EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
ENTIERRO
Entierro de Cristo. Caravaggio.
La pintura fue un encargo de Alessandro Vittrice o Girolamo Vittrice,
exponente de la familia Vittrice, notablemente influyente en el mudo clerical,
para la capilla familiar en Santa María en Vallicella o Chiesa Nuova (Iglesia Nueva),
construida para los oratorios de san Felipe Neri. Actualmente, el original es
parte de la colección de Museos vaticanos, mientras que una copia cuelga en la
Capella della Pietá.
Tras la derrota de Napoleón muchas de las pinturas "incautadas" fueron devueltas a sus
ubicaciones originales. En 1797 fue incluida en el grupo
de obras trasladadas a París por el Tratado de Tolentino y entró a formar parte
de la Pinacoteca de Pío VII, tras ser devuelta, en 1817.
Este cuadro fue una de las pocas obras producidas por Caravaggio que logró
un consenso unánime, siendo admirado por críticos de arte contemporáneo como
Giulio Mancini, Giovanni Baglione y Gian Pietro Bellori.
San Juan y José de Arimatea sostienen con esfuerzo el cuerpo de Cristo muerto.
El Evangelista lo sostiene por la parte superior y su mano derecha toca
inadvertidamente la lanzada de Cristo.
José de Arimatea sujeta a Jesús, con gran expresión de esfuerzo, por las rodillas.
Destaca que siendo un hombre rico, es representado como un hombre
trabajador, indicando el servicio humilde de un devoto a su Señor fallecido.
Tiene la cabeza girada y mira al espectador haciéndolo participe de la escena.
La posición contraída de la pierna derecha quiere manifestar la fortaleza de la
Iglesia.
El Cristo muerto concentra toda la luz del cuadro, ya que es el
protagonista del mismo. Un cristo que se asemeja al de la Piedad de Miguel
Ángel, por su tamaño desproporcionado y la tensión muscular claramente
manifiesta en tórax y glúteo que no corresponde a un cadáver.
Igualmente, el brazo colgante de Cristo recuerda al Cristo en la Piedad. El brazo está representado con gran realismo,
con las venas dilatadas, y la mano, que presenta discretamente los estigmas, toca levemente
el mármol indicando que él es la piedra angular de la Iglesia.
La expresión del Cristo es totalmente serena, sin
signos de la flagelación y sin gran manifestación de las heridas de los pies y
de las manos.
Detrás, en un segundo plano, se encuentra semioculta la Virgen. Lleva un
manto azul característico de su condición y es representada con un rostro
avejentado, en plena concordancia con la edad que tendría a la muerte de su
hijo. No como es habitual que es representada con una idealización y perfección
incierta. Este periodo pictórico es el único donde la Virgen es
representada de esta manera, posteriormente sigue siendo expuesta con esa
idealización.
En el centro, a la derecha de la Madre de Dios, está María Magdalena con
la vista baja y el rostro ensombrecido. Una de las manos la tiene apoyada en la
cabeza y se seca las lágrimas con un pañuelo blanco.
A la derecha de la composición se encuentra María de Cleofás, hermana de la
Virgen María. Mientras el resto de personajes muestran una
gran contención en la expresión de sentimientos, ella agudiza la tensión dramática,
pues alza sus manos y mira al cielo a donde irá el Cristo Muerto que ahora está
a sus pies.
Los cinco dolientes están parados sobre una loza de piedra plana que
probablemente representa la “Piedra de la Unción”, donde el cuerpo de Cristo
fue ungido con aceite y envuelto en una sábana de lino, como se describe en el Evangelio
de Juan.
Pero, Caravaggio no representa en realidad el Descendimiento ni la
conducción al Sepulcro ni la Sepultura, sino que describe el momento justo antes
de que los dos hombres lo bajaran a la tumba, el momento en que va ser colocado
sobre esta Piedra de la Unción.
Es una alegoría
de la vida y la muerte, pues encima tenemos personas vivas, en el fondo la
tumba y la muerte y en medio, como una barrera, está Jesucristo indicándonos que
solo teniendo fe en Cristo se puede evitar la muerte y ascender al cielo.
En la parte inferior izquierda de la pintura hay una planta conocida como
“Verbascum thapsus”, nombre común “Mullein”, que se cree que tiene propiedades
medicinales y para alejar a los espíritus malignos, por lo que puede significar
la próxima resurrección y el triunfo sobre la muerte.
A los tres años de completar esta obra, Caravaggio huyó de Roma y buscó refugio en Nápoles, luego de una pelea en la que mató a un hombre.