lunes, 16 de junio de 2025

EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificado de la Reconciliación. Iglesia de san Román.

Retablo del Cristo de la Reconciliación

El pecado rompe la comunión entre Dios y la humanidad, generando una verdadera enemistad. La Sagrada Escritura nos recuerda esta separación: “éramos enemigos” de Dios (Romanos 5,10); nuestra “carne es enemiga de Dios” (Romanos 8,7); y estábamos “alejados” y con un “ánimo hostil” (Colosenses 1,21).

Solo un acto único, realizado por una sola persona, podía devolvernos la amistad con Dios: la entrega expiatoria de Cristo. La muerte de Jesús constituye el centro mismo de la reconciliación. San Pablo afirma que “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” y que esto ocurrió “en su cuerpo de carne, por medio de su muerte” (Romanos 5,10; Colosenses 1,22).

Estas afirmaciones subrayan el papel central de la pasión y muerte de Cristo en el misterio de la reconciliación, y revelan la forma concreta en que esta se llevó a cabo. La reconciliación exigió una muerte real y un sacrificio total: términos como “cuerpo”, “carne” y “muerte” aluden directamente a la dimensión tangible y redentora de la expiación.

El sacramento de la Reconciliación es el medio por el cual recibimos el perdón y la curación interior que tanto necesitamos. Durante su ministerio, Jesús solía decir a los enfermos: “Tus pecados te son perdonados”, mostrando que su misión era sanar tanto el cuerpo como, sobre todo, el alma, llamando al arrepentimiento para obtener el perdón.

En la confesión sacramental accedemos a la gracia sanadora de Cristo a través de la absolución impartida por el sacerdote. Los signos visibles de este sacramento son la confesión sincera de los pecados y las palabras de perdón pronunciadas por el ministro.

Una expresión artística de esta verdad es el Crucificado de la Reconciliación, también conocido bajo la advocación de la Penitencia. Esta imagen, muy desconocido para muchos, de autor anónimo y datada a finales del siglo XVI, se encuentra en la Iglesia de San Román de Sevilla.

Originalmente pertenecía al antiguo convento de la Paz (ver), actual sede de la Hermandad de la Mortaja (ver), y fue trasladada a San Román (ver), junto con dos retablos, durante las labores de restauración realizadas en los años cuarenta del siglo XX. En un principio estuvo situado en las cocinas del convento, y tras la desamortización pasó a ocupar su lugar en la iglesia.

Durante los años en que san Román permaneció cerrado por su restauración, este Cristo, del que no consta que nunca haya sido titular de ninguna cofradía, recibió culto en Santa Catalina (ver), junto al retablo de Santa Lucía.

A comienzos de los años noventa fue restaurado, ya que la encarnadura de la imagen se hallaba muy oscurecida debido a su antigua ubicación. En esa intervención también se reemplazó el primitivo paño de pureza, de tamaño reducido, por otro más largo, confeccionado en tela encolada.

Cristo de la Reconciliación

Se trata de un cristo muerto, después de sufrir la lanzada en el hemitórax derecho, que presenta los ojos y la boca entreabierta.

Detalle del rostro y de los brazos

Detalle del rostro

Como hemos comentado, el paño de pureza actual es de tela encolada, anudado en el lado derecho desde donde cuelga verticalmente.

Presenta graves erosiones en ambas rodillas, especialmente la derecha.

 

Detalle del paño de pureza y de las rodillas

Detalle oblicuo del paño de pureza y la rodilla derecha

Los pies están fijados con un solo clavo, con el pie derecho sobre el izquierdo.

Detalle frontal de los pies

Detalle lateral de los pies

Detalle lateral de los pies

Por Andrés Carranza Bencano