EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
Edessa.
Tras la Crucifixión, los soldados encargados, presididos por un centurión,
custodiaban al crucificado para que nadie lo bajase de la cruz, salvo que le
fuera autorizado expresamente, con lo que el cuerpo quedaba a merced de las
aves de rapiña.
Para evitarlo, Jose de Arimatea fue a ver a Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesus:
“José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a
Pilatos autorización para retirar el cuerpo de Jesús” (Jn 19:38).
Este le concedió
su deseo y José fue a comprar
una sábana, volvió al Gólgota y ayudó a descender el cadáver de Jesucristo.
Tras
el descendimiento, trasladaron a Jesús a un sepulcro nuevo, cercano al monte
Calvario, propiedad de José de Arimatea.
En el Sepulcro extendieron la sabana sobre la
piedra y colocaron a Jesús, como es descrito por los Evangelistas:
“Este (José de Arimatea)
compró una sábana y, descolgando a Jesús, lo envolvió en la sabana, y lo puso
en un sepulcro cortado en la roca; luego rodó una piedra delante de la entrada
del sepulcro” (Mc 15: 46).
“El, tomando el cuerpo,
lo envolvió en una sábana limpia; lo puso en su sepulcro nuevo que él se había
cortado en la roca, y después de haber hecho rodar una gran losa hasta la
entrada del sepulcro, se marchó” (MT 27:59-60).
“(…) y bajándolo, lo
envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, donde no
habían puesto a nadie todavía” (Lc 23:53).
“Tomaron entonces el
cuerpo de Jesús y lo ataron con lienzos de amortajar, junta con los aromas,
como tienen costumbre los judíos de dar sepultura (Jn 19:40).
Sepulcro cavado en la roca con la piedra redonda destinada a su sellado
Aspecto interior del sepulcro con dos áreas. Una a la derecha para la
preparación del cadáver y un arcosolio a la izquierda para su deposito
Se supone que la misma sabana de José de Arimatea se utilizó para cubrir el cuerpo muerto de Jesús.
La sabana fue
dispuesta sobre la piedra del sepulcro, de tal modo que la parte sobrante sobresalía por el
lado donde iba a reposar la cabeza.
Sobre la sabana fue colocado el cuerpo en
posición de decúbito supino, o sea,
boca arriba, con los brazos situados
por delante, con los codos, lógicamente,
en suave flexión y las manos, en pronación, esto es, con la palma tocando el cuerpo, sobre la región pubiana.
Dada la premura de tiempo, porque se hacía ya de noche y el día siguiente era sábado y Pascua, y no se podía trabajar, lavaron un poco el cadáver de sangre, esparcieron perfumes sobre él y dejaron algún ramillete de flores recogidas en su derredor, pero sin terminar totalmente el proceso.
Finalmente, la mitad redundante de la sabana fue colocada doblándola sobre si misma hasta los
pies, cubriendo todo el cadáver
por su cara anterior (como nos muestra el óleo de Gulio Clovio) y fijándola con vendas circulares.
Descenso
de la Cruz. Clovio, Gulio. 1498-1578. Óleo sobre lienzo. 55 x 44 cm. Galleria
Sabauda.
Esquema que muestra como el cuerpo de Cristo fue depositado
en la Sabana Santa, sobre la piedra del sepulcro. A la altura de la cabeza, la
Sabana vuelve hacia los pies, cubriendo el cuerpo. Sus más de cuatro metros de
longitud están en contacto directo con el cadáver de Jesús. La impronta de la
cara anterior y posterior del cuerpo pudo así quedar grabada en una de las
caras de la tela.
Según San Marcos (Mc
16:12) “Muy de mañana, saliendo ya el
sol” “María
de Magdala, María madre de Santiago y Salomé,
fueron al sepulcro de Jesús, después de comprar aceites aromáticos, y
encontraron la piedra que lo cerraba que había sido removida, y dentro un joven
que les anunció la Resurrección de Jesús (Mc 16:1-8).
