jueves, 23 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

CORONACIÓN DE ESPINAS

Coronación de espinas. Giandomenico Tiepolo.

Procede del Convento de San Felipe Neri en Madrid, donde formaba parte de un conjunto de ocho escenas de la Pasión de Cristo, todas ellas pertenecientes en la actualidad al Museo del Prado.

Destaca las deformadas proporciones de algunas de las figuras, fundamentalmente las piernas del propio Cristo. Esto podría deberse a que esta serie fue concebida como sobrepuertas o, quizás, porque desde el principio se tuvo presente la necesidad de colocarlos en un lugar alto, quizás para ser contemplados simultáneamente por un grupo numeroso de fieles

La escena bíblica narra el pasaje de la Pasión de Cristo del Nuevo Testamento (Mateo 27, 27-31; Marcos 15, 16-18; Juan 19, 1-3) en el que Jesús es humillado por los soldados, quienes se burlan de Él vistiéndole de rey antes de su Crucifixión (ver).

Un sayón ajusta la Corona de espinas sobre la cabeza de Cristo, que aparece cubierto por un paño blanco y una capa púrpura, rodeado de otros personajes.

Destaca la agresividad de los sayones frente a la pasividad de Jesús.

Detalle de las caras

Al fondo a la derecha aparece un busto de Tiberio (42 a.C.-37 d.C), emperador romano en aquel momento.

Detalle de Tiberio

En los Evangelios no se refiere si Jesús caminó hasta el calvario con o sin calzado, como muestra todas las representaciones artísticas.

En la mayoría de las religiones, la exposición de los pies es considerada como señal de humildad, pero también simbolizan el estatus divino, pues andar descalzos requiere una resistencia sobrehumana al dolor.

Detalle de los pies descalzos de Jesús frente a los demás personajes

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Coronación de espinas.

La coronación de espinas. Dyck, Anton van. 1618-1620. Óleo sobre lienzo. 225 x 197 cm. Museo del Prado. Sala 016B (ver)

El episodio, narrado en los Evangelios de Mateo (27:29), Marcos (15:17) y Juan (19:2), es el momento de la Pasión de Cristo que tiene lugar después de la "Flagelación", cuando los soldados romanos, a punto de llevar a Jesús al lugar de su suplicio, quisieron burlarse de él, adorándolo como Rey de los Judíos:

“Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto púpura; y trenzando una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!, y después de escupirle, cogían la caña y le golpeaban con ella la cabeza”. (Mt 27:27-30).



Antiguamente, cuando un soldado romano prestaba un gran servicio a Roma, se le concedía la corona cívica, también llamada corona civil o corona de roble, que representaba un gran honor. Esta corona era de roble, y en esta insignia honorífica pensaban los soldados romanos cuando coronaron la cabeza de Jesús con una corona de espinas.

Corona cívica

Además, le colocan el manto púrpura, símbolo de realeza, y una caña en la mano, para simbolizar el cetro o bastón de mando.

La coronación de espinas. Caravaggio. 1604. Óleo sobre lienzo. 178 x 125 cm. Palacio degli Alberti. Prato. Italia. (ver)

Jamás en la historia se había dicho, sabido o escrito, que a alguien se le hubiera puesto en la cabeza una corona de espinas. "No hay ningún documento donde conste la coronación de espinas", dice en su libro la historiadora María Grazia Siliato, "ni entre los romanos, ni en ningún otro pueblo".

A pesar de que hay documentadas miles de crucifixiones, no se sabe de ninguna otra en la que además se colocara al reo una corona de espinas, por ello, esto constituye un dato que permite relacionar a Jesús con el hombre de la Sindone.

La coronación de espinas. Ribera. José de. 1616-1618. Óleo sobre lienzo.197 x 115 cm. Casa-Palacio de las Dueñas. Sevilla. (ver)


La planta que emplearon los soldados para hacer la corona tenía espinas largas y anchas de punta muy aguda, por lo que podría haber sido la rosácea Poterium spinosum (Linneo), la rhamnácea Zizyphus spina-Christi o la Goundelia tournefortii, pues las tres son habituales en la región de Palestina.  

Distintas plantas corrientes en Palestina caracterizadas por sus espinas fuertes y largas, que pudieron  ser empleadas para trenzar la corona 


En el estudio realizado por el Dr. Hermosilla, desde el punto de vista de la Medicina Forense, considera que las espinas de las especies vegetales que pudieron ser utilizadas, debían tener 2,5 cm y la consistencia suficiente como para poder atravesar el cabello y la gruesa piel cefálica en todo su espesor y llegar incluso a ocasionar marcas identificables macroscópicamente en la tabla externa de los huesos de la bóveda craneal, aunque sin llegar a atravesarlos, descartando la posibilidad de que las espinas llegasen a penetrar dentro de la cavidad craneal, produciendo algún tipo de lesión neurológica.

