lunes, 15 de julio de 2024

 SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

San Francisco Abrazando a Cristo. Bartolomé Esteban Murillo.

San Francisco abrazado a Cristo. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1717-1682. Óleo sobre lienzo. 277 x 181 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización del convento de los Capuchinos

En esta obra, Murillo nos muestra al Crucificado que desclava su brazo derecho de la cruz para apoyar la mano, iniciando el abrazo, en la espalda del santo franciscano.

Por ello aparece la mano izquierda enclavada sobre la palma, mientras que en el lado derecho nos muestra el madero con el clavo aislado, y los pies están fijados con un solo clavo con el pie derecho sobre el izquierdo. 

Detalle de la mano izquierda



Detalle del clavo aislado de la mano derecha


Detalle de los pies de Cristo


Destaca la gran dulzura y belleza del rostro de Jesús, que irradia amor hacia el santo al que dirige su mirada. No hay ninguna expresión de dolor ni sufrimiento de la crucifixión.

Detalle del rostro de Jesús

Igualmente destaca la expresión del santo, con la que Murillo transmite la expresión sincera del sentimiento religioso de amor a Cristo, base de la espiritualidad franciscana. 

Detalle del rostro de san Francisco


El fondo, que ocupa la parte inferior del lienzo, lo constituye un paisaje urbano con edificios de construcción pobre, realizado con técnica abocetada. 

Detalle del paisaje del ángulo inferior derecho

Detalle del paisaje del ángulo inferior izquierdo

El santo se muestra de pie, abrazando al Crucificado, y apoya su pie sobre un globo terráqueo. Este gesto representa un momento fundamental de la vida del santo, pues es el instante en que se produce su renuncia a los bienes materiales, representados por el globo terráqueo que pisa, apartándolo de sí, para consagrarse a la vida religiosa y dedicarse al prójimo. 

Detalle del pie y el globo terráqueo

Este episodio alude al pasaje evangélico (Lc. 14:33) del libro que sostienen los dos ángeles de la derecha “Qui non renunciat ómnibus quae possident non potest meus esse dsicipulus” (Quien no renuncia a todas las cosas que posee no puede ser mi discípulo).

Detalle de los ángeles

Así, el tema central del cuadro es el amor de san Francisco a Cristo, representado en un abrazo correspondido y simultáneamente el abandono por parte del santo de los bienes terrenales, en el que el pie muestra el mayor simbolismo de la obra puesto que con él rechaza o aparta la presencia del globo terráqueo.  

Detalle del pie de morfología griega con signo de estigma

Por Andrés Carranza Bencano


domingo, 14 de julio de 2024

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Santo Tomas de Villanueva dando limosna. Bartolomé Esteban Murillo.

 

Santo Tomas de Villanueva dando limosna. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1668-1682. Óleo sobre lienzo. 283 x 188 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización del convento de los Capuchinos. 

Hacia 1665 Murillo recibió el encargo de decorar la Iglesia de los Capuchinos de Sevilla. La realización del trabajo le llevó varios años, al final de los cuales el templo se convirtió prácticamente en un museo.

Este lienzo fue ubicado en el cuarto altar del lado de la Epístola y, de toda la serie, fue el cuadro favorito del pintor, el cuál siempre se refería a él como “mi cuadro”.

Aunque santo Tomas de Villanueva era agustino, su presencia en esta serie se debe a que gozaba de gran popularidad entre la congregación debido a su origen valenciano, ya que varios monjes también eran oriundos de aquella región. Pero además debido a su cualidad de santo limosnero, práctica que continuó como arzobispo de Valencia, virtud muy asociada al espíritu capuchino, y que sin duda Murillo relacionaría con su colaboración con el Hospital de la Caridad de Miguel Mañara y su capacidad para repartir donativos a los pobres.

La escena se desarrolla en un imponente interior palaciego, de líneas arquitectónicas clásicas, cuya profundidad se intensifica mediante una sucesión de planos alternados de luz y sombra, y en el que destaca una columna de orden clásico con un cortinaje.

