lunes, 22 de mayo de 2023

 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Cristo del Amor.

Retablo del Cristo del Amor en la nave de la epístola de la Iglesia del Salvador

Hermandad del Santísimo Amor de Cristo, Madre de Dios del Socorro y Santiago Apóstol, de Sevilla se funda en el año 1508 en la Iglesia de Santiago el Mayor para atender y prestar socorro a los presos, que seguramente serían muy numerosos en esas fechas en Sevilla, por ser la vía de entrada y salida a las Indias.   Al ser instituida en la iglesia de Santiago el Mayor su titular sería el apóstol Santiago.

Simultáneamente, en la segunda mitad del siglo xvi, el gremio de medidores de la Alhondiga  creó la Hermandad de la Sagrada Entrada en Jerusalén con sede en un hospital propio del gremio, que probablemente estaba situadoen la collación de San Román, en la calle Sol.

En el año 1618, por la reducción de hospitales ordenada por cardenal Rodrigo de Castro Osorio, coinciden ambas hermandades en la iglesia de los Terceros, y se fusionan el 23 de marzo de ese mismo año.

Durante la Revolución del 68 residía en la antigua parroquia de san Miguel y por problemas económicos llegó a sacar imágenes y enseres a subasta pública siendo adquiridos por una hermana que los devolvería posteriormente a la propia Hermandad.

En ese mismo siglo pasaría por otras sedes en la Iglesia de san Pedro y en la de santa Catalina y finalmente en 1967 encuentra nueva sede en la Iglesia del Salvador.  

Posee el título de “Primitiva” por ser la primera hermandad de Sevilla a la que se le concedió el título de “Archicofradía Pontificia”, y este título de “Archicofradía Pontificia” le fue concedido por el papa León XII, por Bula del 3 de febrero de 1824. ​El título de “Real” le fue otorgado por el rey Fernando VII  por Real Orden del 8 de agosto de 1820.

Se tiene constancia documental que D. Juan Francisco de Alvarado, mayordomo de esta recién fusionada Hermandad de la Sagrada Entrada en Jerusalén y del Amor de Cristo, contrató al maestro escultor y arquitecto Juan de Mesa y Velasco el día 13 de mayo de 1618, para la ejecución de una imagen de Cristo crucificado con las siguientes características: “de largo dos varas, antes más que menos, medido desde el calcañal del pie hasta la punta del cabello”. Se especifica que ha de tallarse en madera de cedro, mientras la cruz lo sería de roble borne.

La talla fue contratada junto con la hechura de una Dolorosa, quedando constancia de que ambas imágenes fueron recibidas por la Hermandad el día 4 de junio de 1620, pues se otorgó carta de pago cuando el escultor hizo entrega de las imágenes   y el precio estipulado se concretó en “mil reales, que valen treinta y cuatro mil maravedises”.

Se hizo constar en escritura notarial que la haría "Por mi persona sin que en ella pueda entrar oficial alguno…".

En el último párrafo del contrato se dice textualmente: Y en esta manera y según dicho es me obligo a haser la dicha obra por mi persona sin que en ella pueda entrar official alguno y de la comensar desde el dicho dia y no alsar la mano della hasta la tener acabada en toda perfesion y si ansi no lo hiziere y cunpliere o la dicha obra que yo hiziere no saliere a su satisfacion dexo en elesion y boluntad de los dicho y de cada uno ynsolidum que me pueda conpeler y apremiar por prision y todo rigor de derecho a que aga la dicha obra o que a mi costa se puedan consertar con otro maestro escultor y arquitecto que la haga, y por lo mas le costare de los dichos mil reales y por las costas y gastos que se le causaren me pueda executar en birtud desta escritura y juramento de los dichos y de cada un ynsolidun.- Sevilla, 13 de mayo de 1618″.

El Cristo del Amor es la primera imagen de crucificado que realiza Juan de Mesa. Es una talla de madera de cedro de 1,81 metros de altura, que representa a un Jesús muerto y con el pecho abierto tras la lanzad de Longinos.