Igualmente, según san Mateo, “María de Magdala y “la otra María”, que
presencian la apertura milagrosa del sepulcro por parte de un ángel, que les
anuncia que Cristo ha resucitado y les da el encargo de informar a los
discípulos (Mt 28:1-10).
“Luego llegó Simón Pedro tras él, y
entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre
la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar
aparte” (Jn 20:6-7).
En este fragmento se ratifica la colocación del sudario (pañuelo) en la cabeza de Jesús. La Enciclopedia Universal Judía recoge la prescripción de que, cuando un cadáver tenía desfigurado o mutilado el rostro, era imprescindible que éste fuera cubierto con un sudario, para ocultarlo a los ojos de la gente. Por lo tanto, no es extraño que se utilizase el pañolón o sudario desde la muerte en la cruz hasta el traslado al sepulcro, y que fuera uno de los lienzos funerarios empleados en el enterramiento.
Pero ¿Quién recogió la Síndone? ¿Qué se hizo con ella? ¿Dónde se guardó?.
Para los hebreos, el manto que había rodeado un cadáver era un objeto impuro que no podía ser expuesto, además los judíos interpretaban que en la sangre estaba el alma, de ahí la necesidad de recogerla y limpiarla cuidadosamente, cosa que indudablemente no se había hecho el día de su muerte, y que, aunque trajeran esa intención al día siguiente, no se pudo hacer, porque Jesús ya no estaba. Además, tanto para los romanos como para los hebreos, el expolio de una tumba era un delito condenado con la muerte.
Por todo ello, tuvo que ser alguien que le amara mucho. ¿Fue la Virgen
María? ¿Fue San Pedro? ¿Fue San Juan? ¿Fue José de Arimatea? ¿Fue San Mateo?
¿Fue otro discípulo? Nadie lo sabe, pero se supone que fue guardada por los
cristianos, en absoluto secreto.
A
partir de este momento el viaje de la Sinode tiene un componente de Leyenda o
Tradición por la ausencia de documentos, y únicamente a partir de la estancia
de la Sábana en Lirey existe documentación fiable y abundante.
Después
de estos acontecimientos, las primeras noticias sobre la Sábana Santa no nos
llegan hasta mucho más tarde, desde Edessa, capital del pequeño reino de
Osroene, en Asia Menor (ver).
Siguiendo la promesa de Jesús al rey Adgar (ver),
Eusebio de Cesarea, en su libro, asegura que, tras la Resurrección, el apóstol
Tomás envió a Tadeo (uno de los setenta y dos discípulos que Jesús envió por parejas para
predicar en ciudades y territorios) a Edesa para curar al rey, al que no solo sanó,
sino que también convirtió al cristianismo, y según la tradición apócrifa
el reino de Osroene se convirtió en el primer Estado cristiano de la historia.
Cuenta la
leyenda que fue entonces cuando Tadeo entregó a Agbar la Síndone, a la que
llamaron "Mandylion" (lienzo), y que ésta quedó en Edessa hasta el año 944,
en que llegaría a Constantinopla.
Detalle del panel lateral de un tríptico del siglo XX
conservado en el Monasterio de Santa Catalina de Monte Sinaí, que representa
al rey Abgar recibiendo el Mandylion de manos de Tadeus (Ver)
El "Mandylion" es el rostro de
Jesús que aparece en la Síndone, pues esta ha sido plegada ocho veces, y el cuarto
pliegue, empezando por los pies de la Sábana, corresponde al rostro de
Jesús, por ello también es denominada "Tetradiplo" (doblado en cuatro).
Según parece, así fue entregada al
rey Agbar, que la guardó sin desdoblarla. El Mandylion permaneció en Edessa
como reliquia, y fue motivo de ostensiones (exposiciones) públicas y adoración por los osroenitas.