Y efectivamente, los Evangelios no mencionan ninguna alteración en el comportamiento de Jesús de Nazaret que pueda justificar la presencia de lesiones cerebrales.

Según el estudio del antropólogo Judica Cordiglia, las heridas punzantes son unas 50, y afectan la región frontal, parietal, temporal y occipital, por lo que la corona de espinas no tenía forma de aro o corona, como aparece en la mayoría de las representaciones artísticas, sino forma de casquete o bonete.

Recreación de la corona de espinas tipo pileus



El casquete tendría una base, o banda, o cinta ancha, sobre la que se había tejido el bonete de espinas que rodeaba la cabeza. Sobre la cinta se fijarían unas cuerdas que permitirían, por fuerte tracción hacia abajo, perforar, como hemos dicho, el cabello y el cuero cabelludo y al mismo tiempo encajar fortísimamente el casquete espinoso, para que no se moviera, evitando la manipulación directa por parte de los soldados, pues conllevaría la lesión de sus manos. 

El cuero cabelludo es deslizable sobre el plano óseo y está muy bien vascularizado e inervado, por lo que las heridas pueden ser muy dolorosas y muy sangrantes.

El Dr. Hermosilla asegura que “cualquier herida en el cuero cabelludo o la cara, por pequeña e insignificante que resulte, no sólo sangra profusamente, de un modo absolutamente desproporcionado a su tamaño y gravedad, sino que, además, resulta más dolorosa que otra de características similares en cualquier otro lugar de la superficie corporal”.

Estarían lesionados, en la frente los nervios supraorbitarios (procedentes de la primera rama del nervio trigémino) y los nervios frontales (procedentes del quinto par craneal) que llegan a inervar, aproximadamente, hasta el centro del cráneo. Las caras laterales de la cabeza están inervadas por los nervios auriculo-temporales, y la cara posterior por el nervio occipital mayor, el occipital menor y los nervios retroauriculares.

Esquema de la inervación cráneo-facial

Esquema de la colocación del bonete de espinas sobre una foto anatómica del cráneo. Se representan los nervios en amarillo 


La hemorragia que se aprecia en la Síndone es provocada por lesiones arteriales y venosas del cráneo.

En la frente están lesionadas todas las ramas de las arterias frontales que a su vez lo son de las supraorbitarias, y éstas de la arteria facial, que llega desde la arteria carótida externa. En las zonas parietales, todas las arterias interesadas por espinas son también ramas de la carótida externa, al igual que las de la cara posterior de la cabeza.

Esquema arterial cráneofacial

Esquema de la colocación del bonete de espinas sobre una foto anatómica del cráneo. Se representan las arterias en rojo. 


Y lo mismo ocurre con el sistema de retorno venoso, que drena en las dos yugulares, interna y externa, y en la vena ácigos dorsal, que desciende por el centro de la nuca.

Esquema venoso

Esquema de la colocación del bonete de espinas sobre una foto anatómica del cráneo. Se representan las venas en azul. 


Curiosamente, una gota más marcada que las demás se encuentra en la región mediana de la frente y ofrece la forma de un “3” invertido: la sangre se ha abierto camino entre las arrugas de la frente en dos momentos, primero cuando se contrajeron los músculos de la piel, en el espasmo del dolor, y luego en su relajamiento final al momento de la muerte.


Imagen de la frente del hombre de la Síndone con un reguerillo de sangre en forma de “3” invertido que nace de la raíz del pelo y llega hasta la ceja. 


El Dr. Hermosilla concluye que es juicioso suponer que estas lesiones ocasionaron una aparatosa pérdida de sangre que debía cubrir la práctica totalidad del cabello, cara, cuello, hombros, y parte superior del tórax, tal y como se puede apreciar en la Síndone, donde se ve que tanto los cabellos, como el bigote y la barba aparecen completamente cubiertos de sangre.

La parte occipital se presenta fuertemente castigada, como si la corona hubiera sido continuamente frotada y apretada contra la cabeza. Ello hace suponer que el hombre de la Síndone llevó la corona durante el camino al Calvario y también en la cruz.

También corrobora este dato el hecho de que se distingue nítidamente los coágulos de la nuca, pues, si no hubiera llevado la corona durante el camino y en la cruz, las continuas fricciones contra el patibulum hubieran deformado los coágulos, y tampoco se hubieran formado esos coágulos tan nítidos si le hubieran quitado la corona antes de crucificarlo.


