lunes, 15 de septiembre de 2025

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Moisés y la roca de Horeb. Bartolomé Esteban Murillo.

Moisés y la roca de Horeb. Murillo, Bartolomé Esteban.  Hacia 1669-1670.  Óleo sobre lienzo. 335 x 55 cm. Iglesia de la Santa Caridad 


Se representa el milagro realizado por Moisés en la peña de Horeb, durante la travesía de los israelitas por el desierto en busca de la tierra prometida. Ante la falta de agua, el pueblo se quejaba preguntando: «¿Por qué nos sacaste de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?» Entonces Moisés se encomendó al Señor, y Yahvé le indicó: «Golpea la roca con tu cayado y brotará agua para que beba el pueblo» (Éxodo 17, 1-7).

En esta escena, Mañara quiso simbolizar la segunda de las Obras de Misericordia: dar de beber al sediento

Sobresalen las figuras de Moisés y Aarón, que elevan su acción de gracias a Dios por el milagro concedido.

Detalle de Moisés y Aarón

El niño a caballo dirige nuestra mirada, guiándonos hacia el prodigio y señalando a los protagonistas del milagro.

Detalle del niño a caballo

Murillo enriquece la composición al incluir personajes populares e infantiles, así como un amplio repertorio de gestos, actitudes y reacciones psicológicas: los que ya han saciado su sed, los que esperan impacientes poder hacerlo, o aquellos que llenan con agua sus vasijas. 

Bebiendo y llenando vasija

Bebiendo y llenando vasija
Llenando vasija
Bebiendo 
Esperando para llenar su vasija 
Esperando para llenar su vasija 

El lienzo se enfrenta al del milagro de Jesús, que aparece aquí prefigurado, y que adquiere también un sentido eucarístico, al evocar la necesidad espiritual de recibir el Cuerpo de Cristo.

El pobre y gastado calzado simboliza la pobreza y el esfuerzo del caminar.

Detalle del calzado

Por Andrés Carranza Bencano

MUERTE EN LA PINTURA

In Ictu Oculi. Juan de Valdés Leal.

In ictu oculi.  Valdés Leal, Juan de. 1671-1672.  Óleo sobre lienzo. 220 x 216 cm. Hospital de la Caridad 

Detalle sin marco

Esta obra inaugura el programa ideado por Miguel Mañara, recordando que la muerte llega a todos de manera inexorable, en un “abrir y cerrar de ojos” ("in ictu oculi"), despojando al hombre de las riquezas y de los placeres efímeros acumulados en este mundo. 

Con esta advertencia se invita al ser humano a preparar su alma para la vida eterna. El propio Mañara lo expresa con crudeza: “Si tuviéramos delante la mortaja que debemos de llevar —viéndola todos los días con la consideración de que ha de ser cubierta de tierra y pisada por todos— olvidarías las honras y estados de este mundo”.

En el lienzo, Valdés Leal representa a la muerte como un esqueleto que emerge de las tinieblas y avanza hacia el espectador, a quien interpela con una mirada penetrante que subraya la rapidez con que la muerte irrumpe y pone fin a la vida humana. Según Elena Palos, “el esqueleto tiene una expresión irónica hacia el espectador, a quien mira directamente casi esbozando una macabra sonrisa”.

Detalle del esqueleto

Detalle del esqueleto

El espectro, dispuesto a cumplir su misión, porta bajo el brazo izquierdo un ataúd cubierto por un manto blanco, mientras que en la mano derecha sostiene la guadaña con la que siega la vida de los mortales.

Detalle del ataúd cubierto con un manto blanco y la guadaña en la mano izquierda

Con la mano derecha apaga una vela, sobre la cual aparece inscrita la frase "in ictu oculi". Esta expresión procede de la Primera Epístola de san Pablo a los Corintios (15, 52), donde se anuncia la inminencia de la resurrección: “in momento, in ictu oculi, in novissima tuba canet enim, et mortui resurgent incorrupti et nos inmutabimur” (“en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de la trompeta final; pues sonará y los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados”).

Detalle de la mano derecha

El esqueleto apoya su pie izquierdo sobre un globo terráqueo, símbolo del poder absoluto de la muerte sobre todas las cosas y de su victoria sobre la vida terrenal. 

Detalle del pie sobre el globo terráqueo

A sus pies, a modo de "vanitas", (“vanidad”), se acumulan valiosos objetos que advierten sobre la fugacidad de la existencia y la inutilidad de los triunfos mundanos ante la eternidad.

Así, sobre la tumba que ocupa el centro de la composición se distinguen una tiara papal, una mitra episcopal, telas blancas y rojas, un báculo de obispo, dos coronas, una cadena de oro y varios libros, junto a una cruz papal apoyada contra la sepultura. A la derecha se observan fragmentos de una armadura. En primer plano, un libro abierto muestra en una de sus páginas el grabado de un arco triunfal, emblema de las victorias militares de las ciudades. Para Valdés Leal, sin embargo, incluso estos símbolos de gloria resultan insignificantes frente al poder inexorable de la muerte.

Detalle de los objetos situados a los pies


Detalle de la tiara papal


Detalle de la mitra episcopal

En el frente se encuentra un libro abierto, se alcanza a distinguir en una de sus hojas el grabado de un arco triunfal, éste lo solían recibir las ciudades triunfadoras de batalla. Para Valdés esto no tiene importancia frente a la muerte.

Detalle del libro abierto


Joan Ramón Triadó (2000), siguiendo el análisis de Ingvar Bergström, distingue tres categorías simbólicas en las que pueden encasillarse los motivos visuales característicos de las vanitas. La primera corresponde a los símbolos de la vida terrena, subdivididos a su vez en tres campos: la vida contemplativa, la vida práctica y las indulgencias. La segunda categoría agrupa los símbolos de la mortalidad humana, mientras que la tercera reúne los símbolos de la resurrección y de la vida eterna.

En esta pintura de Juan de Valdés Leal pueden identificarse ejemplos de estas categorías. Entre los símbolos de la vida contemplativa aparecen los libros, emblemas del saber y de la sabiduría. Los objetos vinculados a la vida práctica, como armaduras, espadas y joyas, evocan la inutilidad de la riqueza y del poder frente al triunfo inevitable de la muerte. Entre los símbolos de la mortalidad destaca la vela, apagada por la mano del esqueleto, que alude al transcurso del tiempo y a la fragilidad de la existencia humana.

Por Andrés Carranza Bencano