lunes, 20 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Flagelación.


La flagelación ha sido usada en todos los tiempos y todas las épocas. 

Los judíos sometían al reo en la Sinagoga ante tres jueces.  

En Grecia y Roma se aplicaba a los condenados a morir en la cruz, en el camino al suplicio. 

En la iglesia católica podía ser una pena disciplinaria, pero también fue usada como método de tormento por la inquisición, o como penitencia, sobre todo, en los conventos; y durante la Edad Media, e incluso hasta el siglo XIX, había cofradías de disciplinantes que se flagelaban a oscuras en los templos o públicamente en las procesiones. 

En la Rusia zarista era una forma de pena de muerte pues se flagelaba hasta que el reo moría.

En Inglaterra y Dinamarca se ha mantenido hasta el siglo XX.

En Roma, los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio, para obligarles a avanzar. Por ello, iban desnudos y los golpes eran desordenados por los movimientos del reo al caminar. Estaba incluida en la ley penal, pero también era utilizada en ámbitos domésticos, militares y públicos como mecanismo de castigo.

Sin embargo, la flagelación de Jesús no fue la legal, que como comentamos, precedía a toda ejecución y que se daba en el trayecto, camino del suplicio, sino que constituyó un castigo especial, realizada en el Pretorio, pues Pilato pretendía con ella evitar la crucifixión. Al ser crucificado posteriormente Jesús sufrió un acto ilegal pues sufrió dos condenas por el mismo delito.

Además del Evangelio de Marcos, los otros tres evangelistas narran el episodio de la flagelación de Cristo (Mt 27,26; Lc 23,16; Jn 19,21), pero con una carencia evidente de detalles, pues no mencionan si fue azotado con varas,  con ramas de árboles atadas, con látigos o con cuerdas; si estaba desnudo o vestido; si estaba o no atado a una columna; cuántos flagelantes había; cuántos golpes recibió, etc. Solo constatan el hecho de Pilatos: "Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entregó para que lo crucificaran".

Una vez condenado por el Sanedrín, este tribunal no tenía autoridad, durante la ocupación romana, para dictar sentencias de muerte, de ahí que fuera enviado a Pilatos.  

Es culpable de la muerte. Polenov, Vasili Dmitrievich. 1906. Óleo sobre lienzo. 113 220 cm. Colección privada. (ver)

Pilato juzga que la primera acusación hecha a Jesús:  "Se ha hecho Hijo de Dios y según nuestra ley debe morir”, no caía bajo la ley romana, sino que era una cuestión religiosa en que la Justicia romana no actuaba, por lo que consideró que Jesús era inocente: "No encuentro en él, causa alguna de condenación".

Tras una nueva deliberación, los judíos hacen una segunda acusación: “Quería hacerse rey y esto iba contra el Emperador”. Pilato pregunta a Jesús sobre su realeza y, lo considera de nuevo inocente.


En el Evangelio de Lucas, Pilato encuentra que Jesús, siendo de Galilea, pertenece a la jurisdicción de Herodes Antipas, que casualmente se encontraba en Jerusalén, y decide enviarlo ante él.

Herodes siempre había querido conocer a Jesús, ya que esperaba poder presenciar uno de sus milagros. Sin embargo, Jesús no dice nada en respuesta a las preguntas del tetrarca, ni responde a las vehementes acusaciones de los sumos sacerdotes y escribas. Por esta razón, Herodes y sus soldados se burlan de él, y le ponen una majestuosa capa brillante (posiblemente era blanca) y lo envían de regreso a Pilato.




Lucas no dice si Herodes condenó a Jesús o no y en su lugar atribuye la condena a Pilato, quien luego reúne a los ancianos judíos y dice: “Me presentaste a este hombre como un agitador del pueblo y, he aquí, cuando lo interrogué ante ti, no encontré ningún defecto en él por quienes lo acusan. Herodes tampoco, porque nos lo devolvió; nada lo ha hecho digno de muerte. Entonces, después de castigarlo, lo liberaré “ (Lc 23: 14-15).

El castigo a que se refiere Pilatos es la “Flagelación”, como sustituto de la crucifixión, esperando con ello calmar a los judíos. 

La flagelación de Cristo. Caravaggio. 1607. Óleo sobre lienzo. 286 x 213 cm. Museo de Capodimonte. Nápoles. (ver)

La ley judía, establecía un máximo de cuarenta latigazos, aunque para no sobrepasarse daban siempre 39, pero en la ley romana no existía ninguna limitación.

El historiador Flavio Josefo ofrece varios relatos de flagelaciones llevadas a cabo en Palestina, en las que los golpes se realizaron con tal fuerza que, a veces, se producían evisceraciones por la rotura de la pared abdominal y la consecuente exposición intestinal, y por supuesto, eran causa de mortalidad.  

