domingo, 3 de diciembre de 2023

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

CRUCIFIXIÓN 

Cristo Crucificado. Bartolomé Esteban Murillo.

Cristo Crucificado. Murillo, Bartolomé Esteban. 1667. Óleo sobre lienzo. 71 x 54 cm. Museo del Prado. No expuesto.


La pintura perteneció a la colección de Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V. Estuvo expuesta en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso de Segovia y 1794 estaba en el oratorio del Palacio de Aranjuez y finalmente en el Palacio Real de Madrid entre 1814 y 1818 en que fue trasladada al Museo del Prado.

La imagen de Cristo crucificado, se sobrepone a un fondo de penumbras intensas y un cielo tormentoso, ajustándose así a la escritura que dice que en el momento en que murió, el cielo se oscureció y se produjo una intensa tormenta.

La cabeza inclinada hacia el brazo derecho muestra una gran dulzura y naturalidad. 

Detalle de la cabeza

El paño de pureza se extiende desde la cadera derecha y se prolonga por debajo de la rodilla.


Detalle del paño de pureza

Destaca la ausencia de la sangre por el suplicio, limitándose a la que brota de la herida del costado, sangre y agua símbolo del Bautismo y de la Eucaristía que constituyen la Iglesia. 

A los pies de la cruz aparece una calavera que simboliza a la muerte terrenal y el triunfo de Cristo sobre la muerte, ya que resucitó al tercer día de este suceso. Es notorio que ninguno de los Evangelios mencione la presencia de la calavera, pero este tema es una licencia que se tomaron numerosos artistas del barroco para resaltar las cualidades trascendentales del momento representado. 

Detalle de la calavera

Así, la composición solo contiene los elementos esenciales, el crucificado Cristo y su soledad en este momento culminante, la cruz que es el objeto por el que se consumó su suplicio, la muerte que yace a sus pies y la naturaleza, que está acongojada y al mismo tiempo colérica por el suceso.

El Cristo está en la cruz sujeto por tres clavos con el pie derecho sobre el izquierdo.

Detalle de los pies

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