EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA
Cristo de las Cinco Llagas. Hermandad dela Trinidad.
La devoción a
las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo ha estado presente en la Cofradía
de la Trinidad desde sus orígenes, manifestándose de manera especial a través
de la imagen de un Cristo Crucificado. Ya en las reglas de 1555, en el capítulo
47, se menciona la existencia de un “crucifijo grande” que cerraba el cortejo
procesional. Esta imagen era portada por “uno de los cofrades más altos”,
acompañado de otros seis hermanos con hachas de cera, siendo, según consta, la
única imagen que participaba en la procesión.
La talla más
antigua de la que se tiene constancia es una escultura policromada de autor
desconocido, datada en la primera mitad del siglo XVII. De tamaño natural (1,75
metros), fue realizada en madera, pasta de papel y telas encoladas. Actualmente,
preside la vitrina principal situada en el acceso a la casa de hermandad.
A lo largo de
su historia, la imagen ha sido objeto de múltiples intervenciones con el fin de
asegurar su conservación, hasta el punto de que los especialistas determinaron
que no debía seguir siendo expuesta a restauraciones ni participar en salidas
procesionales, para evitar comprometer su integridad.
En 1745 fue
sometida a una profunda remodelación por el escultor Teodoro Fernández de
Valdivieso, quien incluso añadió medio cuerpo nuevo. En aquel tiempo, como era
costumbre en las representaciones de Cristo crucificado, la imagen lucía
cabello natural.
Durante los
siglos XIX y XX, se realizaron nuevas restauraciones. En 1884 intervino el
escultor Manuel Gutiérrez; en 1918 y 1970 lo hizo Ángel Rodríguez Magaña; y en
1950 fue restaurada por Carlos Bravo Nogales, quien llevó a cabo una nueva
encarnadura, manteniéndose desde entonces la policromía actual.
En 2016, la imagen fue objeto de labores de limpieza
superficial y de una reinterpretación puntual de ciertas zonas policromadas,
trabajo realizado por los restauradores José Ángel del Valle Serrano y Victoria
Fernández Espejo.
Según el periodista Juan Pedro Recio, durante los
disturbios de 1936, la imagen fue escondida en un depósito de aceite, en un
almacén de la calle Matahacas, junto a San Román, para evitar su destrucción
por parte de grupos anticlericales.
Crucificado
Detalle
del rostro
Detalle
del paño de pureza
Visión
frontal de los pies
Visión
lateral de los pies
Ante la
delicada situación de la antigua imagen del Cristo de las Cinco Llagas, el 19
de febrero de 1979 se celebró un Cabildo de Oficiales en el que el Hermano
Mayor, Juan González Fernández, comunicó que los expertos consultados
coincidían en un diagnóstico unánime: la talla no soportaría nuevas
intervenciones ni salidas procesionales sin poner en riesgo su integridad.
Como
consecuencia, el 11 de marzo del mismo año, en Cabildo General Extraordinario,
se acordó por unanimidad convocar un concurso para la realización de una nueva
imagen titular. A dicho certamen concurrieron los escultores Luis Ortega Bru,
Luis Álvarez Duarte y Manuel Hernández León. Finalmente, fue este último quien
recibió el encargo, tras ser desestimadas por la comisión artística las
propuestas restantes, a pesar del notable interés de la presentada por Ortega
Bru, quien concibió un original Cristo con los pies ya desclavados de la cruz.
La nueva talla,
obra de Manuel Hernández León, fue realizada en madera de cedro policromada.
Fue bendecida el Miércoles de Ceniza, 4 de marzo de 1981, en el altar mayor del
Santuario, en una ceremonia presidida por el cardenal José María Bueno Monreal.
Ese mismo año procesionó por primera y única vez.
No obstante,
sus proporciones (de 1,80 metros de altura) no armonizaban con el resto del
conjunto escultórico del misterio. Por tal motivo, la Junta de Gobierno
comunicó al autor que la imagen no cumplía con los criterios estéticos y
técnicos establecidos.
Posteriormente,
la imagen fue retirada del culto y trasladada al taller del escultor. En 1984,
una familia particular manifestó su deseo de adquirir la talla para donarla a
la parroquia de San Juan de Ribera, ubicada en el barrio C del Polígono de San
Pablo. Desde entonces, preside el altar mayor de este moderno templo, bajo la
advocación de Cristo de la Piedad y Misericordia.
Primer
Crucificado de Manuel Hernández León
Detalle del troco superior. Destaca la ausencia del Estenón
Detalle
del rostro inclinado a la izquierda
Detalle
del paño de pureza
Visión
frontal de los pies, el izquierdo sobre el derecho
Visión
lateral de los pies, el izquierdo sobre el derecho
Detalle
de un brazo, con el clavo en la muñeca
Manuel
Hernández León se comprometió a realizar una nueva imagen con las mismas
características que la anterior, aunque de dimensiones más reducidas,
concretamente de 1,65 metros de altura, para facilitar su integración en el
conjunto procesional.
La nueva talla
fue bendecida el 27 de febrero de 1982, a las 19:00 horas, en la capilla de la
hermandad. La ceremonia fue presidida por el entonces director espiritual, don
Manuel López. Actuaron como padrinos de la bendición el Hermano Mayor, Juan
González Fernández, y su esposa, Rosa Fuentes Pesquera.
