EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Manuscrito de Rábula.
Se trata de un manuscrito del Evangelio, escrito en lengua siria antigua o lengua pesita, pintado por el escriba Rábula en 586, para el convento hoy desaparecido, de san Juan de Zagba, en Mesopotamia.
Investigaciones
recientes sugieren que el manuscrito fue completado en el año 586 y
posteriormente fue retocado parcialmente por restauradores, y unido con
miniaturas de otras fuentes en los siglos XV o XVI.
Está considerado como una de las mejores obras Bizantinas
producidas en Asia, y uno de los primeros manuscritos cristianos con grandes
miniaturas.
La historia del manuscrito después de su redacción es
desconocida hasta el siglo xi,
cuando estuvo en Maipuc-Biblos, Líbano. A finales del siglo xiii o principios del siglo xiv llegó al monasterio de
Quannubin en el Valle de Qadisha.
A finales del siglo XV o
principios del XVI, el
manuscrito fue llevado por el Patriarca maronita (ver) a la Biblioteca Laurenciana de Florencia, donde se
encuentra actualmente. El manuscrito ha servido durante la Edad Media como
registro de los patriarcas maronitas.
Biblioteca Laurenciana
de Florencia (ver)
La escena de la crucifixión aparece encima de las de la visita
al sepulcro y la aparición de Cristo resucitado.
Pero no está mostrando un Cristo resucitado, dado que la escena siguiente
representa la resurrección, con el motivo, también descriptivo, de la aparición
de Cristo a las dos Marías tras el anuncio del ángel.
La
escena superior representa el Calvario con un Cristo crucificado sobre una cruz que domina a la de los ladrones.
Su rostro lo inclina suavemente sobre el lado derecho,
circundado por un gran nimbo. Sus ojos abiertos, como
“Cristo vigilante”, sin ninguna huella de sufrimiento en el rostro. Tiene barba corta y una melena más abundante que
los Cristos alejandrinos y más discreta que los barbados Cristos bizantinos
tras la aparición del rostro de Edesa (ver). El cuerpo en posición recta, fijo a la cruz por cuatro clavos dorados. Una larga
túnica como suntuoso “colobium” violeta,
bordeado por dos largas bandas de oro, lo cubre casi por completo, muy
distinta del escueto taparrabos con que lo representa el mundo romano o del
perizoma bizantino.
La intencionalidad narrativa que se deja ver en los dibujos de Rabbula,
nos aleja de la posibilidad de comprender este Cristo de ojos vigilantes desde
una óptica monofisita, herejía que perduró en Siria y Alejandría aún después de
Calcedonia, según la cual Cristo no sufrió en la cruz porque en realidad
carecería de naturaleza humana, la única susceptible de sufrimiento físico. Más
bien la crucifixión comenzó a ser representada para expresar dicha humanidad a
partir de las controversias sobre la naturaleza humana y divina de Cristo.
Es la primera
ocasión histórica en que encontramos a Longinos que clava su lanza en el costado de Cristo, de donde sale sangre y agua, como símbolos de la Eucaristía y del Bautismo, y
manifestación de que Cristo continua vivo después de muerto.
El
“colobium”, abierto lateralmente, deja ver el
pecho atravesado por un porta-lanza que una inscripción designa como Longinos,
que clava la lanza en lugar de romperle las piernas, confirmándose la profecía:
“No le quebraran ni un hueso” (Ex. 12,46), “Mirarán al que traspasaron (Zac 12:10). Curiosamente, el
autor escribe solamente el nombre de Longinos y no el de los otros personajes.
A la izquierda de Jesús aparece Stephaton, con su
porta-esponja y un cubo. La presencia en la representación de los dos
personajes Longinos y Stephatón a ambos lados de la cruz, uno con la lanza y el
segundo con la esponja sobre una caña, es también aportación siríaca a la
iconografía cristólógica, personajes que a partir de aquí estarán presentes en
todas las representaciones de la crucifixión hasta el Cristo de San Damián y en
el gótico.
Los ladrones cubiertos solo con un “perizonium”, atado el
busto a la cruz y clavos en manos y pies. El ladrón izquierdo inclina la cabeza
hacia Cristo, el ladrón derecho mira a Cristo con arrogancia.
No hay la
preocupación simbólica que aparecerá en el mundo bizantino, donde el ladrón no
arrepentido volverá la cara para no mirar a Cristo y donde los salvados
mostrarán su rostro completo.
Los dos ladrones no se contemplan en los evangelios canónicos, sino en el
Evangelio apócrifo de Nicodemo (10:1): “Y Jesús salió del Pretorio y los dos
ladrones con Él. Y cuando llegó al lugar que se llama Gólgota, los soldados lo
desnudaron de sus vestiduras y le ciñeron un lienzo, y pusieron sobre su cabeza
una corona de espinas y colocaron una caña en sus manos. Y crucificaron
igualmente a los dos ladrones a sus lados, Dimas a su derecha y Gestas a su
izquierda”.
El crucificado tiene la cabeza girada hacia el lado
derecho, pues mira al discípulo y a la Virgen, aureolados con
un gran nimbo. Se trata de una representación descriptiva de los hechos
acontecidos momentos antes de su muerte, en que Jesús encomienda
respectivamente a Juan y a María ser hijo y ser madre.
La ubicación de dos de los personajes (María y Juan) que aparecen en la
escena de la crucifixión, juntos, al mismo lado derecho de Cristo, es algo
extraño en la iconografía bizantina y en la iconografía europea, incluso
también en muchas otras representaciones de la crucifixión que se dibujan en el
Oriente Medio.
La imagen más común representa a Cristo Crucificado en el medio, a María
a su derecha y a Juan a su izquierda, en un esquema llamado Deesis (ver), con una intencionalidad teológica en la que ambos
personajes interceden ante Cristo por el orante.
Al lado tres espectadores. Al pie de la cruz tres soldados practican
el juego mediterráneo conocido como de la “mora” y echan suertes sobre la túnica de Jesús.
El sol y la luna encuadran la escena, el sol a la derecha y
la luna a la izquierda, simbolizando las
tinieblas que rodearon la tierra, en el momento de la muerte.