viernes, 3 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

SABANA SANTA

Edessa.

Tras la Crucifixión, los soldados encargados, presididos por un centurión, custodiaban al crucificado para que nadie lo bajase de la cruz, salvo que le fuera autorizado expresamente, con lo que el cuerpo quedaba a merced de las aves de rapiña.

Para evitarlo, Jose de Arimatea fue a ver a Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesus:

“José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilatos autorización para retirar el cuerpo de Jesús” (Jn 19:38).

José de Arimatea busca a Pilato para pedir permiso para retirar el cuerpo de Jesús.  James Tissot. (entre 1886 y 1894). Acuarela opaca sobre grafito. 22.7 x 30,8 cm. Museo Brooklin.  


Este le concedió su deseo y José fue a comprar una sábana, volvió al Gólgota y ayudó a descender el cadáver de Jesucristo.


El descendimiento de la Cruz. Weyden, Rogier van der. 1436. Óleo sobre tabla. 220 x 262 cm. Museo del Prado (ver)

Tras el descendimiento, trasladaron a Jesús a un sepulcro nuevo, cercano al monte Calvario, propiedad de José de Arimatea. 

La conducción de Cristo al sepulcro. Ciseri, Antonio. 1864-1870. Óleo sobre tela. 190 x 273 cm. Santuario de la Madonna del Sasso. Orcelina. Suiza (ver)

En el Sepulcro extendieron la sabana sobre la piedra y colocaron a Jesús, como es descrito por los Evangelistas:

“Este (José de Arimatea) compró una sábana y, descolgando a Jesús, lo envolvió en la sabana, y lo puso en un sepulcro cortado en la roca; luego rodó una piedra delante de la entrada del sepulcro” (Mc 15: 46).

“El, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia; lo puso en su sepulcro nuevo que él se había cortado en la roca, y después de haber hecho rodar una gran losa hasta la entrada del sepulcro, se marchó” (MT 27:59-60).

“(…) y bajándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía” (Lc 23:53).

“Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo ataron con lienzos de amortajar, junta con los aromas, como tienen costumbre los judíos de dar sepultura (Jn 19:40). 

Sepulcro cavado en la roca con la piedra redonda destinada a su sellado

Aspecto interior del sepulcro con dos áreas. Una a la derecha para la preparación del cadáver y un arcosolio a la izquierda para su deposito

Se supone que la misma sabana de José de Arimatea se utilizó para cubrir el cuerpo muerto de Jesús. 

La sabana fue dispuesta sobre la piedra del sepulcro, de tal modo que la parte sobrante sobresalía por el lado donde iba a reposar la cabeza.

Sobre la sabana fue colocado el cuerpo en posición de decúbito supino, o sea, boca arriba, con los brazos situados por delante, con los codos, lógicamente, en suave flexión y las manos, en pronación, esto es, con la palma tocando el cuerpo, sobre la región pubiana.

Dada la premura de tiempo, porque se hacía ya de noche y el día siguiente era sábado y Pascua, y no se podía trabajar, lavaron un poco el cadáver de sangre, esparcieron perfumes sobre él y dejaron algún ramillete de flores recogidas en su derredor, pero sin terminar totalmente el proceso. 

Finalmente, la mitad redundante de la sabana fue colocada doblándola sobre si misma hasta los pies, cubriendo todo el cadáver por su cara anterior (como nos muestra el óleo de Gulio Clovio) y fijándola con vendas circulares.

Santo entierro. Anónimo (Obra copiada de Ribera, José de). Siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 159 x 295 cm. Museo del Prado. Depósito en otra institución

Descenso de la Cruz. Clovio, Gulio. 1498-1578. Óleo sobre lienzo. 55 x 44 cm. Galleria SabaudaTurín

Esquema que muestra como el cuerpo de Cristo fue depositado en la Sabana Santa, sobre la piedra del sepulcro. A la altura de la cabeza, la Sabana vuelve hacia los pies, cubriendo el cuerpo. Sus más de cuatro metros de longitud están en contacto directo con el cadáver de Jesús. La impronta de la cara anterior y posterior del cuerpo pudo así quedar grabada en una de las caras de la tela.

