NEFROLOGIA
La mujer hidrópica. Gerrit Dou
La mujer hidrópica. Gerrit Dou. 1663. Óleo sobre tabla. 86 x 67,8 cm. Museé du Louvre. París
A través de los
tiempos, los pintores han representado a los médicos en incontables ocasiones.
A veces, mediante
retratos con mayor o menor presencia de símbolos de la profesión; pero también,
con frecuencia, mostrando escenas en las que se ejecutan distintas actuaciones
diagnósticas o terapéuticas.
En la nefrología, las primeras representaciones de
escenas uroscópicas (según Amalia Pati) se encuentran en manuscritos médicos
del siglo XII y en breviarios y devocionarios, e incluso en algunas catedrales
europeas, como la Catedral de Ruán, o en las puertas del campanario de la
Catedral de Florencia. Tampoco era raro "...ni se consideraba impropio,
representar a Cristo como un uroscopista simbolizando, de este modo, sus
superiores poderes curativos”.
La escena había sido muy frecuentemente representada
por los pintores barrocos holandeses.
Esta pintura estaba en las
colecciones del rey de Cerdeña, Charles-Emmanuel IV, que en 1798 la cedió a
Bertrand Clauzel, ayudante general del Ejército de Italia, que en 1799 la
ofreció al directorio de las colecciones del museo central de las artes de la
República, por lo que es el primer cuadro objeto de una donación del museo del
Louvre.
La obra representa una
escena de género que tiene como protagonistas a una anciana enferma y un médico
envueltos en la penumbra de una habitación.
La escena presenta una
suntuosa cortina azul y relieves en la parte inferior, una bacía de metal (como
aquélla de barbero-sangrador que don Quijote usaba a modo de yelmo), un frasco
adornado con relieves, un libro abierto sobre un soporte que, por su estado,
parece ser objeto de reiteradas consultas. Estos elementos pretenden exponer los
conocimientos del médico.
El médico va ataviado con el traje
típico de los galenos de la época y se sitúa en el centro de la composición, y
parece abstraído en sus pensamientos, mientras observa, al trasluz de una
ventana, una muestra de orina contenida en un frasco de vidrio, la “mátula”, de forma esférica en su parte inferior, con un cuello
de grosor variable, que simulaba, en definitiva, la forma de la vejiga.
A su derecha se encuentra la enferma, afecta de
hidropesía, vestida simplemente con un camisón, que dirige su mirada hacia la
luz, que entra por el cristal de la ventana. Junto a ella hay una mujer de
mediana edad que sostiene una cuchara en una mano con la que intenta dar de
comer a la paciente. A sus pies, una joven se
encuentra de rodillas sosteniendo su mano, con un gesto de tristeza. Parece que
la obra muestra la intimidad de tres generaciones de mujeres de una misma familia.
La hidropesía era una enfermedad relacionada con el exceso de fluidos en el interior del
cuerpo causando debilidad de las extremidades o congestión pulmonar y cardíaca y llevó a la muerte a personajes como Heráclito, San Antonio de Padua, Nostradamus, Miguel de Cervantes y Manuel Belgrano, entre otros.
Ya en los tratados
hipocráticos se hace referencia a la utilidad del examen de orina para el diagnóstico
de determinadas enfermedades y adquiere mayor relevancia en la Edad Media y se
sigue utilizando de manera generalizada durante el Renacimiento y el Barroco, siendo
definida por el Diccionario de la
Lengua Española como la "inspección visual y metódica de la
orina, antiguamente usada para establecer el diagnóstico de las enfermedades
internas".
Dou y otros artistas flamencos como David
Teniers el Joven y Joos van Craesbeeck, crearía cuadros en los que se
representa la uroscopia, lo cual nos da una idea de la frecuencia con la que la
practicaban los médicos de la época
La orina se vertía en
un frasco de cristal y se procedía a la observación del olor, la coloración,
los sedimentos y la densidad y se probaba la muestra para determinar su acidez.
Luego se comparaban los resultados con una lista general de hasta 20
gradaciones de color con sus correspondientes explicaciones y diagnóstico.
Muchos profesionales,
como Thomas Brian en su panfleto “El
profeta del Pis” (1637), condenaron los frecuentes abusos que
originó esta práctica por parte de charlatanes y falsos médicos.
Con
el avance de la medicina, a partir del siglo XVIII y, sobre todo, durante los
siglos posteriores, la uroscopia dejó de tener importancia como método
diagnóstico, y los pintores holandeses que
la habían representado en múltiples ocasiones como símbolo por excelencia del
acto médico, dejaron de pintarla, demostrando
así la íntima relación entre las manifestaciones artísticas y la ciencia médica.
Dou se formó con Rembrandt durante
tres años y heredó del maestro su particular uso
del color y, sobre todo, el uso del claroscuro, por ello en muchas de sus obras
la escena transcurre en la oscuridad, en la noche o como en este caso, con la
luz ingresando a través de la ventana. Cuando Rembrandt se mudó a Ámsterdam (en 1631), se convirtió
en el referente más importante de Leiden y uno de los pintores favoritos
de Luis XIV.
Dou era muy meticuloso y detallista en su trabajo, hasta tal punto que según la leyenda podía pasar hasta cinco días realizando una mano. y, por eso realizaba sus propios pinceles, de acuerdo al nivel de precisión que necesitaba, y utilizaba una lupa y un espejo cóncavo y se especializó en obras de pequeño formato, con pocos personajes.
Destacar, finalmente, la semejanza del calzado del médico y de la paciente.
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