SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
El lavatorio. Tintoretto, Jacobo Rubusti
El nombre verdadero de Tintoretto era Jacobo
Rubusti, y nació en Venecia en 1518 y murió en la misma ciudad en 1594, adopto
ese seudónimo por la profesión de su padre que era tintorero.
En 1547, cuando el artista tenía 30 años, la Scuola
del Santísimo Sacramento le encargó dos grandes lienzos para las paredes
laterales de la capilla mayor de la iglesia de san Marcuola, en el barrio de
Cannareggio de Venecia. “La Ultima Cena” que sigue actualmente en su
emplazamiento original y “El Lavatorio” que se encuentra en el museo del Prado.
Esta “scuola” se dedicaba a fomentar el culto a la
Eucaristía, y en sus reuniones, el guardián ofrecía agua bendita a los
cofrades, imitando el gesto de Jesús al lavar los pies a los apóstoles.
A finales de la primera década o principios de la segunda década del siglo XVII, fue adquirido por Ferdinando Gonzaga, VI Duque de Mantua y estuvo colocado en el Corridoio del Bertani del Palazzo Ducale de Mantua.
En 1627, fue comprado por el comerciante flamenco Daniel Nys, para Carlos I de Inglaterra.
Tras la ejecución del rey inglés, durante la revolución de Cromwell, fue subastado públicamente y adquirido por Houghton, el 23 de julio de 1651, que se lo vendió a don Alonso de Cárdenas, en 1654, para don Luis Méndez de Haro, que a su vez se lo regaló a Felipe IV, que lo destinó al Escorial, donde Velázquez lo situó en el centro de la sacristía, localización privilegiada que permitía su contemplación desde el lateral, como lo había concebido Tintoretto.
Posteriormente, pasó a su actual ubicación en el Museo
del Prado, en 1939.
Durante un tiempo, algunos especialistas, entre ellos Rodolfo Pallucchini, creyeron apropiado considerar que otro cuadro colgado en la Shipley Art Gallery de Gateshead del Reino Unido (catedral de Newcastle upon Tyne), era el original de Tintoretto y que la pintura del Prado podía ser una copia del taller de Tintoretto.
Las investigaciones y los
estudios técnicos llevados a cabo en el Museo del Prado, con ocasión de la
restauración del cuadro, entre ellos, el análisis pormenorizado de los
“pentimenti” (alteraciones del cuadro que manifiestan el cambio de idea o
arrepentimiento del artista acerca de lo que está pintando) presentes en la
obra e inexplicables en una copia, aseguran su autenticidad sin ningún tipo de
duda, en opinión de todos los expertos.
Se representa la escena narrada en el Evangelio de San Juan, durante la última cena, en la que Jesús se levantó de la mesa, antes de partir el pan, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura, echo agua en un recipiente y procedió a lavar los pies a sus discípulos.
Pedro se negó a tal pretensión, y Jesús le insistió, “si no te
lavo, no tienes parte conmigo”, San Pedro le contestó “Señor, no solo los pies,
sino hasta las manos y la cabeza” y Jesús le dice “el que se ha bañado no
necesita lavarse, está del todo limpio y vosotros estáis limpios, aunque no
todos”.
Se trata de una composición distorsionada, con cierto descentramiento, porque Tintoretto introdujo los personajes pensando en el punto de vista del espectador, dado que el emplazamiento del cuadro estaba previsto en la pared derecha de una estancia alargada.
Esto explica que al contemplar frontalmente el lienzo los personajes
parecen distribuidos irregularmente, con grandes espacios vacíos entre ellos,
situación que cambia al míralo desde la derecha, posición de la feligresía en
la Iglesia de san Marcuola, desapareciendo los espacios muertos entre las
figuras.
Además, esto explica
también, el traslado de la escena principal al margen derecho de la obra, donde
vemos a Cristo con una toalla blanca ceñida a la cintura, como un humilde trabajador,
en posición de rodillas lavando a san Pedro, que pone el pie derecho dentro de
una jofaina, mientras otro apóstol, quizás san Juan, echa agua de un aguamanil,
todos están coronados con delicados nimbos sagrados. De esta manera el
espectador observa en primer lugar las imágenes de Jesús y san Pedro.
También contribuye a dotar al cuadro de
profundidad la posición del arco que se abre al estanque, que a su vez se
cierra con un nuevo arco en la perspectiva más lejana. Toda esta parte del
cuadro, que le proporciona amplitud y profundidad, se puede considerar una
especie de decorado similar a los telones de fondo de las obras teatrales.
Velázquez gran conocedor de la complejidad estructural de este cuadro de gran formato, cuando lo dispuso en la sacristía del Escorial, tuvo muy en cuenta que se pudiera contemplar desde un enfoque lateral.
Cuando pasó al Museo del Prado, se situó inicialmente de frente en una
esquina, perdiendo todo su sentido visual, pero después se rectificó y hoy
puede contemplarse como fue concebido.
El cuadro exalta la humildad y el amor fraterno a través del lavatorio de los pies por parte de Jesús a sus discípulos, como ejemplo de humildad y servicio al prójimo, en particular en el contexto de la capilla, donde el Dogo (el más alto cargo de la Republica de Venecia) solía lavar los pies a doce mendigos el Jueves Santo, igualmente como exaltación de la humildad.
De este modo el pie es el principal protagonista de toda la obra, tanto física como espiritualmente, pues constituyen un elemento sin el que no podría existir la pintura.
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