Retablo del Santísimo Cristo del Amor

Sin duda, Juan de Mesa se inspiró en el Cristo de la Clemencia que Juan Martínez Montañez talló para el oratorio del arcediano Vazquez de Leca, aunque realiza una serie de avances técnicos y estilísticos, Así, representa a un Cristo que se fija en el madero con solo tres clavos, en lugar de cuatro, quedando la figura por tanto inscrita en un perfecto triángulo. Al mismo tiempo se acentúa la encarnadura con claras manifestaciones de las hipostasis cadaverinas.  Es una imagen muy realista, basada en sus estudios cadavéricos, destacando lo cuidado de su dibujo y el perfecto modelado.

La policromía acentúa su expresividad si bien quedó algo rebajada en la restauración realizada en el año 1900.  

D. José Hernández Díaz en su obra Juan de Mesa (1972)lo define: “Esta imagen de Cristo en la cruz es una de las obras más interesantes e importantes del arte sevillano, titular de una cofradía de penitencia. La primera impresión que recibe el comtemplador es impresionante, por ser una figura imponente, con el dramatismo y monumentalidad del Laoconte- sufrimientos inmensos corporales, mayores aún morales al ver sufrir y morir a sus hijos- y en el acto el fiel cristiano ora al Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.”


Santísimo Cristo del Amor

El rostro está tallado en un prodigio de expresividad y composición, combinando con maestría los rasgos realistas de un estudio anatómico sobre cadáveres con la serenidad que suaviza el final del martirio. Las cejas fruncidas, los parpados cerrados y los labios entreabiertos con gesto de dolor.

La corona de espinas se talla directamente sobre la cabeza, como será ya habitual en Mesa, con una espina atravesando la ceja izquierda. 

Detalle del rostro con las potencias

Detalle del rostro

Detalle del rostro

Detalle de la espina que atraviesa la ceja izquierda

Clavo en la palma de la mano

El sudario forma una maraña laberíntica y se ata en las dos caderas con abultados nudos laterales, que ya uso Ocampo en el Cristo del Calvario. 


Detalle del Sudario

Los pies se fijan con un solo clavo con el pie derecho sobre el izquierdo.

Visión frontal de los pies

Visión lateral de los pies

La cruz actual es de 1827 y la antigua se guarda en la capilla de la Virgen Milagrosa de la iglesia del Salvador.

Procesiona en una canastilla tallada por Francisco Ruiz Gijón en 1694.

En 1981 José Luis Rivero-Carrera   resanó y reforzó los ensambles y el elemento posterior de sujeción a la cruz.

En el estudio realizado por el IAPH en 2021, se confirmó que la imagen “no presenta problemas de gravedad” en sus estructuras y que el “principal problema de conservación se encuentra en los estratos polícramos”.

Luz ultravioleta sobre el Cristo del Amor IAPH / EUGENIO FERNÑANDEZ RUIZ

Luz ultravioleta que muestra el estado del Cristo del Amor IAPH - EUGENIO FERNÁNDEZ

Fotografía realizada con microscopio digital de 50 x. que muestra un detalle de la carnación del Cristo del Amor y donde se observa la capa de policromía con un barniz oscurecido. Las zonas claras corresponden a la policromía original y las oscuras, con el barniz añadido IAPH / REAL PALMA - RUBIO FAURE

Radiografía del Cristo del Amor IAPH - EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ

A los pies de la cruz del santísimo Cristo del Amor aparece la figura de un pelicano obra realizada en el año 1694 por Francisco Antonio Ruiz Gijón.   

Pelícano a los pies de la Cruz

Cuenta la Leyenda medieval que unas crías de pelícano hambrientas disputándose la comida hieren al padre, este las golpea a su vez y las mata; tres días después llega la madre al nido encontrando las crías muertas, se abre el pecho a picotazos y su sangre esparcida sobre las avecillas le devuelve la vida. (Leyenda que aparece en los bestiarios: “En la literatura medieval, colección de fábulas o leyendas referentes a animales reales o quiméricos”)

Por ello, simbólicamente, el amor es representado en iconografía con la imagen de un pelícano abriéndose el pecho para alimentar a sus crías con su sangre y esta metáfora se aplica a Cristo, que, con su sangre derramada, nos redime para la salvación. Por eso aparece el pelícano a los pies de la cruz del Santísimo Cristo del Amor.

