SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
Daniel en el foso de los leones. Rubens, Pedro Pablo.
Las únicas referencias sobre la existencia de Daniel se encuentran en su
libro autobiográfico, que pueden completarse con los datos suministrados por
Flavio Josefo, pero de fuentes desconocidas.
Según este autor, Daniel pertenecía a una familia noble del reino de
Judá, tal vez emparentado con la realeza.
Los cristianos lo incluyen entre los profetas mayores del Antiguo
Testamento, junto a Isaías, Jeremías y Ezequiel, y tanto la iglesia católica,
como la ortodoxa lo veneran como santo.
El consenso actual de los historiadores, es que Daniel es un personaje
legendario, bajo cuyo nombre se escribió, en el siglo II a.C, un libro apocalíptico
que aludía al reinado del monarca helenístico Antíoco IV Epífanes.
Detalle
del “Libro de Daniel” en la “Biblia de Barth”. Lengua alemana baja media. Siglo
XVI. (ver crédito)
Según el libro de Daniel, vivió en Babilonia, como exiliado junto con el
resto del pueblo hebreo. En el siglo VI a.C. Nabucodonozor II ordenó escoger un
grupo de jóvenes hebreos para su servicio, pero siendo educados previamente en
las tradiciones de los escribas. Los elegidos fueron Daniel junto a Ananías, Misael
y Azarías, miembros de la misma tribu, que fueron confiados al cuidado de
Azpenaz, jefe de los eunucos.
Ananías,
Misael y Azarías. Solomon, Simeon. 1863. (ver crédito)
Los jóvenes fueron introducidos en la cultura mesopotámica, aprendiendo
su lengua, su escritura y su tradición literaria y fueron alojados en el palacio
real. Actualmente las excavaciones arqueológicas parecen identificar este
palacio en el margen occidental del Éufrates.
Después de una formación de tres años, Daniel y sus tres compañeros
fueron presentados a Nabucodonosor, que según el texto: “los halló diez veces
mejores que todos los magos y astrólogos que había en su reino”.
En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, el monarca tuvo un sueño que
le provocó gran ansiedad, por lo que convocó a sus astrólogos para que lo
interpretase. Ante la falta de respuesta satisfactoria de estos sabios, mando
ejecutarlos.
Entretanto, Daniel y sus compañeros oraron a Yahveh para que les revelase
el misterio, y Daniel tuvo una visión que le mostró tanto el sueño como su
interpretación. En agradecimiento, Daniel fue nombrado gobernador de la
provincia de Babilonia y jefe de sabios y expertos y sus tres compañeros
recibieron cargos en la administración imperial.
Permaneció en la corte durante todo el reinado de Nabucodonosor y su
sucesor Belsasar.
En el capítulo 5 del libro de Daniel se cuenta el episodio conocido como
el “Festín de Baltazar” (inmortalizado por Rembrandt), en el que este bebió en
los vasos sagrados sustraídos del Templo de Jerusalén y como consecuencia, apareció
una misteriosa escritura en la pared, trazada por una mano espectral. Por sugerencia de la reina, fue solicitada la
intervención de Daniel que indicó que el texto anunciaba, en arameo, la caída de
Babilonia en mano de los persas. Efectivamente, esa misma noche la ciudad fue
tomada y murió el rey.
Cuenta el libro de Daniel que, durante gran parte de su vida, este recibió diversas visiones apocalípticas que anunciaban, con símbolos y claves numéricas,
la instauración del Reino de Dios sobre la tierra.
No existen testimonios bíblicos sobre la muerte de Daniel por lo que no se conoce si regresó a Judea o permaneció en Mesopotamia, pero es posible que dicha muerte sucediera en Babilonia, dado que su tumba se veneraba en la ciudad de Susa, situada a unos 250 Km al este del rio Tigris, en el sudoeste del actual Irán. De esta ciudad solo quedan sus ruinas y en su lugar se levanta la moderna ciudad iraní de Shush.
Su muerte se sitúa entre 536 y 530 a.C en el tercer año del reinado de Ciro, pues ya no se menciona en tiempos de su sucesor Cambises II.
De este “Libro de Daniel” Rubens nos representa el episodio de Daniel en el foso de los leones, en una pintura encargada por el cardenal Federico Borromeo, para su colección privada.
Daniel en el foso
de los leones. Rubens, Pedro Pablo. 1615. Óleo sobre lienzo. 224 x 330 cm.
Galeria Nacional de Arte. Washington DC. (ver crédito)
Según Daniel, tras la caída de Babilonia, el sucesor de Belsavar fue Darío el Medo, personaje que no aparece en ninguna fuente histórica, aparte del Libro de Daniel.
Durante el reinado de este soberano, tuvo lugar un complot de los sátrapas contra Daniel, pues convencieron al rey para que firmara un edicto impidiendo que nadie orara a ningún Dios u hombre, al margen del propio monarca.
Este edicto, evidentemente, contravenía la ley Mosaica de Daniel, y al ser observado, realizando su rutina de adoración, fue condenado arrojándolo al foso de los leones, pero se efectuó el milagro de que Dios cerró la boca de los animales, por lo que Daniel sobrevivió (Daniel 6:10-16).
Cuando Darío
comprobó el suceso, ordenó liberar a Daniel y arrojar al pozo a sus acusadores, que evidentemente fueron devorados por las bestias (Daniel 6:19-28).
De este modo la pintura es todo un simbolismo de la importancia de la fe en
Dios y la valentía de mantenerla en tiempos difíciles.
La composición de la pintura es espectacular, pues nos muestra la figura
serena y orante de Daniel, que dirige su mirada al agujero por el que observa
el exterior del foso, estando rodeado por los leones, que reflejan distintos
estados, desde la indiferencia a la fiereza, para lo que Rubens utilizó
modelos vivos con los que crear las figuras de los leones.
Daniel reposa sobre una túnica roja, cuando el rojo, en el cristianismo, es el color del amor, la pasión y la sangre de Cristo y sus pies van desnudos como símbolo de humildad y como es habitual en Rubens, presentan un discreto Hallux Valgus, en un pie egipcio.