Esquema de la fijación final con vendas circulares

Según San Marcos (Mc 16:12)  “Muy de mañana, saliendo ya el sol” “María de Magdala, María madre de Santiago y Salomé, fueron al sepulcro de Jesús, después de comprar aceites aromáticos, y encontraron la piedra que lo cerraba que había sido removida, y dentro un joven que les anunció la Resurrección de Jesús (Mc 16:1-8).

Igualmente, según san Mateo, “María de Magdala y “la otra María”, que presencian la apertura milagrosa del sepulcro por parte de un ángel, que les anuncia que Cristo ha resucitado y les da el encargo de informar a los discípulos (Mt 28:1-10).

“Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn 20:6-7).

Esquema del sepulcro con los lienzos

En este fragmento se ratifica la colocación del sudario (pañuelo) en la cabeza de Jesús. La Enciclopedia Universal Judía recoge la prescripción de que, cuando un cadáver tenía desfigurado o mutilado el rostro, era imprescindible que éste fuera cubierto con un sudario, para ocultarlo a los ojos de la gente. Por lo tanto, no es extraño que se utilizase el pañolón o sudario desde la muerte en la cruz hasta el traslado al sepulcro, y que fuera uno de los lienzos funerarios empleados en el enterramiento.  

Pero ¿Quién recogió la Síndone? ¿Qué se hizo con ella? ¿Dónde se guardó?.

Para los hebreos, el manto que había rodeado un cadáver era un objeto impuro que no podía ser expuesto, además los judíos interpretaban que en la sangre estaba el alma, de ahí la necesidad de recogerla y limpiarla cuidadosamente, cosa que indudablemente no se había hecho el día de su muerte, y que, aunque trajeran esa intención al día siguiente, no se pudo hacer, porque Jesús ya no estaba. Además, tanto para los romanos como para los hebreos, el expolio de una tumba era un delito condenado con la muerte.

Por todo ello, tuvo que ser alguien que le amara mucho. ¿Fue la Virgen María? ¿Fue San Pedro? ¿Fue San Juan? ¿Fue José de Arimatea? ¿Fue San Mateo? ¿Fue otro discípulo? Nadie lo sabe, pero se supone que fue guardada por los cristianos, en absoluto secreto.

A partir de este momento el viaje de la Sinode tiene un componente de Leyenda o Tradición por la ausencia de documentos, y únicamente a partir de la estancia de la Sábana en Lirey existe documentación fiable y abundante. 

Viaje de la Síndone

Después de estos acontecimientos, las primeras noticias sobre la Sábana Santa no nos llegan hasta mucho más tarde, desde Edessa, capital del pequeño reino de Osroene, en Asia Menor (ver).

Siguiendo la promesa de Jesús al rey Adgar (ver), Eusebio de Cesarea, en su libro, asegura que, tras la Resurrección, el apóstol Tomás envió a Tadeo (uno de los setenta y dos discípulos que Jesús envió por parejas para predicar en ciudades y territorios) a Edesa para curar al rey, al que no solo sanó, sino que también convirtió al cristianismo, y según la tradición apócrifa el reino de Osroene se convirtió en el primer Estado cristiano de la historia.

Cuenta la leyenda que fue entonces cuando Tadeo entregó a Agbar la Síndone, a la que llamaron "Mandylion" (lienzo), y que ésta quedó en Edessa hasta el año 944, en que llegaría a Constantinopla. 

Detalle del panel lateral de un tríptico del siglo XX conservado en el Monasterio de Santa Catalina de Monte Sinaí, que representa al rey Abgar recibiendo el Mandylion de manos de Tadeus (Ver)


El "Mandylion" es el rostro de Jesús que aparece en la Síndone, pues esta ha sido plegada ocho veces, y el cuarto pliegue, empezando por los pies de la Sábana, corresponde al rostro de Jesús, por ello también es denominada "Tetradiplo" (doblado en cuatro).




Ocho dobleces de la Sabana Santa. La marcada se corresponde con el Santo Rostro. Es lo único que puede contemplarse al presentarla públicamente. De esta forma, se dio origen al llamado “Mandylion”, nombre con el que llamaron a la Imagen de Edessa los primeros cristianos.