Igualmente, el pelicano es símbolo de la muerte y de la Resurrección, pues al igual que las crías del pelícano al tercer día resucitó.

Se cuenta la leyenda del nombre del Amor: En la iglesia de los Terceros, el hermano mayor de la Hermandad del Amor a Cristo y Socorro de María a los encarcelados, y un grupo de cofrades aguardaba impaciente la llegada de Juan de Mesa con la imagen del Cristo encargado. El altar estaba preparado, la cruz huérfana de la imagen también, y un pequeño tablado para alzar el crucificado.

Llegó el escultor con varios discípulos. Traían envuelta la imagen tallada. Con mucho cuidado y bajo la supervisión de Juan de Mesa, se inició el proceso de colocación del Cristo en su altar. En un momento dado, las cuerdas fallaron y el Cristo estuvo a punto de caer al suelo y partirse. Uno de los discípulos, el más callado, pero también el más increyente, lo tomó en sus brazos y, tras un movimiento vacilante que la pudo hacer caer, se aferró fuertemente al Cristo, estrechando la cabeza del nazareno contra su pecho.

Una vez que el Cristo fue colocado sobre la cruz y, cuando el discípulo bajó, se observó que una mancha de sangre teñía su camisa a la altura del pecho, pues una espina de la corona del Cristo, en aquel abrazo, se había clavado en su pecho apuntando al corazón.

El discípulo, a pesar de su incredulidad, exclamó “¡Estoy herido de amor! Y los hermanos cofrades, que allí se encontraban, exclamaron: ¡Santo Cristo del Amor!

El joven discípulo de Juan de Mesa –culmina así la leyenda–, trocó su incredulidad por el Amor de Cristo, abandonó los placeres terrenales e ingresó de fraile en el convento de los Terceros, y la imagen fue conocida como “Cristo del Amor”.

En la calle Villegas, frontero con la Cruz de las Culebras, bajo un tejaroz de madera, enmarcado por una estructura de estípides, que se recorta sobre un dosel de damasco,  se sitúa un espléndido retablo cerámico de grandes dimensiones que representa al Cristo del Amor a tamaño real. Se trata de una obra realizada en 1930 por el pintor ceramista Enrique Mármol Rodríguez con la ayuda de Manuel Cañas, elaborado por José Laffitte Romero, en la fábrica Nuestra Señora del Rocío de Sevilla.  

Fue donado por Manuel Casana, Teniente de Hermano Mayor perpetuo y protector de la Hermandad del Amor.

Retablo Cerámico en calle Villegas

Sobre la pila del agua bendita en el pasillo que une la sacristía con la Capilla de los Luises de la Calle Trajano, se sitúa también un azulejo del Cristo del Amor.

Azulejo del Cristo del Amor

jueves, 18 de mayo de 2023

 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificados menores. Iglesia de Santa Rosalía.

En el área de acceso a la sacristía y al convento, en el muro del evangelio, destacamos dos crucificados, uno de ellos pintado sobre una cruz de madera.

Puerta de acceso a la sacristía con crucificado al fondo

Crucificado 

Detalle del rostro

Detalle de los pies

Crucificado pintado sobre una cruz de madera

 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificados menores. Iglesia de Santa Isabel.

En el coro un notable Crucificado de finales del XVI.




El retablo mayor tiene dos cuerpos y ático, obra de Juan de Mesa ayudado por su cuñado Antonio de Santa Cruz que sería el ensamblador.


Retablo mayor

En el ático aparece un Calvario del siglo XVI que podría provenir de la primitiva iglesia. 

Calvario en el ático

 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificados menores. Iglesia de San Marcos.

