lunes, 27 de noviembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

VÍA DOLOROSA.

La Santa Faz. El Greco. 

 

La Santa Faz. El Greco y taller. 1586-1595. Óleo sobre lienzo. 71 x 54 cm. Museo del Prado. Sala 008B

Esta obra es derivación directa de la representación que El Greco realizó para el retablo central de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, pintado sobre tabla de madera y en formato ovalado (actualmente en una colección particular).

El panel del retrato de la iglesia de Toledo estaba situado bastante alto, por encima de los espectadores, una ubicación atípica pues se solía colgar cerca del nivel del espectador para que los fieles pudieran arrodillarse y rezar frente a ella.

En cambio, este lienzo procede de una parroquia de Móstoles, registrado en 1787 colgado de un pilar, y fue obtenido por el Museo del Prado con fondos del legado conde de Cartagena en 1944, y difiere de la tabla original de Toledo por su formato rectangular y porque no fue elaborada íntegramente por El Greco sino que estuvo involucrado todo su taller en su creación.

La imagen de la Santa Faz es una iconografía que se hizo popular a finales de la Edad Media. En su subida al monte Calvario, el rostro ensangrentado de Cristo quedó fijado a un paño blanco que había sido ofrecido a Jesús por una mujer, la Hemorroisa, que pasaría a ser identificada por Verónica. Este encuentro con la verónica no se encuentra en los Evangelios Canónicos.  La cita más antigua de este episodio data del siglo II, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.  La Iglesia rinde culto a la Santa Faz desde el siglo III.

El Greco pintó los dos tipos de imágenes, la de la Santa Faz aislada y la que incorporaba la presencia de la mujer. Representó también una Berónica con ángeles por acabar, según se registra en el inventario realizado a la muerte del artista en 1614, y que sugiere la relación de esa composición con una estampa de Alberto Durero, de 1513.

En esta obra, el Greco plasma un rostro de Cristo poco ortodoxo. Supera el hieratismo de los iconos bizantinos para proporcionar a la composición una cercanía al milagro, mas acorde con los ideales de la Contrarreforma.  

Cristo no lleva la corona de espinas, aunque hay rastros de sangre, y sus rasgos faciales muestran una expresión serena con una mirada intensa como “El Expolio” de la catedral de Toledo (ver)

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