domingo, 10 de marzo de 2024

 PATOLOGIA DEL PIE EN LA PINTURA

Hallux Valgus

La Trinidad. El Greco.

La Trinidad. El Greco. 1577-1579. Óleo sobre lienzo. 300 x 179 cm. Museo del Prado. Sala 008B (CC BY 3.0)


En 1577, esta obra fue uno de los primeros encargos que recibió el Greco al llegar a España, junto al Expolio (ver), por parte de don Diego de Castilla, deán de la catedral de Toledo, y estaba destinado a ocupar la parte superior del retablo del convento de los cistercienses de santo Domingo el Antiguo en Toledo.

Este retablo mayor presentaba en la calle central, por encima de un enorme sagrario desaparecido, la “Asunción de la Virgen” (actualmente en Chicago Art Institute), en la parte superior “La Trinidad” y en el ático una “Santa Faz” pintada sobre madera (colección particular). En las calles laterales en cuatro lienzos de dimensiones más reducidas, aparecían las imágenes de cuerpo entero de San Juan Bautista” y “San Juan Evangelista”, y los dos bustos largos de San Bernardo” (State Hermitage Museum de san Petersburgo), y “San Benito” (Museo del Prado P817). Remataban el frontón tres esculturas doradas con las virtudes teologales, flanqueadas por otras dos de profetas.

Esta obra pasó a la colección del escultor Valeriano Salvatierra y fue adquirida en 1827 por Fernando VII y se trasladó al Museo del Prado en 1832.

La Trinidad debía verse a bastante altura, lo que en parte explica la perspectiva, la monumentalidad y el sentido escultórico de las figuras. 

La escena de la Trinidad no es bíblica puesto que no viene narrada en ningún Evangelio, se trata de un misterio teológico que representa la consumación de la redención. El hijo vuelve al Padre después de haber entregado su vida en la Cruz y el padre recibe y acoge al hijo muerto, tras sufrir con él. Así Dios Padre ha estado participando en la obra de la reconciliación, no ha sido un mero espectador, y por eso, cuando todo se ha cumplido, lo acoge en su misericordia infinita.

El Greco para representar la Santísima Trinidad adaptó una iconografía de origen bajo-medieval, conocida como “Thronum Gratiae”, y la composición se basa en una xilografía de Durero (1511) con la Trinidad como “trono de misericordia”, con Dios Padre, entronizado como un anciano barbado, recogiendo en su regazo el cuerpo de Cristo bajo la paloma del Paráclito, y en la que Dios Padre, que acepta el sacrificio de su hijo, ocupa el lugar de la Virgen María, en una especie de “Piedad Masculina”.

El cuadro presenta una composición muy original, pues presenta forma de corazón dentro del cual se desarrolla toda la acción del lienzo. 

El cuadro está lleno de simbolismo y detalles significativos.

En la parte superior destaca el color amarillo del cielo dorado que enmarca la nívea aparición del Espíritu Santo representado en forma de paloma. Una alusión a este tema se halla en la epístola a los hebreos 4:16.

Detalle del Espíritu Santo

Los tres ángeles de la izquierda parecen alegorías de las tres virtudes, fe, esperanza y caridad en relación con el misterio de la Santa Trinidad. Solo un amor así es digno de fe. Solo una entrega así es digna de esperanza. Solo una entrega así puede representar la caridad.  

Detalle de los tres ángeles de la izquierda

Los ángeles son testigos sufrientes y activos participantes de la escena, colaborando en la tarea de sostener al Hijo y consolar al Padre. 

La expresividad, el fuerte colorido, la elegancia y el movimiento de los ángeles constituyen una especie de orla que rodea la imagen principal, suscitando sentimientos de compasión. 

Detalle de los ángeles

Entre los dobleces del manto del Padre aparecen las testas de querubines.


Detalle de los Querubines

Sin duda, el centro del cuadro está dominado por la imagen del Padre y del Hijo, y el espíritu innovador manierista se refleja en la serpenteante línea formada por la posición del cuerpo de Cristo y Dios Padre.

Detalle de la imagen del Padre y el Hijo

Dios Padre, sentado en un trono de nubes, sostiene el cuerpo de Jesucristo muerto, sin la Cruz, de tal modo que las manos del Padre sujetan delicada y amorosamente al Hijo, mientras inclina la cabeza para contemplar su rostro y su mirada se nos oculta porque esta fija en la cara del hijo amado. Entre ambos hay una contenida relación afectiva de extraordinariamente belleza.

Se mantiene una simbología eucarística y redentora, el ofrecimiento y aceptación por parte de Dios Padre del sacrificio de su Hijo para que la humanidad alcance la salvación. 

Detalle de los rostros del Padre y del Hijo

El hecho de que Dios Padre porte la mitra típica de los sumos sacerdotes hebreos en lugar de la tiara eclesial, nos indica que es el Creador y que todo fue creado pensando en esta Redención. 

Detalle de Dios Padre con la Mitra

Sin duda, el centro del cuadro está dominado por el monumental y hermoso cuerpo de Cristo, alargado en su canon, pero no tan estilizado como mostraría en sus representaciones posteriores.

Se destaca el cuerpo monocromo, cadavérico de Cristo, impregnado de los tonos cenicientos de las nubes, en contraste con los tonos brillantes de las túnicas de los ángeles.

El Greco se centró en la ­representación de la belleza y el naturalismo estilizado del cuerpo de Cristo, relajado y lleno del peso como cuerpo difunto y con bellas facciones y, por otra parte, en la descripción de las relaciones emocionales de las figuras.

Queriendo eliminar todo dramatismo, las heridas de Cristo parecen insignificantes, como si quisiera resaltar la serenidad divina, y que el espectador sienta el calor que acoge al hijo y con él todo el pecado y el dolor humano y ver en él a todos los inocentes, todos los despreciados y olvidados.

Detalle de Cristo

En relación al pie, el Greco repite continuamente la morfología del pie griego y en Hallux Valgus.

Detalle del pie griego con deformidad en Hallux Valgus (Juanete)

Autor: Andrés Carranza Bencano
Catedrático de Traumatología y Cirugía Ortopédica