En la nave izquierda del evangelio de la Iglesia de san Marcos, un crucificado del siglo XX.



 EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA

Crucificados menores. Iglesia de San Gil.

En la Nave izquierda del evangelio, un Crucificado del siglo XVII del circulo de Martínez Montañez.

Crucificado

Detalle del rostro

Visión frontal de los pies

Visión lateral de los pies

miércoles, 10 de mayo de 2023

 EL PIE Y LOS NAZARENOS DE SEVILLA

Nuestro Padre Jesús del Gran Poder

Durante mucho tiempo ha sido considerada como obra de Juan Martínez Montañés, debido a la temprana muerte de Juan de Mesa y a la falta de documentación de la época. 

En 1920 Adolfo Rodríguez Jurado atribuyó la imagen a Juan de Mesa, junto el Cristo de Monserrat y el Cristo de la Misericordia de la iglesia de Santa Isabel, pero sin aportar ninguna prueba.

En 1930, Heliodoro Sancho Corbacho encuentra en el Archivo de Protocolos Notariales el documento de la carta de pago, del 1 de octubre de 1620, en que Mesa decía "haber recibido de la Hermandad del Traspaso la cantidad de dos mil reales y a treinta y cuatro marabedís cada uno... por la hechura de un Cristo con la cruz a cuestas y un San Juan Evangelista que hice de madera de cedro y pino".

La nueva imagen venía a sustituir a una antigua, realizada con “un rostro de pasta y pies y manos de madera (….) más una cabellera y corona y soga de Cristo con la cruz a cuestas”, y debió convivir con otra imágen de un crucificado anterior, probablemente el concertado con el pintor Juan de Santamaría en 1576.

En el documento se cita la regencia de la hermandad por el mayordomo Pedro Salcedo, constando Alonso de Castro como pagador y Alcalde de la Cofradía.

Por un documento hallado en 1972, en el interior del cuerpo del San Juan, se sabe que el 31 de agosto del año 1620 Francisco Fernández de Llexa   acabó su policromía. Por ello es de suponer que también el Cristo debió ser encarnado por el mismo pintor, si bien entonces su aspecto sería muy diferente al actual debido a su policromía desgastada y ennegrecida por el humo de las velas, antes de la ultima restauración.

En 1620 Juan de Mesa vivía y tenía su taller en la antigua calle Costanilla de San Martín.

El Señor es una imagen de su tiempo, reflejo de las doctrinas para la creación de las obras de Arte dictadas por el Concilio de Trento, como ejemplo y relevancia para la conmoción, aprendizaje y sentimientos del pueblo. 

Es la obra cumbre de Juan de Mesa cuya finalidad es transmitir compasión y misericordia entre los fieles tanto en el retablo de la Basílica como en su procesión en Semana Santa. 

Iconográficamente, la imagen representa la escena de Cristo portando la cruz a cuestas. Algunas teorías se plantean que en algún momento pudiera llevar la cruz al revés como el Nazareno del Silencio, basándose en el prólogo que en 1896 aparecía en la novena del beato Diego José de Cádiz, en la que indicaba que la cruz “la lleva, no por el estilo que las demás imágenes de Jesús Nazareno, sino en ademán de abrazarla amorosamente”.

Nuestro Padre Jesús del Gran Poder es una de las imágenes más singulares de la imaginería sevillana, es acentuadamente poderosa, fuerte y varonil, transmite fortaleza y mansedumbre al mismo tiempo, en un hombre de mediana edad, que se adecua muy bien a la tipología humana de la época.

Imagen de Jesús del Gran Poder en el Altar Mayor de la Basilia

La escultura de Jesús mide 1,81 metros de altura, realizada en madera de cedro y la peana y la cruz en pino de Segura.

Es una talla completa concebida para procesionar, como una imagen para vestir. Por ello las partes visibles como la cabeza, la corona de espinas, las manos y piernas a partir de las rodillas se encuentran talladas en gran detalle, mientras que el resto del cuerpo es únicamente un boceto.

