miércoles, 4 de diciembre de 2024

 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificados menores. Hermandad del Baratillo.  

Crucifijo. Anónimo. Siglo XVII. Madera tallada y policromada al óleo. Hermandad del Baratillo. Sevilla

Detalle del rostro

Detalle del rostro

Detalle de la mano 

Detalle del Paño de Pureza

Detalle de los pies 

Por Andrés Carranza Bencano

 PATOLOGIA DEL PIE EN LA PINTURA

Pie paralítico

En la playa del Sanatorio de Santa Clara. Federico Godoy Castro.

Durante un largo periodo de la historia, las monjas ejercieron una suerte de maternidad prestada con los niños abandonados. 

Su papel de cuidadoras desinteresadas, privadas de una vida civil y consagradas a su vocación, conoció durante el siglo XIX una amplia iconografía, que las unía a hospicios y colegios, aunque también, en ocasiones, a la vida mística; pero con el cambio de siglo se las situó en escenarios ligeramente diversos.

Godoy representa aquí con fiel realismo un baño de mar de los pupilos del sanatorio del doctor Manuel Tolosa Latour en Chipiona (Cádiz). Inaugurado en 1901 para albergar a siete chicos enfermos y paralíticos a cargo del Estado. 

La presencia de las monjas subrayaba la ausencia de sus madres biológicas y el vacío espiritual que dejaban y que las anteriores suplían. 

Las religiosas desempeñaban por tanto una labor complementaria a la científica personificada en el doctor Tolosa Latour, que aplicó en los chicos sus teorías higienistas.

En 1903, fecha en que se pintó este cuadro, evidente consecuencia plástica e ideológica de “¡Triste herencia!”  De Sorolla (ver), maestro de Godoy, eran ya trece los niños que hospedaba el sanatorio.

Kasabal, recordaba ese año en “El Heraldo” de Madrid cómo esos niños habían "recibido la triste herencia de la escrófula, de la tuberculosis y del raquitismo […] necesitan ir allá a orillas del mar, a restablecerse, a curarse, a fortalecer sus piernecitas, que se doblan, a enderezar sus espaldas, que se arquean; a dilatar sus pechos, que se hunden".

Por Andrés Carranza Bencano