domingo, 2 de noviembre de 2025

 PATOLOGIA DEL PIE EN LA PINTURA

Enfermedad de Haglund

San Jerónimo penitente. Pedro de Campaña. Museo de Bellas Artes.

San Jerónimo penitente. Pedro de Campaña. Hacia 1540. Óleo sobre tabla. 119 x 93 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala II. Adquisición de la Junta de Andalucía en 1995. 

La incorporación del paisaje, el estudio de la anatomía en el cuerpo semidesnudo del santo ermitaño, la dulzura con que mira al Crucificado, la forma de dibujar el árbol que ocupa gran parte de la escena, son todos elementos que atestiguan la tradición flamenca en la que se formó el artista, pero hay un intento por adaptarse al gusto clasicista que llega desde Italia.

La obra representa a San Jerónimo de Estridón, uno de los Padres de la Iglesia (ver), haciendo penitencia ante una imagen de Cristo crucificado. 

Puede representarse con una calavera por su ascetismo; con libro de las Escrituras, por su trabajo de traducción, por lo que incluso se le representa con anteojos a veces; con una piedra con la que, penitente, se golpea el pecho en el desierto y con un agradecido y dócil león a sus pies, al que le había quitado una espina de la zarpa.

Detalle de la Virgen con el Niño rodeada de ángeles

Detalle del rostro de san Jerónimo

Detalle del Crucifijo

Detalle de la mano derecha con la piedra de su martirio

Detalle del libro y la calavera

Detalle del León

Tampoco están libre de belleza y realismo la pantorrilla izquierda cuyo talón muestra el engrosamiento característico de la enfermedad de Haglund.

Talón con enfermedad de Haglund

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

PIEDAD

Piedad. Maestro de las Medias Figuras. Museo de Bellas Artes.

Piedad. Maestro de las Medias Figuras. Hacia 1550. Óleo sobre tabla. 71 x 69 cm. Museo de Bellas Artes. Sala II. Procede de la Desamortización de 1845

La obra se atribuye al denominado Maestro de las Medias Figuras, nombre con el que los historiadores identifican a un pintor (o grupo/taller) anónimo, activo en la primera mitad del siglo XVI, probablemente de origen flamenco o formado en ese ambiente. Sus trabajos se caracterizan por figuras de medio cuerpo, especialmente damas jóvenes, con rasgos tipo (cabeza en tres cuartos, rostro ovalado, manos cuidadas). El apodo proviene de esa serie de “medias figuras” repetidas.

Sus dimensiones moderadas, hacen pensar que estaría destinada al ámbito privado, quizá a un oratorio doméstico o a una capilla particular y también parece orientada a la exportación.

Esta pintura representa el momento en que la Virgen sostiene el cuerpo sin vida de Cristo tras el descendimiento de la cruz. La escena, de intensa carga emotiva, combina la serenidad contenida de la Madre con la suavidad idealizada del rostro de su Hijo, invitando a la contemplación piadosa y al recogimiento.

Detalle sin marco

Esta escena, que se intercala entre el Descendimiento de la cruz y el Enterramiento no está relatada en ninguno de los Evangelios. Y es desconocida en el arte cristiano primitivo.

Fue en el siglo XII cuando apareció, por la influencia de las meditaciones de los místicos, salvo que se haya inspirado simplemente en el rito popular de las Lamentaciones fúnebres que perdura hasta hoy en el oriente mediterráneo y en Córcega.

La escena incluye a la cruz vacía, tras el descendimiento, y el cuerpo sin vida de Jesús apoyado en las rodillas de su madre, con su brazo izquierdo lazo caído hacia el suelo en vertical. Mientras en el suelo se dispone la corona de espinas.

Detalle de la virgen con Jesús en su regazo y sobre sus rodillas

A los pies de Jesús se sitúa María Magdalena que lo limpia con sus ungüentos.

Detalle de María Magdalena y los pies de Jesús

En la cabeza se dispone a san Juan Bautista y una de las Santas mujeres.

Detalle de San Juan Bautista y una de las Santas mujeres


Destaca el detallismo del paisaje de fondo que muestra la asimilación de ese gusto nórdico por el naturalismo, unido a una sensibilidad más renacentista en la construcción del espacio. Junto al paisaje destaca el sepulcro labrado en la roca.

Detalle del Sepulcro 


Por Andrés Carranza Bencano