Tal crueldad, testimoniada también por Séneca, Prudencio y otros cronistas romanos, dio lugar a que la flagelación, como castigo único o previo a una crucifixión, quedara limitada a esclavos, criminales y traidores, y que no pudiera ser realizada sobre mujeres o ciudadanos romanos (en virtud de las leyes Porfia y Sempronia, de 195 y 193 a.C.). Gracias a esta regla san Pablo no fue flagelado pues era ciudadano romano. 


Se practicaba mediante el flagellum o lorum, que era un látigo simple, o con un flagrum, que tenía dos o tres colas.

El peor era el flagrum taxilatum, que se componía de un mango corto de madera del que salían dos o tres correas de cuero de unos 50 cm, que terminaban con una esfera metálica en cada extremo, con una apariencia similar a las pesas de halterofilia, y en algunas ocasiones, se colocaban huesecillos de animales (astrágalo de carnero), con aristas o puntas que eran más desgarradores.

Las correas eran de cuero y normalmente se trataban con cera para hacerlas más efectivas y más flexibles en su recorrido. 

Si bien no existen registros arqueológicos, a partir de las lesiones que se observan en la tela se han realizado diversas reproducciones o modelos de cómo habría sido el instrumento que se usó para flagelar al hombre de la Síndone. Un estudio reciente apunta a que fueron instrumentos diferentes los que se utilizaron.


Arqueológicamente, el único objeto que se ha podido identificar, y que se trata posiblemente de un flagelo, se encuentra en el British Museum, procede de Roma, pero no tiene fecha. Posee un mango de aproximadamente 17 cm y 29 bolas de bronce atadas a dos cuerdas, que se agregaron en la era moderna. 



Los personajes encargados del suplicio eran habitualmente dos hombres, servidores civiles romanos dependientes de los magistrados, llamados "lictores", que generalmente eran soldados, elegidos entre los más fuertes, pues el trabajo era tan extenuante, que, en ocasiones, eran sustituidos cuando sus golpes perdían eficacia. 

La flagelación. Gallego, Fernando.1506. Óleo sobre tabla. 104 x 76 cm. Museo Diocesano. Salamanca. (ver)

En la impronta del cuerpo del hombre de la Síndone son perfectamente visibles las marcas de los latigazos. 

Zona de la Síndone correspondiente a la espalda. Puede apreciarse con detalle la abundancia y morfología de las heridas causadas por una flagelación.


Prácticamente todo el cuerpo del crucificado, por la parte frontal y dorsal, está cubierto de una serie de señales de pequeño tamaño, iguales, y semejantes a pequeñas mancuernas o pesas de gimnasia de unos 3 cm de longitud. 

Fotografía de la Sábana Santa en zonas del torso y de la espalda con las señales de la flagelación

Se identifican en la espalda, piernas, pecho (respetando la zona del corazón), vientre, zona glútea y posiblemente también región genital, por lo que evidentemente se encontraba completamente desnudo durante la flagelación, pues todas las heridas tienen la misma profundidad, y si estuviera vestido, las heridas de la zona cubierta serían más superficiales.

Reconstrucción del cuerpo del hombre de la Síndone por el Prof. Juan M. Miñarro y negativo fotográfico de la Síndone. Puede apreciarse cómo en toda la superficie corporal aparecen las heridas de la flagelación.


Estas señales son pequeños círculos, de unos 12 mm, separados entre sí, y unidos por una línea transversal, a penas visible a simple vista. Las fotografías con luz ultravioleta muestran el color azulado de la sangre, corroborando los estudiosos de Paul Vignon y Pierre Barbet.

Los estudios computarizados realizados por Jumper y Jckson (Shroud of Turin Research Proyect), demuestran que la flagelación fue realizada por dos personas, de tal modo que los golpes se distribuyen en forma de abanico y el radio de cada abanico converge en la mano de cada azotador. 

Esquema de flagelación

Ambos verdugos eran diestros y estaban situados a un metro de distancia del reo. Eran de distinta altura pues las señales de los latigazos no son paralelas en cada lado del cuerpo. 

La flagelación o Cristo atado a la columna. Palma el Joven, Jacopo. Siglo XVI. Óleo sobre lienzo. 133 x 113 cm. Museo del Prado. Deposito en otra institución


El número de señales de latigazos es de 120 aproximadamente, sin contar los que no se han podido estudiar por faltar parte de los brazos a causa del incendio de 1532, y porque la Sabana Santa improntó el cuerpo por delante y por detrás, pero no en los costados.

