CIRUGÍA
Operación Quirúrgica. David Teniers.
Las
intervenciones quirúrgicas fueron uno de los temas predilectos por los pintores
flamencos del siglo XVII, especialmente en el ámbito de la pintura de género.
Estas obras, de pequeño formato, estaban dirigidas a una clientela burguesa en
auge, que buscaba adornar sus hogares con escenas cotidianas cargadas de
realismo y, en muchas ocasiones, de un tono humorístico o satírico. Uno de los
máximos exponentes de este estilo fue David Teniers el Joven, hijo del también
pintor David Teniers el Viejo. Su obra se distingue por una aguda observación
de la vida diaria, que plasma con notable detalle y un cierto aire
caricaturesco.
La "Operación quirúrgica" del Museo del Prado es un ejemplo representativo de este tipo de pintura
costumbrista. A través de ella, podemos asomarnos a las condiciones precarias
en que trabajaban los cirujanos del momento, muchos de ellos conocidos como “cirujanos
barberos”. Estas figuras, que comenzaron a proliferar en la Edad
Media, desempeñaron un papel fundamental en la historia de la medicina europea.
No eran médicos formados en universidades, y su labor era considerada de rango
inferior dentro del campo sanitario. A menudo ejercían de forma itinerante,
atendiendo en ferias, mercados o incluso a domicilio, si así lo requería el
paciente.
Su campo de
actuación era amplio: además de cortar el cabello y afeitar, extraían muelas,
realizaban sangrías, aplicaban sanguijuelas, practicaban amputaciones y
llevaban a cabo intervenciones menores, especialmente relacionadas con
afecciones cutáneas como quistes, verrugas, carbuncos, abscesos o úlceras
crónicas, además de tratar heridas y fracturas.
El conocido
poste de barbería, con bandas rojas, blancas y en ocasiones azules, tiene su
origen en estos oficios: el rojo alude a la sangre, el blanco a las vendas, y
el azul (presente en algunos países) se interpreta como la representación de
las venas.
Con el avance
de la medicina y la consolidación de la cirugía como disciplina académica, los
cirujanos barberos fueron perdiendo protagonismo. En 1745 se produjo la
escisión dentro del antiguo Gremio de Barberos (fundado en 1308), dando lugar a
la Sociedad de Cirujanos, lo que marcó el inicio de una separación formal entre
ambos oficios. Esta evolución culminó en 1800 con la fundación del Real Colegio
de Cirujanos, que consagró la cirugía como una especialidad médica con
formación universitaria.
En la
pintura mencionada de Teniers, la intervención tiene lugar en una habitación
sombría. Al fondo se observa un espacio desordenado que recuerda a un bazar o
taller, donde se acumulan redomas, matraces, frascos de ungüentos, un reloj de
arena y otros objetos diversos. Esta ambientación sugiere que la escena podría
transcurrir en la propia vivienda del cirujano, que en muchos casos también
actuaba como boticario o preparaba sus propios remedios. En el suelo, junto al
banco donde se practica la intervención, se disponen los instrumentos
necesarios para la operación, listos para su uso inmediato.
Este cuadro sigue la estela de composiciones anteriores sobre el mismo tema,
como las de Adriaen Brouwer, maestro de Teniers, que ya había explorado con
agudeza crítica este tipo de escenas populares.
Bazar con diferentes objetos
Objetos en el suelo junto al banquillo
Pretil de la ventana con un botijo y un tarro
Un
cirujano de avanzada edad, de porte algo rústico y rostro marcado por un
acusado prognatismo, aparece arrodillado frente a un banquillo, concentrado en
su paciente. Su expresión sugiere que mantiene algún tipo de diálogo o consulta
con el enfermo, quizás preguntándole por el dolor o el origen de la lesión. Se
dispone a intervenir una aparente herida infectada en el dorso del pie, que
requiere atención inmediata. En su mano sostiene un instrumento metálico curvo,
de acero fino, similar a los utilizados para legrar tejidos necróticos o
limpiar úlceras. A un costado, sujeto en una bolsa o cartuchera, lleva otras
herramientas quirúrgicas listas para su uso.
Detalle del cirujano
El paciente apoya sobre el banquillo el pie izquierdo que va a ser operado.
Detalle del paciente
Contempla la escena una vieja,
puede ser la esposa del paciente, con las manos ocultas bajo una larga tela
colgante, a modo de manguito, y llevando una cesta sobre el brazo izquierdo.
Detalle de la anciana
Tras ellos, por una puerta del
fondo, sale una joven con un recipiente en la mano, que bien pudiera
ser el ayudante del cirujano.
Detalle
del ayudante del cirujano
A pesar del
ambiente sombrío y algo sórdido en el que se desarrollaban estas
intervenciones, y del aspecto rudo del cirujano, la percepción social sobre su
labor no era del todo negativa. De hecho, se les reconocía cierta habilidad
práctica y utilidad. Un indicio simbólico de esta valoración puede encontrarse
en la figura de la lechuza, posada sobre la puerta de la ventana en la esquina
superior izquierda de la escena. Tradicionalmente asociada a Palas Atenea, diosa
griega de la sabiduría y de las artes manuales, la presencia de esta ave
sugiere un vínculo con el conocimiento práctico y la destreza, lo que refuerza
la idea de que el trabajo del cirujano-barbero, aunque humilde, gozaba de
cierto respeto.
Detalle de la lechuza
Por Andrés Carranza Bencano