EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Hortus Deliciarum.
La crucifixión de
Jesucristo. ilustración del Hortus Deliciarum de Herrad von Landsberg
Es una enciclopedia escrita por Herrad von Landsberg, Abadesa de la Abadía de
Hohenbourg, en Alsacia, en el Sacro Imperio Romano Germánico, alrededor
de 1175, ilustrada con 344 miniaturas, y escrita en latín, resumiendo los
conocimientos teológicos y profanos de aquellos tiempos, con el fin de educar a
las monjas de la Abadía.
El manuscrito fue conservado en la Abadía de Hohenbourg, pero
después del gran Incendio de 1546, que destruyó casi por completo la abadía, la
última abadesa, Inés de Oberkirch, dejó la propiedad de la misma al obispo de
Estrasburgo, y así el "Hortus Deliciarum" se convirtió en parte de
los archivos diocesanos Saverne.
Más tarde el manuscrito fue encontrado en la Cartuja de
Molsheim, donde en el siglo XVII se hizo una copia del texto.
Durante la Revolución francesa, el manuscrito pasó a la
Biblioteca del Distrito de Estrasburgo.
Biblioteca nacional y universitaria de Estrasburgo
El original se quemó en la noche del 24 al 25 de agosto de 1870,
durante la Guerra franco-prusiana, en un incendio que estalló durante el sitio
de Estrasburgo, en la Biblioteca Nacional y universitaria de Estrasburgo, donde
estaba almacenado en ese momento.
Guerra
franco-prusiana. Raoul Arus. Finales del siglo XIX. Óleo sobre lienzo. 77 x 113
cm.
Gracias a la disponibilidad de copias y reproducciones de la
mayoría de las miniaturas, y los textos en latín que las acompañaban, se ha
logrado reconstruir este testimonio único de la historia
cultural y religiosa medieval de Alsacia.
Ha sido posible reconstruir 254 de las 344
Miniaturas del "Hortus Deliciarum", al menos en las líneas generales. En 1879 la
sociedad encargó al canónigo y arqueólogo de Estrasburgo Alexandre Joseph Straub
preservar el documento histórico alsaciano, con la tarea, que fue completada en
1899 por G. Keller, de empaquetarlo en 113 placas de gran formato.
Representa la crucifixión con todos
los detalles simbólicos, correspondientes al siglo XI, y hasta
finales de la Edad Media, en que la representación
fue ganando en crudeza, pues Jesús comenzó a representarse como un ser humano, capaz
de experimentar los dolores físicos y morales.
La miniatura nos muestra todos los
elementos agrupados que de ordinario se encuentran aislados.
Jesús aparece muerto, su cuerpo se desploma
y flexiona, con los ojos cerrados, y la cabeza caída hacia la derecha. Según los teólogos su muerte
no se debió a un proceso orgánico sino a un acto de voluntad divina y la escena de la muerte de Cristo culmina el ciclo de la Pasión, por lo que se coloca en la
parte más alta de los Retablos.
Jesucristo es
el nuevo Adán y con su pasión da lugar al nacimiento de la Iglesia
eliminando los poderes de la antigua sinagoga.
Se cree que
Jesús muere donde se había enterrado Adán de modo que su sangre habría caído
sobre los huesos de nuestro primer padre.
Porque, el lugar en que se asienta la Cruz, según las Escrituras, es el monte Gólgota (que en
arameo significa calavera), el mismo
dónde fue sepultado Adán, por ello, a los pies de la Cruz se represente una calavera, el cráneo de Adán, o incluso al
primer hombre saliendo de la tumba.
Según los Evangelios Apócrifos, la sangre de Jesús al derramarse, corrió a través de una grieta hasta los huesos de Adán,
mojándolos, quedado perdonado así de su pecado y bautizado como cristiano.
Para ello, los teólogos se basaron en el
pasaje de la muerte de Cristo narrada en el Evangelio de Mateo, en el que narra
que “la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos, y
muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron" (Mt 27:52). De este modo,
aunque en ningún momento se menciona el nombre de Adán, se estableció la
relación entre el Pecado Original y la Muerte Redentora de Cristo.