La 120 señal correspondería a 40 golpes en el supuesto del que el flagelo tuvieses tres cuerdas. La flagelación judía, como hemos comentado, estaba limitada a treinta y nueve golpes (Deuteronomio 25:3), mientras que la legislación romana no limitaba el número de latigazo, pero en el caso de Jesús interesaba dejarlo con vida, para que Pilato pudiera mostrarlo al público y evitar su muerte, o para que, en caso de condena a crucifixión, llegara vivo al Calvario.

Durante la flagelación, la postura del hombre debió ser encorvada, estando atado por las manos a un objeto fijo como un pilar. Esto se deduce, por los estudios realizados con ordenador, por la angulación y dirección de los reguerillos de sangre en las distintas partes del cuerpo. 

Además, el Dr. R. Bucklin y otros afirman que, puesto que no hay evidencia de heridas de flagelación en brazos y antebrazos, debió tener los brazos por encima de la cabeza durante la flagelación. 

La mayoría de los estudiosos creen que el hombre de la Síndone estaba inclinado cuando fue flagelado, si bien existen (entre ellos el Dr. Bucklin) quienes creen que lo hizo con los brazos por encima de la cabeza.


Por la gran nitidez de estos reguerillos de sangre se concluye que, el hombre de la Síndone, se mantuvo desnudo el tiempo suficiente para  que se secaran antes de ser vestido, pues en ese caso la tela los abría absorbido.

En la parte alta de la espalda han desaparecido estos reguerillos por el rozamiento del patibulum de la cruz, y sin embargo en la zona de los omoplatos no han desaparecido las señales de los latigazos, por este rozamiento, lo que indica que el hombre de la Síndone fue vestido después de la flagelación, lo que hace suponer el gran dolor que produciría el desnudarlo de nuevo antes de la crucifixión (ver)


Hay por lo menos tres columnas que se han asociado a la flagelación de Cristo: una en Roma, otra en Jerusalén y la tercera en Estambul, aunque no existe ninguna evidencia sobre la autenticidad de ninguna de ellas.  

En la iglesia de Santa Práxedes de Roma se conserva una columna de cuarzo-diorita, blanca y negra, con collarín y capitel, de 63 cm de alto y de 40 cm de diámetro en la base y 13 en el punto más estrecho. Faltan algunas partes, extraídas para hacer obsequios, como la donada por Sixto V en 1585 a los fieles de Padua. 

Columna de la flagelación. Basílica de Santa Práxedes, Roma


En la parte superior de esta columna es visible el punto en el que estaba sujeta una anilla, a la que se ataba una cuerda, que fue donada al rey Luis IX de Francia.

El cardenal Giovanni Colonna, legado apostólico en Oriente durante la V Cruzada (1217-1221), la trajo desde Jerusalén, en 1223, y la mandó custodiar en la iglesia de Santa Práxedes, de la cual era titular.

La columna fue vista por la peregrina Egeria (ver), en el 383, y por Antonino de Piacenza, en el 570, en la iglesia de los Santos Apóstoles en el Monte Sion de Jerusalén. Esta iglesia fue destruida por los musulmanes en el 1009 y sucesivamente reconstruida en el siglo XII con el nombre de Santa María en Monte Sion.

La segunda columna se conserva en la iglesia del Santo Sepulcro.  Fue encontrada entre las ruinas del Cenáculo, donde fue mostrada, en el 333, a un peregrino anónimo de Burdeos y sería Bonifacio de Ragusa, custodio en Tierra Santa a mediados del siglo XVI, el que la llevó a la mencionada iglesia del Santo Sepulcro. 

Parte de la columna de la flagelación. Capilla de la Aparición. Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén


La tercera columna se encuentra en la catedral de San Jorge, sede del patriarcado de Constantinopla, en Estambul. Se dice que habría sido traída a Constantinopla por Santa Elena. Es de piedra oscura, más estrecha que la de Jerusalén, y no tiene nada que ver con la de Roma.

Columna de la flagelación. Catedral de San Jorge. Estambul


Consecuencias anatómicas y fisiopatológicas de la Flagelación

Superficie musculo-cutánea.

120 heridas producidas por los latigazos, que afectan la piel y el plano muscular, suponen una superficie lesionada de 880 cm cuadrados y un volumen contundido de 1320 cm cúbicos ó 1.3 litros, lo que representa un gran sangrado que dará lugar a una hipovolemia (disminución del volumen de sangre circulante), que junto al dolor será el inicio de un shock hemodinámico. 

Esquema de la musculatura anterior y posterior

Pero además la destrucción de las células musculares va a determinar un grave trastorno iónico de potasio, sodio y calcio con graves repercusiones sobre el corazón, y la liberación de miohemoglobina que afectara al normal funcionamiento renal.  

