domingo, 14 de julio de 2024

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Santo Tomas de Villanueva dando limosna. Bartolomé Esteban Murillo.

 

Santo Tomas de Villanueva dando limosna. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1668-1682. Óleo sobre lienzo. 283 x 188 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización del convento de los Capuchinos. 

Hacia 1665 Murillo recibió el encargo de decorar la Iglesia de los Capuchinos de Sevilla. La realización del trabajo le llevó varios años, al final de los cuales el templo se convirtió prácticamente en un museo.

Este lienzo fue ubicado en el cuarto altar del lado de la Epístola y, de toda la serie, fue el cuadro favorito del pintor, el cuál siempre se refería a él como “mi cuadro”.

Aunque santo Tomas de Villanueva era agustino, su presencia en esta serie se debe a que gozaba de gran popularidad entre la congregación debido a su origen valenciano, ya que varios monjes también eran oriundos de aquella región. Pero además debido a su cualidad de santo limosnero, práctica que continuó como arzobispo de Valencia, virtud muy asociada al espíritu capuchino, y que sin duda Murillo relacionaría con su colaboración con el Hospital de la Caridad de Miguel Mañara y su capacidad para repartir donativos a los pobres.

La escena se desarrolla en un imponente interior palaciego, de líneas arquitectónicas clásicas, cuya profundidad se intensifica mediante una sucesión de planos alternados de luz y sombra, y en el que destaca una columna de orden clásico con un cortinaje.

Detalle de la estructura arquitectónica

El santo ocupa el centro de la composición ataviado con hábito, y los elementos distintivos como arzobispo de Valencia como la mitra y báculo. A su derecha, sobre una mesa, se sitúa un libro abierto. Destaca la capacidad de Murillo para de representar las manos y la gestualidad que puede transmitir con las mismas, así se puede ver en las manos del santo cómo da las monedas a los mendigos y sujeta el báculo con firmeza, transmitiendo firmeza y preocupación por los que le rodean, mirando directamente al pobre con dignidad.

Detalle de santo Tomas de Villanueva con la mitra y el báculo

A la derecha, se disponen un grupo de mendigos formado por dos ancianos y un niño y en el ángulo inferior izquierdo una madre y su hijo, por lo que nos muestra el tratamiento de personajes de distintos géneros y edades, de pobres y marginados que se disponen alrededor del santo con expresiones graves y en diferentes actitudes.

En este grupo de la derecha destaca el desgarrador retrato del niño tiñoso, con mirada adusta y severa, que presenta diversas placas alopécicas en su cabeza y que coinciden con las típicas tiñas. Estas lesiones son el resultado de la invasión de los pelos por hongos dermatofitos, produciéndose la fragmentación total o parcial de los mismos, y con la consecuente aparición de zonas tonsuradas a nivel del cuero cabelludo.

Se trata de lo que popularmente sería un apestado, pero que Murillo trata con dignidad, no lo oculta, pues es una realidad del momento y lo ubica con la mirada directa al arzobispo, con la sensación de incertidumbre del que sufre rechazo diariamente.

Es un retrato tan realista que el profesor Diego Angulo Íñiguez llegó a decir si no es el mismo niño a quien Santa Isabel de Hungría lava la cabeza en el cuadro de la iglesia de la Caridad, debe ser hermano suyo.

Retrato del Niño Tiñoso

Detalle de la cabeza del niño tiñoso


Más cercano a la línea costumbrista de Murillo es el anciano, que acaba de recibir el donativo y mira la moneda sin llegar a creerse todavía que la ha recibido.

Podemos llegar a sentir que va a besarla como cuando se recibe una estampa, como un auténtico tesoro que le va a permitir seguir un día más adelante, gracias al apoyo del arzobispo.

Detalle del anciano


En contraposición, atrás una señora mayor con cara de enfadada y con la duda de si llegará a recibir algo de la limosna.

Detalle de la anciana

Completa la grandeza de la obra la pareja pintada a contraluz, en el ángulo inferior izquierdo, cuya alegría contrasta con la expresión preocupada de los mendigos que hacen cola.

El pequeño ha conseguido el donativo y le enseña la manita a su madre con las monedas que le ha dado el santo.

Destaca la emotividad de la escena, con la alegría de la sonrisa del infante y el cariño y amor de la madre. que sin duda enlaza con la trayectoria de Murillo a la hora de representar a sus personajes populares sevillanos.

Deliciosos detalle de la madre y el niño

Resulta de gran interés la figura, en primer plano, del tullido arrodillado y con la espalda desnuda, en un admirable escorzo.  Destaca la expresividad de las manos del mendigo, pues no necesitamos ver su cara para sentir que está suplicando a los pies del santo que le dé una moneda para poder subsistir, mientras no es capaz ni de sostener con la otra mano el bastón que le permite caminar día a día.

Detalle del tullido


Detalle de la mano del tullido

Destaca en primer plano la planta de los pies desnudos y sucios, de caminar descalzo, como máxima expresión de la pobreza, al no tener ni siquiera unos zapatos para caminar. El pie como mayor simbolismo de la mendicidad. 

Detalle de los pies

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

CRUCIFIXIÓN 

Cristo crucificado expirante. Francisco de Zurbarán. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Jesús Crucificado expirante. Zurbarán, Francisco de. Hacia 1640. Óleo sobre lienzo. 255 x 193 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización del convento de Capuchinos.

La escena la protagoniza Jesús crucificado expirante, sobre un fondo oscuro que realza la figura luminosa de Cristo crucificado. 

Este fondo oscuro no implica necesariamente que sea el cuadro de la etapa más tenebrista, ya que al morir Cristo, el cielo oscureció durante tres horas: “Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la región hasta las tres de la tarde” (Lc.  23: 44).

Es una composición poco sangrienta porque los sufrimientos morales de Jesús superan en este momento sus padecimientos físicos. El sufrimiento que expresa aquí es de índole psíquica, denotando su total abandono.

Esta vivo todavía y en trance de expirar. Su cabeza vuelta hacia el cielo, lanza una mirada suplicante, con los ojos vidriosos. No sabemos cuál de sus últimas palabras está pronunciando: “Elí, Elí, ¿lema sabaktani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) (Mt, 27: 46; Mc. 16: 34), es decir el primer versículo del salmo (Sal. 22, 2), o más bien cuando lanzó un grito y dijo: “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23: 46). 

Detalle de la cabeza

Llama la atención el abultado paño de pureza, así como su intensa luminosidad. Presenta un magnífico tratamiento plástico, en que destaca su efecto fuertemente claroscurista sobre el fondo de la escena.

Detalle del paño de pureza

Cristo aparece crucificado con las normas impuestas por Pacheco, es decir Jesús aparece sujeto al madero de la cruz con cuatro clavos, a nivel de las manos y los pies, que se apoyan  sobre un supedáneo, y con el titulus redactado en hebreo, latín y griego. 

Detalle de la mano derecha

Detalle de la mano izquierda

Es increíble el tremendo verismo de los pies clavados en el madero, con el detalle finísimo de la sombra de los clavos y de las puntas de los dedos y las uñas alteradas por el camino del Calvario. 

Esto puede explicar el por qué Zurbarán fue considerado en el siglo XIX como el “Caravaggio español”. 

Detalle de los pies