Detalle de la estructura arquitectónica

El santo ocupa el centro de la composición ataviado con hábito, y los elementos distintivos como arzobispo de Valencia como la mitra y báculo. A su derecha, sobre una mesa, se sitúa un libro abierto. Destaca la capacidad de Murillo para de representar las manos y la gestualidad que puede transmitir con las mismas, así se puede ver en las manos del santo cómo da las monedas a los mendigos y sujeta el báculo con firmeza, transmitiendo firmeza y preocupación por los que le rodean, mirando directamente al pobre con dignidad.

Detalle de santo Tomas de Villanueva con la mitra y el báculo

A la derecha, se disponen un grupo de mendigos formado por dos ancianos y un niño y en el ángulo inferior izquierdo una madre y su hijo, por lo que nos muestra el tratamiento de personajes de distintos géneros y edades, de pobres y marginados que se disponen alrededor del santo con expresiones graves y en diferentes actitudes.

En este grupo de la derecha destaca el desgarrador retrato del niño tiñoso, con mirada adusta y severa, que presenta diversas placas alopécicas en su cabeza y que coinciden con las típicas tiñas. Estas lesiones son el resultado de la invasión de los pelos por hongos dermatofitos, produciéndose la fragmentación total o parcial de los mismos, y con la consecuente aparición de zonas tonsuradas a nivel del cuero cabelludo.

Se trata de lo que popularmente sería un apestado, pero que Murillo trata con dignidad, no lo oculta, pues es una realidad del momento y lo ubica con la mirada directa al arzobispo, con la sensación de incertidumbre del que sufre rechazo diariamente.

Es un retrato tan realista que el profesor Diego Angulo Íñiguez llegó a decir si no es el mismo niño a quien Santa Isabel de Hungría lava la cabeza en el cuadro de la iglesia de la Caridad, debe ser hermano suyo.

Retrato del Niño Tiñoso

Detalle de la cabeza del niño tiñoso


Más cercano a la línea costumbrista de Murillo es el anciano, que acaba de recibir el donativo y mira la moneda sin llegar a creerse todavía que la ha recibido.

Podemos llegar a sentir que va a besarla como cuando se recibe una estampa, como un auténtico tesoro que le va a permitir seguir un día más adelante, gracias al apoyo del arzobispo.

Detalle del anciano


En contraposición, atrás una señora mayor con cara de enfadada y con la duda de si llegará a recibir algo de la limosna.

Detalle de la anciana

Completa la grandeza de la obra la pareja pintada a contraluz, en el ángulo inferior izquierdo, cuya alegría contrasta con la expresión preocupada de los mendigos que hacen cola.

El pequeño ha conseguido el donativo y le enseña la manita a su madre con las monedas que le ha dado el santo.

Destaca la emotividad de la escena, con la alegría de la sonrisa del infante y el cariño y amor de la madre. que sin duda enlaza con la trayectoria de Murillo a la hora de representar a sus personajes populares sevillanos.

Deliciosos detalle de la madre y el niño

Resulta de gran interés la figura, en primer plano, del tullido arrodillado y con la espalda desnuda, en un admirable escorzo.  Destaca la expresividad de las manos del mendigo, pues no necesitamos ver su cara para sentir que está suplicando a los pies del santo que le dé una moneda para poder subsistir, mientras no es capaz ni de sostener con la otra mano el bastón que le permite caminar día a día.

Detalle del tullido


Detalle de la mano del tullido

Destaca en primer plano la planta de los pies desnudos y sucios, de caminar descalzo, como máxima expresión de la pobreza, al no tener ni siquiera unos zapatos para caminar. El pie como mayor simbolismo de la mendicidad. 

Detalle de los pies

 EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA

CRUCIFIXIÓN 

Cristo crucificado expirante. Francisco de Zurbarán. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Jesús Crucificado expirante. Zurbarán, Francisco de. Hacia 1640. Óleo sobre lienzo. 255 x 193 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización del convento de Capuchinos.