Corazón

El traumatismo torácico afecta al corazón con el desarrollo de una colección liquida entre el corazón y el pericardio, que dificulta sus contracciones periódicas, y puede determinar una gran disminución de su eficacia.

Esquema del corazón y el pericardio

Las alteraciones iónicas (hipocalcemia e hiperpotasemia) ocurridas tras la destrucción celular  en los músculos, dará lugar a trastornos del ritmo cardiaco que pueden llegar hasta la fibrilación ventricular.

Pulmón

Los pulmones son dos sacos elásticos llenos de aire y rodeados de una membrana serosa, la pleura. Entre las dos hojas pleurales existe una presión negativa que evita el colapso pulmonar.

En caso de un traumatismo torácico, se produce un exudado en el espacio pleural o se rellena de sangre (hemotórax), lo que provoca dolor en cada movimiento respiratorio, una disminución del volumen disponible para los pulmones en la caja torácica y una disminución de la ventilación pulmonar, o hipoventilación alveolar, con la consiguiente disnea o dificultad para respirar. 

Esquema del pulmón y la pleura

Riñón

Los riñones están situados en la cara posterior del tronco, justo por debajo del diafragma, y sólo moderadamente protegidos por la caja torácica, ya que solo su mitad superior está cubierta por las últimas costillas, por lo que su traumatismo dará lugar a edema y se alterará su actividad.

Su función es realizar un filtrado de la sangre eliminando los productos de desecho del metabolismo y manteniendo un equilibrio hidroelectrolítico (sodio, potasio y calcio). 

Esquema del riñón

La miohemoglobina es una molécula excesivamente grande para pasar el filtro renal, por lo que su exceso en sangre, por la destrucción de las fibras musculares, provocará una obstrucción de los túbulos renales y la consiguiente insuficiencia renal, que favorecerá el desarrollo de una acidosis metabólica que unida a la acidosis respiratoria afectará gravemente todas las funciones orgánicas. 

En resumen, la flagelación es un traumatismo de una extraordinaria gravedad por la afectación local musculo cutánea, la afectación visceral de corazón, pulmones y riñones y el deterioro del equilibrio hidroelectrolítico.  

Fisiopatología de la flagelación, por el Dr. De Palacios Carvajal

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

FLAGELACIÓN

La flagelación. Fernando Gallego.

Esta pintura fue encargada por el rey Fernando el Católico para su capilla personal en la catedral de Zaragoza.

Un aspecto importante de la pintura es la presencia de pequeñas figuras en los bordes del cuadro, que representan a los donantes de la obra. Estas figuras son una muestra del compromiso del artista con la inclusión de los patrocinadores en la obra de arte.

Es una obra maestra del arte gótico tardío español, que destaca por su realismo, detallismo y dramatismo.

Se representa uno de los momentos más dramáticos de la Pasión de Jesús. Según los evangelios de Mateo, Marcos y Juan, Jesús, tras ser prendido en el Monte de los Olivos, fue golpeado y flagelado por los verdugos del pretorio de Jerusalén.

Como es habitual en la iconografía de este episodio, se representa a Jesús atado a una columna y rodeado por tres sujetos que le azotan. En este caso utilizan un látigo, unas cañas y un látigo de varias colas provistas de nudos.

Detalle  de Jesús atado a la columna

Detrás y a la izquierda aparece Poncio Pilato, gobernador de Judea, y varios judíos que le aconsejan.


Detalle de Pilatos y los judíos

El aspecto desagradable de los sicarios parece referirse a la oscuridad de su alma, corrompida por la maldad. 

Los personajes malvados son presentados en el arte como seres desagradables, afectados, en ocasiones, por diversos tipos de enfermedades, asociando la maldad con la fealdad, la deformidad y la enfermedad.

El que azota con las cañas con su mano derecha, utiliza la mano izquierda para tirar de los cabellos de Jesús. 

Presenta una mirada bizca y la boca entreabierta con dientes desiguales y pequeños, más propios de un monstruo que de una persona. Sus ropas están hechas girones y nos muestran sus piernas con granos y ulceraciones.

Detalle de uno de los azotadores

El verdugo del área derecha del cuadro presenta un gesto de extrema crueldad con los labios apretados. Al igual que su compañero presenta granos en los brazos y en las piernas.



Detalle de otro de los sicarios


Siempre vemos a Jesús descalzo. 

En los Evangelios no se refiere si Jesús caminó hasta el calvario con o sin calzado, como muestra todas las representaciones artísticas.

En la mayoría de las religiones, la exposición de los pies es considerada como señal de humildad, pero también simbolizan el estatus divino, pues andar descalzos requiere una resistencia sobrehumana al dolor.

Detalle de los pies de Jesús