EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
MILAGROS
La multiplicación de los panes y los peces. Bartolomé Esteban Murillo.
La multiplicación de los panes y los peces. Murillo, Bartolomé Esteban. 1669-1670. Óleo sobre lienzo. 236 x 575 cm. Hermandad dela Caridad.
El lienzo de "La multiplicación de los panes y los peces", conservado en la Iglesia de la Caridad de Sevilla, es uno de los dos que se libraron del expolio cometido durante la Guerra de la Independencia por el mariscal Soult, quien se llevó a Francia buena parte de las obras de Murillo.
El tema procede del relato evangélico (Mt 14, 13-21), donde se narra que, tras la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retiró a un paraje solitario cerca de Betsaida. Hasta allí lo siguieron sus discípulos y una muchedumbre ansiosa de escuchar su palabra. Ante la falta de provisiones, Cristo tomó cinco panes de cebada y dos peces que un muchacho llevaba en una cesta, los bendijo y, confiando a los apóstoles la distribución, alimentó a una multitud calculada en unos cinco mil hombres, sin contar mujeres ni niños.
El simbolismo es importante, pues el pan es el alimento esencial de todos los pueblos, y el pez, desde los primeros siglos del cristianismo, fue emblema de Cristo mismo (ΙΧΘΥΣ: Iesous Christos Theou Yios Soter, “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”). Los apóstoles reparten lo que el Señor multiplica, gesto que expresa la misión de la Iglesia, de prolongar la acción redentora de Cristo y ser instrumento de su gracia en el mundo.
Esta escena ilustra la primera de las obras de misericordia: “dar de comer al hambriento”. Miguel Mañara, inspirador de la espiritualidad de la Hermandad de la Caridad, quiso subrayar esta dimensión con una inscripción que recordaba a sus hermanos: “Recordad, hermanos queridísimos, a los pobres que pasan hambre”. El milagro, además, tiene una lectura sacramental, que anticipa la Eucaristía, pues el gesto de partir y repartir pan evoca la Última Cena y la institución del sacramento central de la fe cristiana.
En la Sevilla de Murillo, golpeada por crisis económicas, hambrunas y epidemias, la pintura adquiría un valor pastoral y social añadido. No era solo la representación de un prodigio del pasado, sino una exhortación al presente, consistente en ver en los pobres la imagen misma de Cristo. En este sentido, el lienzo funciona como un sermón visual, coherente con el programa reformador y caritativo de Mañara.
Desde el punto de vista artístico, Murillo despliega una composición monumental de gran riqueza narrativa. Organiza la escena con un marcado eje horizontal, distribuyendo grupos de personajes en diferentes planos y alternando las luces y sombras. En este sentido, la pendiente del monte, que atraviesa diagonalmente el cuadro, genera un potente contraste: un sector sombrío y recogido, donde Cristo bendice los panes, frente a la pradera iluminada donde aguarda la multitud.
La escena se desarrolla de izquierda a derechas. En el extremo izquierdo, la escena adquiere un aire casi sagrado, pues Cristo, con gesto solemne, bendice cinco hogazas sostenidas por San Felipe, mientras un niño entrega los dos peces a otro discípulo, probablemente San Andrés. El realismo con que Murillo pinta los alimentos, panes ásperos y peces de brillo acerado, intensifica la inmediatez del relato.
Detalle del extremo izquierdo
Detalle de Cristo y San Felipe con las cinco hogazas de
pan
Detalle de San Andrés con el niño y los peces
Detalle de los peces
La zona derecha, abierta y bulliciosa,
presenta a la multitud sentada en la hierba, expectante y necesitada. Allí, dos
apóstoles señalan a la muchedumbre, subrayando la magnitud del milagro. El
pintor introduce además personajes de aire popular sevillano, más cercanos al
siglo XVII que a Palestina, lo que acerca la escena al espectador de su tiempo.
Entre ellos destacan dos figuras femeninas, una anciana y una joven, situadas
en el extremo derecho, que son las únicas en mirar fijamente hacia el centro
del milagro, como si no quisieran perderse lo que acontece ante sus ojos.
Detalle del extremo derecho
Detalle de la multitud
Detalle de la multitud
Detalle de la multitud
Detalle de la esquina derecha
De este modo, Murillo no solo
representa un episodio evangélico, sino que lo convierte en catequesis
plástica, en una meditación sobre la caridad cristiana y en un espejo de la
realidad social de su ciudad.
Por Andrés Carranza Bencano
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