miércoles, 3 de abril de 2024

 MUERTE EN LA PINTURA

San Francisco de Borja atendiendo a un moribundo. Francisco de Goya.

San Francisco de Borja atendiendo a un moribundo. Goya, Francisco de. 1788. Óleo sobre lienzo. 350 x 300 cm. Capilla de san Francisco de Borja. Catedral de Valencia.

Entre 1787 y 1788 la condesa-duquesa de Benavente y Gandía (y también duquesa de Osuna) promovió la renovación de la capilla de su patronazgo en la Catedral de Valencia, dedicada a San Francisco de Borja (ver), su ilustre antepasado, quien había sido en vida duque de Gandía y marqués de Lombay.

Intervino en primer lugar el pintor valenciano Mariano Salvador Maella, autor del lienzo principal de altar bajo el tema de La conversión de San Francisco de Borja. Posteriormente se encargaron a Goya los dos cuadros laterales.

Este cuadro se desarrolla en una habitación oscura, tan solo iluminada por el vano circular medio cubierto por una cortina.

A la derecha, a una distancia prudencial del enfermo, encontramos a San Francisco de Borja, vestido con un sencillo hábito negro y sujetando un crucifijo como si fuera un arma. 

Detalle de san Francisco de Borja

A la izquierda, el moribundo en su lecho, con el pecho hinchado por albergar al demonio que lucha contra el santo por el alma del desgraciado. Su rostro parece ya el de un muerto, también el color de su piel.

Detalle del moribundo

Desde el crucifijo arroja la sangre de Cristo para atacar el demonio que posee al moribundo blasfemo.

Detalle de la sangre desde el crucifijo

En el rostro nimbado de Francisco de Borja se puede leer el miedo.

Detalle del rostro de Francisco de Borja

Es la primera obra de Goya en la que aparecen monstruos fantásticos, tan propios del imaginario goyesco, de tal modo que el artista ha sustituido los querubines que solían acompañar a sus religiosos por estos monstruos bestiales. 

Detalle de los monstruos fantásticos

El pie fuera del colchón simboliza la ausencia de conexión con la tierra, en relación con la muerte.

Detalle del pie fuera de la cama

MUERTE EN LA PINTURA

Conversión del Duque de Gandía. José Carbonero.


Conversión del Duque de Gandía. Carbonero, José. 1884. Óleo sobre lienzo. 315 x 500 cm. Museo del Prado. Sal 075. (CC BY 3.0)


Este cuadro de gran formato nos muestra la visión pictórica más célebre y sobrecogedora de la renuncia al mundo de Francisco de Borja y Aragón (VER), marqués de Lombay y luego IV duque de Gandía, tras contemplar el cadáver putrefacto de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, muerta en Toledo el 1 de mayo de 1539, con solo 36 años de edad.

Su hijo Felipe encabezó los funerales, pero Francisco de Borja fue comisionado para organizar la comitiva que escoltó el cuerpo de la emperatriz desde Toledo hasta su tumba en la Capilla Real de Granada, donde sería sepultado junto a los restos de los Reyes Católicos.

La escena tiene lugar el día 18, momento en que se descubrió el féretro antes de introducirlo en el sepulcro, a fin de corroborar una vez más su identidad. Al ver descompuesto el rostro de la emperatriz que el mundo había admirado por su belleza, dijo: "He traído el cuerpo de nuestra Señora en rigurosa custodia desde Toledo a Granada. Jurar que es Su Majestad no puedo. Juro que su cadáver se puso ahí".

Detalle del féretro con el cadáver de la Emperatriz

El cuadro recoge el instante de la entrega del cuerpo de la emperatriz y la reacción de Francisco de Borja al abrirse el féretro: “tiembla el marqués, da un gemido, su rígida fuerza pierde y á los brazos de su gentil-hombre, flojo y desplomado viene”. Francisco de Borja se nos muestra totalmente derrumbado  y apoyado en el hombro de su gentilhombre.

Detalle de Francisco de Borja apoyado en su gentilhombre

La atractiva belleza física y espiritual de la soberana, que había cautivado a toda la Corte, convertida ahora en repulsiva carroña, determinaron entonces al noble a decir: “Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir”, ingresando pocos años después en la orden de los jesuitas, siguiendo a san Ignacio de Loyola, donde alcanzaría una vida de santidad.

La muerte como protagonista absoluta de la composición y la manifestación pública de la rendida devoción que el entonces marqués sentía por su reina, en presencia de su propia esposa, Leonor de Castro, camarera de la emperatriz e identificable con la mujer que oculta el rostro para enjugar su llanto.

Detalle de Leonor de Castro

Destaca, igualmente, el personaje que abre el ataúd cubriéndose la nariz por el inaguantable hedor de la putrefacción.

Detalle del personaje que abre el ataúd

En el suelo, junto al túmulo, el gorro del noble, abandonado tras retirarse conmocionado del cadáver.

Detalle del sombrero en el suelo

La diversa expresión emocional de cada uno de los personajes, llorosos, asombrados, curiosos o circunspectos los miembros de la corte de la emperatriz e impasibles los representantes del clero.

Detalle de miembros de la corte

Detalle del clero

Y Dios le dijo a Moisés: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5).