EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
VÍA DOLOROSA.
Cristo abrazado a la Cruz. El Greco.
La obra procede del desaparecido Museo de la Trinidad afecto por las
leyes secularizadoras de Mendizabal (1835-1837) y llegó al Museo del Prado en
1872.
Las pinturas de Jesús llevando la cruz a cuesta en su ascensión al Monte
Calvario fueron muy frecuentes en la iconografía cristiana haciendo referencia al
papel simbólico de la Cruz como medio de salvación.
La obra muestra a Jesús en más de media figura con una túnica roja y un
manto azul, llevando la cruz sobre su hombro izquierdo mientras lo abraza con
las manos como si quisiera acariciarlo.
La imagen se potencia
por la perspectiva de “sotto
in su” (vista desde abajo hacia arriba) de la figura, que coloca al
espectador en un punto de vista muy bajo.
La cabeza se eleva ligeramente y los ojos se muestran acuosos, llorosos y
miran hacia arriba con sensación de resignación.
Sobre la cabeza, la
corona de espinas es potenciada por un nimbo romboidal de naturaleza luminosa.
La corona de espinas, presenta un gran realismo, está
compuesta por ramas que se ajustan a su frente y le han ocasionado heridas que provocan
pequeñas gotas de sangre que destacan en su frente y su cuello.
Pero, su rostro no muestra signos de dolor o de
cansancio por el martirio previo y el esfuerzo físico de cargar con la cruz.
Destacan sus grandes
y delicadas manos con las características uñas nacaradas de El Greco.
Como fondo aparece el característico cielo tormentoso de El Greco, sin ninguna referencia narrativa, para concentrar la máxima atención del espectador sobre la figura de Cristo abrazado a la Cruz.
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