un criado, tiene los dos clavos sanguinolentos que han quitado de las manos de Cristo y va vestido con un pañuelo blanco, unas medias también blancas y una casaca de damasco azul claro.
La figura que viste de dorado es probablemente José de
Arimatea, el hombre rico que consiguió que Pilato le entregasen el cuerpo de
Cristo y lo enterró en un sepulcro nuevo que reservaba para sí (Mt 27, 57-60). Destaca
la tristeza de su rostro lleno de lágrimas.
José de
Arimatea y Nicodemo sostienen el cuerpo exánime de Cristo con la expresión de
consternación a que obliga el fenómeno de la muerte.
El hombre barbado y vestido de verde que está detrás
de José de Arimatea es probablemente otro criado, que lleva en sus manos el
tarro que contendría el perfume
de nardo, auténtico y costoso con que Magdalena ungió los
pies de Jesús (Juan 12: 3). Su postura está forzada para que su pie
derecho y el ribete de piel de su vestido oculten en parte un larguero de la
escalera.
La Magdalena es representada en el lado derecho con
las manos entrecruzadas y los pies cruzados apoyándose en el lateral de la caja
dorada para mantenerse de pie, con el cuerpo doblado y una gran expresión de
dolor.
Lleva un
cinturón que simboliza la virginidad y la pureza. Este cinturón se encuentra
alineado con los pies de Cristo y la cabeza de la Virgen, y en él aparece una
inscripción que hace referencia a ambos: IHESVS MARIA.
A la izquierda, la Virgen se ha desvanecido y ha caído
al suelo en una postura que repite la del cuerpo muerto de Cristo. Tiene los
ojos en blanco, entrecerrados. Las lágrimas resbalan por su rostro, y junto a
la barbilla una de ellas está a punto de gotear.
En su posición alarga la pierna izquierda, de manera
que el pie y el manto esconden la base de la cruz y uno de los largueros de la
escalera.
La Virgen es sujetada por San Juan Bautista, ayudado
por una mujer vestida de verde que es probablemente María Salomé, hermanastra
de la Virgen y madre de Juan. La mujer que está situada detrás de Juan puede
ser María Cleofás, la otra hermanastra de la Virgen, de la que destaca el ojo
lacrimoso.
Finalmente destacamos el pie cavo de San Juan.