SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
La expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal. Tomasso Masaccio.
La Iglesia de Santa María del Carmine fue construida
en 1268 como parte del convento de monjas Carmelitas y ampliada en los siglos
siguientes.
A finales del siglo XIV Los Brancacci, antigua familia
florentina, compraron una capilla familiar en dicha iglesia.
Se comenzó la decoración de la capilla principios del
siglo XV, por encargo de uno de los miembros de la familia de los Brancacci, llamado
Felice, en cuyas manos estaba el patronato de la capilla desde 1386.
Felice Brancacci era un
próspero comerciante de sedas que se introdujo en política, siendo nombrado
Cónsul del Mar en 1421 y embajador en El Cairo en 1422.
A su regreso a Florencia fue
comisario florentino ante las tropas que asediaban Brescia dentro de la alianza
entre Florencia y Venecia contra Milán
En 1432 se casó con Lena, hija
de Palla Strozzi, uno de los hombres más ricos de la ciudad.
Deseoso de demostrar su poder,
encargó la decoración de la capilla a la derecha del transepto de la iglesia de
Santa María del Carmine a los mejores artistas de Florencia.
Posiblemente los trabajos
comenzaron en 1424, iniciándolos Masolino, incorporándose Masaccio pocos meses
después y haciéndose cargo del conjunto en solitario cuando Masolino se
trasladó a Hungría en el verano de 1425.
Tres años más tarde, Masaccio
marchaba a Roma sin concluir el encargo, recuperado años después por Filippino
Lippi.
El trabajo, tuvo que ser interrumpido por el exilio de la
familia Brancacci que se había convertido en enemiga de Cosimo de Medici. El
exilio duró hasta 1480. Después de que el nombre de la familia fuera rehabilitado,
la familia recuperó sus propiedades incluyendo la capilla y se reanudaron las
obras confiadas a Filippino Lippi.
Durante el siglo XVI, la familia Brancacci decayó y el conjunto ha sufrido diversas modificaciones a lo
largo del tiempo, eliminándose algunos tramos.
En 1680 el marqués Ferroni
pensó en adquirir la capilla y eliminar los frescos, motivando la intervención
de la Gran Duquesa Vittoria della Rovere, quien impidió la destrucción.
En enero de 1771 un incendió
devastó la iglesia, aunque afectó ligeramente a la capilla.
La capilla fue restaurada,
junto con la iglesia, y en 1780, con la renuncia de la familia Brancacci, que había
huido a Francia con el nuevo nombre de Brancas, fue adquirida por los Riccardi,
otra familia florentina muy antigua de origen alemán.
Desde inicios del siglo XX se
ha procedido a la ejecución de diversas limpiezas y restauraciones para dejar
en perfecto estado esta obra maestra de la pintura universal.
Detalle de la capilla Brancacci
La temática de los frescos gira
en torno a la historia de la vida de san Pedro, patrón de los marineros y
comerciantes del mar, entre los que encontramos a Felice Brancacci,
incluyéndose algunas referencias al Génesis, concretamente la historia de Adán
y Eva.
Tradicionalmente
se ha considerado que se pretende representar el pecado original y el
alejamiento del hombre respecto a Dios, con lo que el tema de todo el ciclo de
frescos es la salvación de la Humanidad por Jesucristo a través de Pedro y, por
extensión, de su iglesia.
Los frescos se ordenan en dos cuerpos
superpuestos continuando con la composición tradicional empleada en la
decoración de las iglesias florentinas. Las composiciones asemejan a cuadros
trasladados al muro, enmarcadas por pilares clásicos pintados, estableciendo
una perfecta simetría entre ellas.
En este lateral izquierdo de la
capilla contemplamos las siguientes escenas:
En el compartimento superior “La
Expulsión del Paraíso” pintado por Masaccio, “El Tributo” también de Masaccio y
la “Predicación de san Pedro” pintada por Masolino.