La escena la protagoniza Jesús crucificado expirante, sobre un fondo oscuro que realza la figura luminosa de Cristo crucificado. 

Este fondo oscuro no implica necesariamente que sea el cuadro de la etapa más tenebrista, ya que al morir Cristo, el cielo oscureció durante tres horas: “Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la región hasta las tres de la tarde” (Lc.  23: 44).

Es una composición poco sangrienta porque los sufrimientos morales de Jesús superan en este momento sus padecimientos físicos. El sufrimiento que expresa aquí es de índole psíquica, denotando su total abandono.

Esta vivo todavía y en trance de expirar. Su cabeza vuelta hacia el cielo, lanza una mirada suplicante, con los ojos vidriosos. No sabemos cuál de sus últimas palabras está pronunciando: “Elí, Elí, ¿lema sabaktani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) (Mt, 27: 46; Mc. 16: 34), es decir el primer versículo del salmo (Sal. 22, 2), o más bien cuando lanzó un grito y dijo: “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23: 46). 

Detalle de la cabeza

Llama la atención el abultado paño de pureza, así como su intensa luminosidad. Presenta un magnífico tratamiento plástico, en que destaca su efecto fuertemente claroscurista sobre el fondo de la escena.

Detalle del paño de pureza

Cristo aparece crucificado con las normas impuestas por Pacheco, es decir Jesús aparece sujeto al madero de la cruz con cuatro clavos, a nivel de las manos y los pies, que se apoyan  sobre un supedáneo, y con el titulus redactado en hebreo, latín y griego. 

Detalle de la mano derecha

Detalle de la mano izquierda

Es increíble el tremendo verismo de los pies clavados en el madero, con el detalle finísimo de la sombra de los clavos y de las puntas de los dedos y las uñas alteradas por el camino del Calvario. 

Esto puede explicar el por qué Zurbarán fue considerado en el siglo XIX como el “Caravaggio español”. 

Detalle de los pies


miércoles, 19 de junio de 2024

 TRAUMATOLOGÍA-ORTOPEDIA-REUMATOLOGÍA

Artritis Reumatoides

La familia del pintor. Jacques Jordaens.

Desde la antigüedad existe una estrecha relación entre el arte y la Medicina y, de hecho, científicos, artistas, y especialistas han encontrado evidencia de diversas entidades patológicas en expresiones artísticas. Concretamente podemos encontrar manifestaciones de enfermedades reumatológicas en pinturas de grandes autores.

Estudiamos un cuadro de Jacob Jordaens, que nació en Amberes en 1593, hijo de un pañero. En 1607 entró como aprendiz en el taller de Adam van Noortt (uno de los maestros de Rubens), y en 1616 se casó con Catharina, su hija mayor, con la que tuvo tres hijos. 

Su esposa falleció en 1659 y él murió el 18 de octubre de 1678, probablemente víctima de la peste que azotaba la ciudad. Su hija Elizabeth falleció el mismo día, y ambos recibieron sepultura junto a Catharina en el cementerio calvinista de Putte, pasada la frontera con la República de Holanda.

Esta obra, es una escena familiar que puede parecer tradicional e incluso impostado a primera vista, pero, trata de sublimar a la familia como uno de los pilares fundamentales de la sociedad.  

La escena familiar se situa en un elegante interior ajardinado que parece indicar una elevada posicion economica  y social  como los protagonistas de un típico “jardin d´amour”. 

La familia del pintor. Jordaens, Jacques. 1621-1622. Óleo sobre lienzo. 181 x187 cm. Museo del Prado. Exposición temporal. (CC BY 3-0)

Las parras entrelazadas que respaldan a la pareja están relacionadas con la idea de la indisolubilidad del vínculo matrimonial establecido por el hombre y la mujer.