Antigua pintura que representa a Tadeo entregando la Sabana Santa, plegada en forma de “Mandylión” al rey Agdar de Osroene, en la capital, Edessa
Al morir Agbar IV, en el año 50 de nuestra era, subió al trono su hijo, Agbar Maun, que reinó como Agbar VI, volviendo al paganismo anterior a su padre, pero sin conseguirlo en la población, que se mantuvo en el cristianismo.
Para evitar
que los hombres del nuevo toparca destruyeran el “manto sagrado”, unos fieles
lo ocultaron cuidadosamente en la muralla, pero murieron al ser descubiertos
por la Guardia Real, sin revelar su exacta ubicación, por lo que el Mandylion
se perdió al estar escondido entre las piedras de la muralla.
Después de
casi 400 años perdidos el Mandylion reaparece, aunque existen diferentes
versiones sobre esta aparición:
Recién
iniciado el reinado de Justiniano, en el año 527, la ciudad sufrió una gran riada
que provocó la muerte de un tercio de la población y grandes daños de sus edificios
y de la muralla. Durante la reconstrucción de la muralla se encontró la Sabana
Santa, seca y en perfecto estado, doblada cuatro veces (o sea con ocho caras)
por lo que se denominó “Tetradiplon”.
Una
segunda interpretación procede del historiador bizantino Evaggrio Escolastico,
que se refiere a la Sabana Santa con la expresión griega “Teoteuktos Eikon” que
significa “Retrato hecho por Dios”. En el año 544 Cosroes sitia Edessa con su
ejército persa. Eulalio, el obispo de la ciudad, encuentra la Sabana Santa,
intacta y perfecta, siguiendo las indicaciones de la aparición de la silueta de
una mujer majestuosa. Los edesitas llevan el manto en procesión y los
campamentos persas se incendian, por lo que Cosroes, el monarca más poderoso de
la dinastía sasánida, tuvo que retirarse sin conquistar la ciudad y ofrecer un
armisticio de cinco años que fue aceptado por los romanos de oriente.
Otras fuentes cuentan que durante el sitio
de Edessa por los persas, la Sábana fue encontrada al recibir la muralla un
terrible impacto de catapulta que dejó al descubierto el escondite donde
estaba.
Las tropas persas del rey Cosroes I atacan Edessa
contra la defensa de sus habitantes
Tras
esta reaparición, la Sabana Santa fue desplegado en su totalidad, y se pudo
comprobar que se trataba de una sábana de cuatro metros y pico, que no
era sólo el rostro sino un cuerpo humano completo, por delante y por
detrás, de tamaño natural y lleno de heridas y de sangre.
Fue estudiada, con los medios de la época, y se concluyó que no
había sido pintada por la mano del hombre, sino que era “Acheiropoieta”, que en
griego significa imagen "no hecha por la mano".
Desde
entonces, la Sábana Santa fue mostrada en multitud de ostensiones, y era la
reliquia más conocida de aquella época y de aquel reino, además de recibir
multitud de visitas desde el resto de la Cristiandad.
La Sabana Santa en ostensión. Se afirma que, al no
estar hecha por la mano del hombro, debe llamársela “Acheiropoieta”
En
el año 639 Edessa cayó bajo la invasión árabe, pero el emir (Osroene dejó de
tener Rey) permitió la adoración de la Síndone y las diferentes religiones
pudieron convivir durante muchos años en perfecta sintonía.
El
sitio de Edesa, en la fase final de la conquista musulmana de Siria y el
Levante
En el siglo VIII se desarrolla en la Cristiandad la llamada crisis iconoclasta, por la cual se dejó de representa imágenes sagradas, como sucedía en el judaísmo y en el Islam, y las imágenes existentes fueron brutalmente destruidas. Esto dio lugar a una curiosa situación, pues mientras imágenes y reliquias cristianas eran destruidas por los cristianos, la Sábana Santa en Edessa estaba a salvo, en la zona dominada por el Islam.
El Concilio de Nicea en el año 787, afortunadamente, autorizó de nuevo la representación plástica y artística de Dios, de la Virgen y de los Santos, y cerró oficialmente la crisis.