MUERTE EN LA PINTURA
Finis Gloriae Mundi. Juan de Valdés Leal.
Finis gloriae mundi. Valdés Leal, Juan de. 1671-1672. Óleo sobre lienzo. 220
x 216 cm. Hermandad de la Santa Caridad.
Miguel de Mañara,
reformador y Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, fue
el encargado de dotar de un fuerte contenido doctrinal y visual a la iglesia
del Hospital de la Caridad. Dentro de este programa encargó a Juan de Valdés
Leal la ejecución del célebre lienzo “Finis gloriae mundi”,
concebido como complemento de su pareja “In ictu oculi”.
Ambas obras forman lo que se conoce como “Los jeroglíficos de las
postrimerías”, conjunto destinado a instruir a los cofrades sobre
la fugacidad de la vida y la necesidad de prepararse para el juicio divino tras
la muerte.
El título “Finis gloriae mundi” (“El fin
de la gloria del mundo”) procede de la cartela pintada en la parte inferior del
lienzo y parece tener como antecedente el emblema XIX de los "Emblemas Morales" de Sebastián de
Covarrubias (1610). En aquella estampa se representaba una cripta repleta de
esqueletos, acompañados de signos del poder terrenal (tiara papal, corona real
y mitra episcopal) con un texto poético que recordaba cómo la muerte iguala a todos
los hombres, sin importar su dignidad ni condición.
La
composición del cuadro de Valdés Leal puede dividirse en tres planos
principales:
Primer plano
Se
distinguen dos ataúdes abiertos. En uno yace el cadáver de un obispo, que representaría a la Iglesia, identificado
por las vestiduras litúrgicas, cuyo cuerpo aparece corrompido por gusanos e
insectos. La tradición ha querido ver en él al arzobispo hispalense don Antonio
Paino, fallecido repentinamente en 1669, conocido por su piedad y por haber adoptado
como lema de su pontificado la frase “Sigue
la Cruz”.
Cadáver de un obispo
Detalle
En
el ataúd contiguo descansa el cuerpo de un caballero cubierto con la capa de la
Orden de Calatrava, reconocible por la cruz roja bordada. Este personaje
simboliza la nobleza y, según el padre Cárdenas, primer biógrafo de Mañara,
sería incluso un autoretrato del propio
fundador, representado como cadáver consumido y reducido a huesos, en un
gesto de humildad y meditación sobre la muerte. La elección de un caballero
calatravo no es casual: a ojos de la época, evocaba virtudes como la valentía y
la defensa de la fe, aunque aquí la gloria militar y terrenal aparece vencida
por la corrupción de la tumba.
Caballero
de la Orden de Calatrava
Detalle
Bajo ambos cuerpos, una inscripción en latín resume la enseñanza: “Finis Gloriae Mundi” (El fin de la gloria del mundo), recordatorio de que toda grandeza humana concluye en la disolución de la carne. Nos muestra la fragilidad de la vida y los implacables efectos de la muerte.
Segundo plano
Desde lo alto emerge la mano de Cristo, marcada por las llagas de la crucifixión, rodeada de resplandores y nubes. En ella sostiene una balanza que sopesa las acciones humanas, las buenas obras frente a los vicios practicados por el hombre durante su vida.
Detalle de la mano de cristo con la balanza
Detalle de los platillos
En un platillo (izquierda) se acumulan los vicios, representados alegóricamente
por animales: el cerdo de la gula, el pavo real de la soberbia, el perro
iracundo, el murciélago envidioso, la cabra de la avaricia, el mono de la
lujuria y el perezoso de la acedia. Una cartela añade la sentencia “Ni más”, subrayando que ningún
exceso de pecado puede ser excusado.
Platillo de la izquierda
En el
platillo opuesto (derecha) aparecen las virtudes y obras piadosas: disciplinas de
penitencia, rosario, libros de oración y, coronándolo todo, un corazón inflamado
con el anagrama de Jesús (IHS),
símbolo del amor divino. Aquí se lee la expresión “Ni menos”, recordando
que tampoco deben faltar las buenas obras para la salvación.
Platillo de la derecha
Este equilibrio
refleja la doctrina cristiana según la cual el destino eterno depende de la
conducta personal: la balanza se inclina según las elecciones del hombre.
Algunos autores interpretan esta imagen como la confrontación entre dos modelos
de vida (el vicioso y el virtuoso) nivelados por la muerte, que actúa como gran
igualadora.
Estas
inscripciones “NI MAS” y “NI MENOS” indican que en la vida del hombre debe
predominar la virtud y el amor sobre los vicios.
Tercer plano
En
un nivel más sombrío se advierten calaveras apiladas, un cadáver extendido y, a
la izquierda, una lechuza que dirige su mirada hacia el espectador. Esta ave
nocturna, tradicionalmente asociada a la oscuridad y a la ceguera espiritual,
refuerza la atmósfera de advertencia y reflexión.
Detalle
del cadáver
Detalle
de la lechuza
En conjunto, “Finis gloriae
mundi” constituye una poderosa meditación barroca sobre la
vanidad de las glorias humanas y la inevitabilidad del juicio divino.
El lienzo cumple a la perfección con los objetivos de la espiritualidad
contrarreformista: conmover, instruir y advertir al fiel de que la salvación no
depende de honores ni riquezas, sino de la práctica constante de las virtudes y
de la caridad.
Por Andrés Carranza Bencano