En el ángulo superior izquierdo se representa una fuente en forma de  Cupido montado sobre un delfín. La fuente es uno de los elementos de los jardines del amor. Cupido, es hijo de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, nacida de la espuma del mar, por lo que Cupido se identifica con el Dios del deseo amoroso, es el Amor en sí mismo. El delfín representa la amistad y la salvación de nuestras almas.

Detalle de la fuente

Detrás de la escultura, se identifica a un loro de cabeza azul y amarilla. El loro es un animal  frecuente en algunas obras de Rubens y del propio Jordaens, y puede tener varios significados; en el presente lienzo se puede identificar con la virtud de la fidelidad marital. 

Detalle del loro

Por último, el perro que asoma por detrás de las piernas del artista, siendo genéricamente el animal fiel por excelencia, alude a la fidelidad como base sobre la que se asienta la estrecha unión que todos los desposados deben conservan a lo largo de su existencia.

Detalle del perro

El cuadro describe el mundo familiar próximo del artista, quien se autorretrata junto a su esposa Catharina van Noort, que abraza tiernamente a su hija mayor Elizabeth. 

Catharina se muestra sólidamente sentada sobre un sillón, viste de negro con elegancia, no exenta de cierta presunción. 

Detalle de la mujer del pintor Catharina van Noort con su hija


Cubre parcialmente su cabeza con un reducido turbante en forma de bonete, y con una elegante y elaborada joya, sobre los cabellos, y cuelgan pendientes de sus orejas. Luce una espectacular gola blanca al cuello, lleva los dos encajes en los puños y bordados en el pecho.

Detalle del rostro de la mujer del pintor Catharina van Noort


Elizabeth, la niña, presenta una indumentaria popular adecuada a su edad. Al cuello un collar de coral del que pende una cruz. Destaca el contraste del azul de su pañuelo (un azul entre cobalto y lapislázuli) con el amarillo de su falda y el blanco de su mandil. Es representada con un rostro simpático y alegre, deliciosamente infantil, y de gran espontaneidad pues fue modelo en distintas ocasiones de su padre. Mantiene un cestillo con flores en la mano derecha y una fruta en la mano izquierda.

Detalle de la hija Elizabeth


La fruta que la pequeña Elizabeth mantiene en su mano izquierda es también un símbolo de amor, así como las flores de su cestillo lo son de inocencia y pureza. 

Detalle de las manos y el cestillo de la hija Elizabeth

El autor viste de negro con elegancia, con gola blancas al cuello y encajes en los puños.

Se muestra en una postura espontánea y algo informal, pero al mismo tiempo su porte es bastante elegante y noble e incluso altivo, y su gesto muestra determinación.

Su pierna derecha se apoya en la silla, y su mano derecha reposa en el sillón, lo que responde a fórmulas cultas y clásicas del retrato de su tiempo.

Sus manos no aportan ningún elemento que nos indique su oficio, sino que sostiene un laúd.  Se ignora si sabía tocar instrumentos musicales, lo que no sería extraño en un hombre tan dedicado a las artes y vinculado a una sociedad culta; sin embargo, tal objeto también puede ser un símbolo de armonía familiar. 

Detalle del pintor Jacob Jordaens

Detalle del rostro del pintor 

Destaca una posible mujer del servicio doméstico, situada de pie en el centro de la composición en un plano discretamente retrasado, respecto del riguroso primer término.  Su vestimenta es cromáticamente más rica que la de los señores. Resaltan los pliegues de las faldas, así como su cabeza sobre un alto cuello con encajes y se toca con un sombrero de elevada copa. 

Detalle de la mujer del servicio domestico

Sostiene un cesto de uvas verdes, azules y doradas, y su mano derecha muestra signos inflamatorios de la muñeca y de las articulaciones metacarpofalángicas e interfalángicas, sugestivos de Artritis Reumatoides. 

Detalle del cesto de uvas y de la mano con signos inflamatorios de posible Artritis Reumatoides