Detalle del compartimento superior, que incluye, en primer plano, la “Expulsión
del Paraíso”
En el compartimento inferior encontramos a “San Pedro en la cárcel
visitado por San Pablo”, obra de Filippino Lippi, “la Resurrección del hijo de
Teófilo” y “San Pedro en la cátedra” pintado por Masaccio y Filippino Lippi, y “San
Pedro curando a los enfermos con su sombra” también de Masaccio (ver).
Este fresco
representa la famosa escena de la Biblia de la expulsión del Paraíso que se
narra en Génesis, 3, aunque existen dos diferencias en
relación con el relato canónico.
En el Génesis 3, v. 7, se
afirma: "Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que
estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de
higuera". Sin embargo, en la obra Adán y Eva se muestran totalmente
desnudos.
En segundo lugar, sólo se
representa un ángel, cuando en el versículo 24 se dice "Y después de
expulsar al hombre, puso al oriente del jardín del Edén a los querubines y la
llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la
vida".
En la
escena de Masaccio lo importante
son Adán y Eva, por lo que todo lo demás es extraordinariamente simple, con una
sencilla referencia a la puerta del Paraíso,
El
artista no está preocupado por la anatomía ni la elegancia de los cuerpos
porque no le parecen esenciales, y lo que busca es mostrar la tragedia de los
dos personajes.
El artista muestra al hombre completamente desnudo, que
llora de manera desconsolada llevándose sus manos a la cara y bajando la cabeza por la
vergüenza, con el vientre
contraído como tomando aire.
Se ha
pensado que Masaccio pudo tomar como modelo para su Adán a estatuas de
Marsias (de la mitología griega) o de Laoconte y algunos crucifijos hechos
por Donatello.
Detalle de Adán
La cara
de Eva está casi reducida a una gran mancha con los ojos marcados con sencillas
líneas oblicuas y la boca abierta.
Eva, totalmente desnuda, tapa púdicamente sus pechos y
su sexo, reproduciendo la postura característica de las conocidas como Venus
“púdicas”, mientras levanta el rostro lanzando un grito de desesperación de extraordinario
patetismo.
En Eva hay referencias al venus púdicas romanas o a Giovanni Pisano en “La Templanza” del púlpito de la
Catedral de Pisa.
Detalle de Eva
El
ángel, en un extraordinario escorzo para la época, se presenta vestido de rojo y con un gesto amenazante les indica con el dedo que se marchen
Masaccio
nos recuerda que fue un ángel quien inventó la espada pintándonos un “ángel
armado”, siempre masculino, hermoso, pero con acero de victoria sobre el Mal.
Un ángel en donde las dos manos hacen de alas batientes que guardan el camino
del árbol de la vida para impedir cualquier tentación de retorno. Ángel de
esplendor que señala con el índice de su mano izquierda el grito divino de
“fuera de aquí” o de “por allí”, marcando la tierra yerma por la que caminan y
en la que se adentran.
Detalle del Ángel
Todo
ello, en un paisaje árido y desolado, muy visiblemente árido y tórrido, de un
sol implacable claramente apreciado en las sombras de las
piernas sobre el suelo ocre, de tierra, pardo, desolado, inhóspito, sin un solo
color verde vegetal, para significar que ya están fuera del Edén.
En 1670,
Cosme III de Médici llegó al poder como Gran Duque de Toscana y ordenó cubrir la desnudez de los personajes,
por lo que se pintaron hojas de higuera para cubrir las zonas más
íntimas de las figuras.
Una
restauración hecha en la década del 90 quitó la pintura añadida, así como el
polvo y la suciedad, devolviendo el color original y eliminando las hojas que
se pusieron para tapar a Adán y Eva.
Finalmente,
el gran simbolismo de esta obra es que Adán y Eva presentan los pies en
posición de caminar, ejecutando la expulsión, saliendo por la puerta del
Paraíso, cuyo dintel todavía pisa el pie izquierdo de Adán. De tal manera que parece que la pierna y pie de Adán se
resisten a abandonar el Paraíso y salir por la
enigmática puerta, pero ya los pies se presentan como muy anclados, muy terrenales.
Detalles de los pies
Por Andrés Carranza Bencano