La
imagen del Cristo presentaba algunas particularidades iconográficas que merecen
ser destacadas. Entre ellas, el detalle de tener las muñecas perforadas, en
lugar de las palmas, el pie izquierdo superpuesto al derecho y la cabeza
inclinada hacia el lado izquierdo, cuando lo más habitual en las
representaciones tradicionales es que repose hacia la derecha.
Antes de su
ejecución definitiva, se realizó una maqueta en barro a escala reducida, con el
fin de someterla a la evaluación de la comisión artística y de la Junta de
Gobierno. Esta obra preliminar se conserva actualmente en la casa de hermandad
como testimonio del proceso creativo de la talla definitiva.
Maqueta
del Crucificado
Detalle
de un brazo, con el clavo en la muñeca
Detalle
del rostro inclinado a la izquierda
Visión
frontal de los pies, el izquierdo sobre el derecho
El paso
del misterio con el crucificado de Hernández León
Durante
las dos décadas en las que permaneció expuesto al culto, la imagen no logró
suscitar el nivel de devoción que se había esperado. Por ello, la Junta de
Gobierno, entonces presidida por José Antonio Muñoz Aroca, tomó la decisión de
retirarla tanto del culto como de la estación de penitencia.
Actualmente,
este segundo Cristo de las Cinco Llagas, obra de Manuel Hernández León, preside
el altar mayor de la parroquia de San Sebastián, en la localidad de Pedrera,
situada en la Sierra Sur de Sevilla. Cabe destacar que el contrato de cesión
incluye una cláusula particular: la imagen no podrá participar en ninguna
salida procesional, estando destinada exclusivamente al culto interno en el
templo.
Cristo de las Cinco Llamas de Hernández León actualmente
preside el altar mayor de la parroquia de San Sebastián de la localidad de Pedrera de la Sierra Sur sevillana
En
Cabildo General Extraordinario celebrado el 2 de diciembre de 2001, la
Hermandad acordó encargar la realización de un nuevo Cristo Crucificado al
escultor y hermano de la corporación Luis Álvarez Duarte. La talla fue
ejecutada en su taller de la localidad sevillana de Gines y finalizada el 17 de
febrero de 2002.
La bendición
solemne tuvo lugar el 28 de febrero del mismo año, presidida por el entonces
director espiritual, don Antonio Jesús Rodríguez de Rojas. Actuaron como
madrinas del acto las comunidades religiosas del Instituto de Hermanas
Trinitarias y del Beaterio de la Santísima Trinidad de la ciudad.
La imagen fue
realizada mediante la técnica de talla directa, íntegramente en madera de cedro
real, alcanzando una altura de 1,77 metros. La cruz arbórea que sostiene al
Crucificado fue elaborada en caoba brasileña, y sobre ella figura el “titulus”
inscrito en griego, arameo y latín, según la tradición evangélica.
Desde su
incorporación, esta nueva imagen titular forma parte del conjunto procesional
del Cristo de las Cinco Llagas, acompañado por los santos varones José de
Arimatea y Nicodemo, así como por las tres Marías.
Cristo de las Cinco Llagas de Luis Álvarez Duarte
Detalle del INRI
Detalle del
rostro
Detalle del
paño de pureza
Visión frontal de los pies, el derecho sobre el izquierdo
Visión lateral
de los pies, el derecho sobre el izquierdo
La
imagen del Cristo de las Cinco Llagas, obra de Luis Álvarez Duarte, representa
a Jesús en el momento inmediatamente posterior a su muerte en la cruz. El
rostro sereno, con la cabeza ligeramente inclinada, transmite una mezcla de
dolor redentor y paz consumada. La anatomía, tratada con minuciosidad, resalta
la nobleza del sacrificio, sin caer en el exceso dramático, y mantiene una
profunda dignidad que invita a la contemplación.
Las llagas de
pies, manos, costado y cabeza (en alusión directa a la advocación) están
cuidadosamente detalladas, destacando su significado teológico: las señales
visibles del amor redentor de Cristo. La sangre brota con sobriedad, como
símbolo de la entrega total, y el paño de pureza cae con naturalidad, siguiendo
el modelo clásico andaluz.
La cruz,
arbórea, evoca el madero del Gólgota en su forma más primitiva, subrayando el
carácter sacrifical del conjunto. El "titulus", inscrito en griego,
arameo y latín, remite a los tres grandes ámbitos culturales de la época,
expresando que la redención de Cristo se ofrece a toda la humanidad.
El misterio se
completa con la presencia de los santos varones José de Arimatea y Nicodemo,
figuras que simbolizan la compasión y el respeto hacia el cuerpo de Cristo, así
como el valor de quienes permanecieron fieles en la hora más oscura. Junto a
ellos, las tres Marías (María Santísima, María Magdalena y María de Cleofás)
representan el dolor contenido, la fe perseverante y la esperanza que permanece
incluso ante la muerte.
El conjunto,
concebido con profundo sentido catequético, invita a la meditación del misterio
pascual y a reconocer, en cada herida del Crucificado, una llamada a la
conversión, la gratitud y el amor misericordioso.
Por Andrés Carranza Bencano