Composición donde se representa la corona de espinas en la cara posterior del cráneo  con una fotografía de la Sabana Santa de la región, en que se ven las manchas de sangre que circundan por detrás de la cabeza


Composición en que se superpone una cruz para observar como la cara posterior de la corona de espinas, al apoyar sobre el “stipe”, y moverse durante los movimientos respiratorios se clava más en el cuero cabelludo


Es sorprendente observar que las manchas de sangre, tan abundantes en el rostro y en la cabeza, no se observan en la nuca ni en el centro de la región, entre las escápulas.


Manchas de sangre de la cabeza, pero no hay manchas mas abajo

La explicación, según el sindónologo Julio Marvizón, es que el hombre de la Sábana Santa tenía el pelo recogido en una coleta que colgaba hasta el centro de la espalda, entre los omóplatos, como era usual entre los judíos en los tiempos de Jesús, según  confirman los rabinos.

El historiador británico lan Wilson también llamó la atención sobre este detalle: "Es la característica más sorprendentemente judía en la Sábana Santa". 

Jesús, según la costumbre judía de su tiempo, usaba coleta, que le protegió la zona cubierta de ser herida

Aunque la participación de la coronación de espinas, en el deterioro del estado general, sería menor que la flagelación, no cabe duda que la hemorragia en la cabeza colaboraría en la hipovolemia y el dolor en el shok traumático, es decir, que sería otro factor nada despreciable de la instauración permanente de la acidosis metabólica y la insuficiencia renal.


Fisiopatología de la flagelación, por el Dr. De Palacios Carvajal


El descubrimiento de la corona de espinas se le atribuye a Santa Elena, madre del emperador Constantino. Hacia el año 326 peregrinó a Jerusalén y, según parece, halló la Vera Cruz en la que fue crucificado Jesús. Hay leyendas que también asignan a Santa Elena el descubrimiento, en este mismo momento, de otras reliquias como los clavos o la corona de espinas.

Existen referencias de su presencia en Jerusalén  desde el siglo V, pues el obispo Paulino de Nola, en su diario de viaje del año 409, escribe que en Jerusalén “a las espinas con las cuales Nuestro Redentor fue coronado se rendía homenaje, junto a la Santa Cruz y la columna de la flagelación”. 

San Vicente de Lerins, en la primera mitad del siglo V decía que la corona de espinas de Cristo formaba parte del “sagrado ajuar” venerado en Tierra Santa y que la reliquia “tocaba y revestía por todas partes su cabeza”.

Se describe su ubicación en la Basílica de Sion en el 570 y en testimonios posteriores, como el de Gregorio de Tours, a finales del siglo VI, se tiene constancia de que se encontraba en Jerusalén.

En el siglo vii fue trasladada a Constantinopla debido a las invasiones persas y en el siglo x, con motivo de una crisis económica en el imperio, pasó a manos de prestamistas venecianos. 

En el siglo XIII, fue adquirida por el rey de Francia Luis IX (San Luis), por intermediación de un comerciante veneciano, y al mismo tiempo se hizo con otras reliquias de Cristo como el hierro de la lanza, la esponja o una parte de la cruz.

Estas reliquias llegaron a París el 10 de agosto de 1239 y el propio monarca entró con ellas descalzo a la ciudad. Para albergar tan preciadas reliquias, mandó construir La Sainte Chapelle de París, como lugar de veneración de la reliquia.


Durante la Revolución Francesa, fue trasladada a Biblioteca Nacional de Francia, y en 1801, el Concordato de la Iglesia Católica determinó que era propiedad de la Iglesia y se trasladó a la catedral de Notre Dame, donde está depositada desde entonces, salvándose del incendio de este Templo el 15 de abril de 2019. 

Catedral de Notre Dame

La reliquia actual es una circunferencia de ramas o juncos entrelazados de 21cm. de diámetro, que se encuentra conservada en un relicario de cristal de roca de 1896.


Al parecer dicha circunferencia sería como la base que sirvió para entrecruzar o amarrar las ramas de espinas, pero carece de ellas, pues tanto los emperadores bizantinos como los reyes de Francia, repartieron las espinas por toda la cristiandad.

Sumando todas las espinas procedentes de la reliquia de París y las de otras procedencias, el número de reliquias existentes supera las 700, de las cuales ciento sesenta se encuentran en Italia. En Roma son cerca de veinte las que reciben veneración pública, incluyendo dos en la Basilical de San Pedro y una en San Juan de Letrán. En España hay en la Catedral de Barcelona, el santuario de Montserrat, el monasterio de la Santa Espina en la provincia de Valladolid (regalada en Francia en 1146 a la infanta-reina Sancha Raimúndez por Luis VII de Francia), El Escorial, y la custodiada en Sevilla por la cofradía de El Valle.