EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA
Santísimo Cristo de Vera Cruz
El Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, es
un crucificado sevillano, anónimo de la primera mitad del siglo XVI, y se cree
que en sus orígenes debió itinerar en una cruz alzada portada por tres
sacerdotes.
Es la imagen más antigua que procesiona en la
ciudad, a falta de datación, junto con el Santísimo Cristo de Burgos, residente
en San Pedro.
Puede relacionarse con algún escultor del
circulo de Roque de Balduque, un
escultor de origen flamenco asentado en Sevilla,
o con Antón Vázquez, autor del Cristo de la Vera de Arcos de la Frontera, sin que exista ninguna confirmación documental al
respecto.
Algunos autores la adscriben a la
órbita del escultor Juan Bautista Petroni, que nacido en Italia, residió durante unos años a caballo entre Cádiz, Málaga y
Sevilla hasta que cumplidos los treinta años se asentó definitivamente
en la capital andaluza. Hay constancia de que en obras como la Inmaculada de
Galaroza contó con la asistencia en la policromía de
Juan de Mata Boys David.
En cualquier caso, podría fecharse en el
periodo comprendido entre los años 1520 y 1540, siendo la cruz de época muy
posterior.
Es una escultura de madera policromada de tamaño algo
inferior al natural (el cuerpo alcanza los 135 cm. de altura) fijada al madero con tres clavos. Corresponde
formalmente a los inicios de la estética renacentista, con claros rasgos del
último gótico.
Se trata de la imagen de un crucificado
muerto, como revelan la posición de la cabeza, inclinada por completo sobre el
hombro derecha y tallada con una hermosa belleza muy próxima al patetismo, la
boca entreabierta mostrando la dentadura y el comienzo de la lengua y los ojos
entornados.
El autor remarcó el tono
dramático de la escultura, mostrando detalles como la herida sangrante del
costado. Otros regueros de sangre son apreciables en el cuello y en la parte
superior del tórax, como resultado de la presencia de una corona de espinas
labrada en el propio soporte de la imagen.
Como hemos comentado, es una
talla de tres clavos, con las manos enclavadas en las palmas, las rodillas
flexionadas y un solo clavo para ambos pies, el derecho sobre el izquierdo.
Todos estos recursos son bien propios de la escultura del último gótico, pese a la fecha de realización de la obra.
Por el contrario, la composición del sudario o
paño de pureza corresponde a la imaginería renacentista, con unas formas de
influencia genovesa, con modelados en dos partes.
Esta pieza cubre la zona central
de la escultura y se anuda sobre su cadera izquierda. Su alistada estampación
imita a un tejido hebráico de notable belleza. Es evidente el naturalismo de
los pliegues. Sus dimensiones y formato facilitan la datación en los comedios
del quinientos.
En una restauración efectuada en
1978 por el Prof. D. Francisco Arquillo Torres fue hallada en el sudario una
banda de policromía, que viene a
semejar la existencia de un bordado sobre la propia pieza, elaborado a base de
franjas verticales.
En dicha restauración, y al igual que en otras imágenes de esta índole,
fue encontrado en el interior de la Imagen un documento que no reflejaba el
nombre del Autor de la Imagen, sino que aparecían una serie de nombres que
datan la mayoría de ellos del Siglo XVI o XVII, al parecer, posibles miembros de
la Junta de Oficiales de la Hermandad, personajes pertenecientes a los
Caballero Veinticuatro de la Ciudad, y miembros destacados de la corporación.
Entre los años 2018-2019 la
imagen fue restaurada por el Prof. Pedro E. Manzano Beltrán que supo
recuperar el esplendor de la talla, así como realzarla. Hoy día,
sigue manteniendo la particularidad de escenificar la escena del Calvario,
iconografía que transmite el carácter romántico.
En definitiva, se trata de una
obra con un cruce de influencias entre dos tradiciones artísticas bien
diferenciadas. Las procedentes de los siglos finales de la Edad Media, con esa tendencia
al patetismo y a la dramatización de la imagen y las que atiende a una
representación más naturalista en las obras, con influencias que, en último
extremo, están llegando desde Italia.
La advocación del Santísimo
Cristo de la Vera Cruz responde a una antiquísima y sugestiva tradición. Para
los primeros cristianos es un signo irrenunciable, porque así aparece en la
predicación primitiva y muy especialmente en los textos de San Pablo. En la
Epístola a los Gálatas, por ejemplo, reclama con orgullo: "a mi líbreme Dios de
gloriarme, sino en la Cruz e Nuestro Señor Jesucristo, en la que el mundo está
crucificado para mí, y yo lo estoy para el mundo” (Gal 6,14).
A partir del emperador Constantino
la Cruz empieza a ser signo del triunfo cristiano que se identifica con la
Resurrección. El origen de esta advocación ampliamente difundida por la Orden
Franciscana, se remonta a los tiempos de Santa Elena, madre de Constantino,
tradicionalmente considerada como la descubridora de la Verdadera Cruz.
Autor: Andrés Carranza Bencano
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