Según parece, así fue entregada al rey Agbar, que la guardó sin desdoblarla. El Mandylion permaneció en Edessa como reliquia, y fue motivo de ostensiones (exposiciones) públicas y adoración por los osroenitas. 


Antigua pintura que representa a Tadeo entregando la Sabana Santa, plegada en forma de “Mandylión” al rey Agdar de Osroene, en la capital, Edessa

Al morir Agbar IV, en el año 50 de nuestra era, subió al trono su hijo, Agbar Maun, que reinó como Agbar VI, volviendo al paganismo anterior a su padre, pero sin conseguirlo en la población, que se mantuvo en el cristianismo. 

Para evitar que los hombres del nuevo toparca destruyeran el “manto sagrado”, unos fieles lo ocultaron cuidadosamente en la muralla, pero murieron al ser descubiertos por la Guardia Real, sin revelar su exacta ubicación, por lo que el Mandylion se perdió al estar escondido entre las piedras de la muralla.

Después de casi 400 años perdidos el Mandylion reaparece, aunque existen diferentes versiones sobre esta aparición:

Recién iniciado el reinado de Justiniano, en el año 527, la ciudad sufrió una gran riada que provocó la muerte de un tercio de la población y grandes daños de sus edificios y de la muralla. Durante la reconstrucción de la muralla se encontró la Sabana Santa, seca y en perfecto estado, doblada cuatro veces (o sea con ocho caras) por lo que se denominó “Tetradiplon”.

Una segunda interpretación procede del historiador bizantino Evaggrio Escolastico, que se refiere a la Sabana Santa con la expresión griega “Teoteuktos Eikon” que significa “Retrato hecho por Dios”. En el año 544 Cosroes sitia Edessa con su ejército persa. Eulalio, el obispo de la ciudad, encuentra la Sabana Santa, intacta y perfecta, siguiendo las indicaciones de la aparición de la silueta de una mujer majestuosa. Los edesitas llevan el manto en procesión y los campamentos persas se incendian, por lo que Cosroes, el monarca más poderoso de la dinastía sasánida, tuvo que retirarse sin conquistar la ciudad y ofrecer un armisticio de cinco años que fue aceptado por los romanos de oriente.  

Otras fuentes cuentan que durante el sitio de Edessa por los persas, la Sábana fue encontrada al recibir la muralla un terrible impacto de catapulta que dejó al descubierto el escondite donde estaba. 

Las tropas persas del rey Cosroes I atacan Edessa contra la defensa de sus habitantes

Tras esta reaparición, la Sabana Santa fue desplegado en su totalidad, y se pudo comprobar que se trataba de una sábana de cuatro metros y pico, que no era sólo el rostro sino un cuerpo humano completo, por delante y por detrás, de tamaño natural y lleno de heridas y de sangre.

Fue estudiada, con los medios de la época, y se concluyó que no había sido pintada por la mano del hombre, sino que era “Acheiropoieta”, que en griego significa imagen "no hecha por la mano".

Desde entonces, la Sábana Santa fue mostrada en multitud de ostensiones, y era la reliquia más conocida de aquella época y de aquel reino, además de recibir multitud de visitas desde el resto de la Cristiandad.

La Sabana Santa en ostensión. Se afirma que, al no estar hecha por la mano del hombro, debe llamársela “Acheiropoieta”

En el año 639 Edessa cayó bajo la invasión árabe, pero el emir (Osroene dejó de tener Rey) permitió la adoración de la Síndone y las diferentes religiones pudieron convivir durante muchos años en perfecta sintonía. 


El sitio de Edesa, en la fase final de la conquista musulmana de Siria y el Levante

En el siglo VIII se desarrolla en la Cristiandad la llamada crisis iconoclasta, por la cual se dejó de representa imágenes sagradas, como sucedía en el judaísmo y en el Islam, y las imágenes existentes fueron brutalmente destruidas. Esto dio lugar a una curiosa situación, pues mientras imágenes y reliquias cristianas eran destruidas por los cristianos, la Sábana Santa en Edessa estaba a salvo, en la zona dominada por el Islam.

El Concilio de Nicea en el año 787, afortunadamente, autorizó de nuevo la representación plástica y artística de Dios, de la Virgen y de los Santos, y cerró oficialmente la crisis.

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