Los brazos son articulados a nivel de hombros y codos, lo que permite colocar la imagen en varias posiciones, como disponer los brazos separados entorno a la cruz o maniatarlos con las manos unidas para los traslados y su besamanos anual.

Está policromada, con su aspecto doliente, acrecentado con el tiempo, como un ser humano.

Detalle de la imagen completa

Su rostro es sobrecogedor, desfigurado y como envejecido por el sufrimiento con un gran sentido de realismo, por lo que algunos creen que no pudo ser sino "la inspiración divina" la que tocara la fibra artística del genial escultor cordobés. 

Una expresividad única, especialmente marcada en su rostro y en sus ojos, que son plenitud de amor, de esperanza y de firmeza ante los designios de la vida.

La cabeza la presenta levemente inclinada en diagonal hacia abajo, hacia adelante y a la derecha, como signo de humildad y misericordia. 

Detalle de Jesús del Gran Poder

El rostro tiene forma ovalada, conjugando fortaleza con clemencia y bondad. 

Los ojos son almendrados, parcialmente entornados, con la mirada dirigida hacia abajo. 

Presenta cierto abultamiento en los parpados inferiores, con los pómulos marcados. 

Las cejas son gruesas, ejecutadas con pequeñas incisiones que simulan el vello, y el ceño levemente fruncido, con las cejas enarcadas y algunos pliegues en la frente. 

La nariz, abultada en el centro, es recta con el tabique nasal grueso y marcado. 

La boca está entreabierta, como exhalando un suspiro, dejando visibles los dientes y la lengua, y resaltando el surco nasolabial. 

Los labios carnosos, el superior está cubierto por el bigote y el inferior es grueso con dos hendiduras en el centro.

Detalle del rostro

El pelo largo se dispone con la raya en el centro, con largos mechones ondulados que termina en pequeños rizos que caen sobre la nuca y ambos lados del rostro. Por la parte de la derecha cubre parte de la oreja y cae hacia el pecho, por la izquierda es más corto y se dispone pegado al rostro por delante de la oreja que de este modo queda al descubierto.  

La barba es bífida y minuciosamente labrada, con pequeñas incisiones, creando pequeños mechones rizados muy cortos y de escaso volumen en la parte inferior de los pómulos y el bigote y alargándose en la zona del mentón. 

Detalle del rostro

Sobre su cabeza se hunde una impresionante corona de espinas, que como es habitual en Mesa, está tallada en el mismo bloque del cráneo, con una crudeza y realismo que sorprende e impresiona, pues puede verse una de las espinas perforando la ceja izquierda y otra la oreja izquierda, reventada y sangrante. 

Visión posterior de la corona de espinas

Detalle de la espina de la ceja izquierda

Detalle de la oreja izquierda sangrante

Detalle de la espina de la oreja izquierda 

La corona además tiene forma serpiente de cuerpo arbóreo con la cabeza levantada que se muerde la cola, representando el pecado y simultáneamente simbolizando su derrota por el poder y la fuerza del amor.

Visión frontal de la cabeza de la serpiente

Visión lateral de la cabeza de la serpiente

Sobre sus sienes aparecen las tres características potencias que representan el poder, magnificencia y divinidad de nuestro Señor. 

Detalle de las potencias

Jesús porta la Cruz de la pasión que carga pesadamente sobre su hombro izquierdo, por lo que el torso y la cabeza se inclinan ligeramente al lado contrario es decir a la derecha, para hacer contrapeso. La tensión del esfuerzo se refleja en la zona izquierda del cuello que queda al descubierto con los músculos y las venas marcados. 

Las manos, grandes y fuertes, que envuelven y abrazan el madero, podrían ejercer la bendición y sustentar a la vez la cruz, en una disposición muy clásica dentro de las representaciones de este pasaje. Dan una gran sensación de fuerza y de resignación en torno al madero que será de su sacrificio, sabiendo que la gloria será tras la muerte.