La leyenda cuenta que cuando murió
Adán, le pusieron en su boca una semilla del Árbol de la Ciencia, el árbol del
bien y del mal, y esta germinó al enterrarlo. Con la madera de dicho árbol construyeron la Cruz dónde moriría Cristo, que se plantó en el mismo
lugar dónde descansaban los restos
del primer hombre.
No existe ninguna evidencia histórica
de la existencia de Adán y menos aún de que fuera enterrado en la capilla del
Santo Sepulcro, a pesar de ello, se sigue exhibiendo la oquedad en la roca y la
grieta que la conecta con el agujero donde se supone que se colocó la cruz.
La “Cueva de
los Tesoros” (narración anónima apócrifa basada en los textos de la Biblia y
escrita en siriaco a finales del siglo VI o principios del VII) establece otro
paralelismo entre Andan y Cristo. Jesús murió un viernes, el mismo día que Adán, a la hora de tercia en que Adán cometió
la falta del Pecado Original, por la que perdió al género humano y fue expulsado del Paraíso Terrenal. En viernes se pecó y en viernes se perdonó el
pecado, dándole al sacrificio de Cristo la significación de la victoria sobre
la muerte a la que Dios destinó a todos los humanos por haber comido el fruto
del árbol de la sabiduría.
Lo mismo que
Eva había nacido de la costilla de Adán, para perder al género humano, la
Iglesia (la nueva Eva) salió del costado abierto de Jesús para salvar a la
humanidad, y recoge en su cáliz la sangre y el agua que salieron de la llaga de
Jesús, que son el símbolo de los dos principales Sacramentos: El Bautismo y la
Eucaristía.
Jesús muriendo
ha dado lugar al nacimiento de la Iglesia, y ha abolido los poderes de la
Sinagoga. La Iglesia se sitúa a la derecha, coronada, nimbada, con un
estandarte triunfal en la mano. La Iglesia
sentada sobre un animal de cuatro patas y cuatro cabezas que representa los
cuatro animales evangélicos.
La Sinagoga a
la izquierda con los ojos cubiertos con una banda, en una mano sujeta la asta
rota de su bandera y en la otra deja escapar las tablas de la Ley, mientras la
corona cae de su cabeza. La sinagoga montada sobre un asno encabritado que recula en
lugar de avanzar.
María
reemplaza a la Iglesia, no solo es la madre de Jesús sino que también es la madre de la Iglesia, y Juan representa a la Sinagoga.
Por ello, la virgen se sitúa siempre a
la derecha de la Cruz y San Juan a su
izquierda. Aparecen de pie y en
posturas serenas. María puede
aparecer con las manos cruzadas sobre el pecho,
la cabeza inclinada y el gesto compungido, y San Juan suele apoyar su rostro en
una de sus manos, expresando su
pena.
El simbolismo reemplaza la Iglesia por Longinos a la
derecha de Jesús y la Sinagoga por Estephaton, a la izquierda.
El bueno y el mal ladrón simbolizan la nueva Iglesia y
la antigua sinagoga.
Así, los dos ladrones pueden acompañar en sus cruces a Cristo, aunque
aparecen atados y no clavados a ellas. El buen ladrón, Dimas,
aparecerá a la derecha y Gestas, el malo, aparece a la izquierda.
Otros
elementos muy característicos que acompaña la Crucifixión son las representaciones del Sol y la Luna.
Aparecen a ambos lados de la cruz, normalmente sobre ella, respectivamente a derecha e izquierda. Estas figuras
pueden ser antropomórficas o no, pero
siempre son identificables por portar los rasgos característicos de sus astros,
como los rayos solares o una media
luna. Su significado puede interpretarse como una referencia a lo eterno,
pero también como que el
poder divino está por encima
de ellos.
Finalmente, el velo rasgado del templo, situado
en lo alto de la composición, indica la sustitución de la Antigua Ley por la
Nueva.