Detalle de las manos sobre la Cruz

El cuerpo se presenta descompensado, está inclinado hacia delante, por el esfuerzo de cargar la cruz, arqueando su espalda, para soportar el peso y flexionando el tronco por la cintura, con ello se sacrifica el canon escultórico al buscar la exaltación del dinamismo y realismo. 

En la imagen de Nuestro Padre de Jesús del Gran Poder, es digna de mención la gran separación de los pies, la gran "zancada" que da ese aspecto de fuerza y de poder a toda la imagen. 

La distancia de talón a talón es de 76 cm., imposible de realizar si pensamos en el peso de la gran cruz y el dolor que ya lleva acumulado, pero este puede ser el secreto de esta imagen que la hace tan impresionante.

La escultura se presenta en actitud de caminar, con la pierna izquierda adelantada con un paso de gran amplitud, la rodilla flexionada y el pie totalmente apoyado para soportar el peso del cuerpo, mientras la pierna derecha está en posición retrasada, quedando el talón del pie derecho ligeramente elevado, en relación con el suelo, apoyado en un suplemento de la peana, y ha sido necesario colocar una pieza nueva en el talón desgastado por los continuos besos de los devotos. 

Visión lateral de la imagen en su camarín

Detalle de la gran distancia entre ambos pies. La gran zancada

Detalle del pie derecho con el talón elevado y apoyado en suplemento de la peana

Detalle del pie derecho con apoyo total

En visión frontal, los pies tienen la morfología característica del “Pie Egipcio” con el primer dedo más corto que el segundo y el quinto dedo en garra y “Juanetillo de Sastre”.

Visión frontal de ambos pies

Al ser contemplada la imagen frontalmente, se aprecia la inclinación, en diagonal, de la cabeza a su derecha y la pierna izquierda adelantada respecto al resto del cuerpo, creando la sensación de que la imagen avanza hacia el espectador. 

Visión frontal sin la Cruz

Si se contempla lateralmente o de perfil, la inclinación de la cabeza y el torso hacia adelante, la colocación de la pierna derecha estirada hacia atrás y la posición de la pierna izquierda, crean una diagonal que transmite el esfuerzo de la escena que representa.


Visión lateral sin la Cruz

Son varias las restauraciones que se han llevado a cabo sobre esta noble imagen a través del tiempo.

En 1776 Blas Molder retocó las espinas de la corona colocando unas nuevas.

El imaginero Ordóñez le retocó algunas grietas en los pies en 1910.

En 1977, Francisco Peláez del Espino realizó una mala restauración, pues hace una nueva estructura interna metálica que está a punto de terminar con la materialidad lignaria corporal de la escultura.

En 1983 es restaurada por Isabel Pozas y los hermanos Joaquín y Raimundo Cruz Solís, del Instituto de Restauración del Ministerio de Cultura que actúan en toda la escultura, salvo el rostro. Se recupera la integridad interna de la madera alterada en 1977 y se recoloca el tercer apoyo para evitar daños en las salidas procesionales.

Con el paso del, tiempo el Señor va adquiriendo la tez morena con la que lo conocemos y se le empieza a llamar popularmente “El Divino Leproso o el Cisquero de San Lorenzo”.

En 2006, de nuevo los Hermanos Cruz Solís y la restauradora Isabel Poza intervienen sobre el rostro, las manos y los pies, limpiando su policromía ante el progresivo ennegrecimiento que había presentado en las últimas décadas, por el humo de las velas y el contacto directo con los devotos. El color negro dejó paso a una policromía más sufriente y desgarradora, aunque desveló una inédita dulzura en el rostro del Nazareno. Se le sustituyeron las espinas de metal por otras de madera, y aparecieron gotas de sangre que antes estaban ocultas tras la suciedad. La restauración se realizó en las propias dependencias de la Corporación para lo que se realizó un traslado solemne desde el altar mayor hasta donde sería restaurado.

Aspecto del rostro antes de la restauración

En 2010 y 2012 se le raparan y sustituyen de nuevo las articulaciones de los brazos por Luis Álvarez Duarte y Pedro Manzano Beltrán.