martes, 9 de agosto de 2022

 SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

El año del hambre en Madrid. José Aparicio e Inglada

El año del hambre en Madrid. Jo Aparicio e Inglada. 1818.Óleo sobre lienzo. 315x437. Museo Nacional del Prado de Madrid

La obra representa la “Hambruna” de los madrileños, en los años 1811 y 1812, durante el reinado de José I, hermano de Napoleón, y el rechazo orgulloso a aceptar la ayuda de los soldados franceses.

Las causas de esta “hambruna” era los cuatro años de guerra con el abandono de la juventud hacia el campo de batalla y por tanto la disminución de la productividad del campo, unido a que las escasas cosechas eran arrebatadas por los ejércitos y las partidas de guerrilleros, A ello se unía las dificultades de comunicación con las demás provincias, de una ciudad cuya producción era insuficiente para su propio abastecimiento. 

Todo esto provocó que hombres, mujeres y niños de toda condición imploraran la caridad publica en la calle en condiciones totalmente miserables. Los lamentos de las mujeres y los niños al lado de los cadáveres de sus padres y hermanos tendidos en las aceras y que eran recogidos dos veces al día por los carros de las parroquias 

Según los cálculos más aproximados, se habla de 20.000 muertos en una ciudad que no estaba sufriendo asedio y cuya población podría ser de 200.00 habitantes.

Mesoneros Romanos nos describe la terrible situación sufrida por los madrileños, “En el corto trayecto de unos trescientos pasos que mediaban entre mi casa y la escuela de primeras letras, conté un día siete personas entre cadáveres y moribundos”. “Los mismos soldados franceses, que también debían participar relativamente de la escasez general, mostrábanse sentidos y aterrorizados y se apresuraban a contribuir con sus limosnas al socorro de los hambrientos moribundos, limosnas que, en lagunas ocasiones solían estos rechazar, no sé si heroica o temerariamente, por venir de manos del enemigo”.

Afortunadamente, el 12 de agosto fueron evacuados los franceses con la entrada en la capital del ejercito aliado anglo-hispano-portugués, tras la batalla de los Arapiles.

Esta situación es la que representa el cuadro “El Hambre de Madrid”, al que se le pueden hacer objeciones bajo el aspecto artístico, pero que indudablemente dibuja una grave situación histórica, y por ello, el pueblo de Madrid acudió masivamente a su exposición en el patio de la Academia de san Fernando en 1815.

Tres soldados franceses se acercan a ofrecer alimentos a unos madrileños harapientos y desnutridos. En el centro y a la derecha del cuadro, diversas figuras dolientes, desfallecidas, moribundas o muertas. Un anciano sostiene a un niño en su hombro mientras, en su regazo, yace una mujer muerta con su hijo. Junto a ellos un hombre rechaza con su mano la comida que le ofrecen los franceses. Al otro lado, junto a una pilastra con inscripción alusiva a Fernando VII, un grupo de personas comen desperdicios. Detrás del grupo principal, un majo con anchas patillas y bicornio, intenta abalanzarse hacia los soldados napoleónicos, pero es retenido por una mujer que lleva a su niño en brazos. Destaca la mujer que come un trozo de una hortaliza, mientras un niño adelgazado y desnutrido, al igual que mucho de los personajes, suplica tomar algo de lo que come. En la mujer hay claros signos carenciales, como el edema de hambre que se aprecia en sus piernas (edemas hipoproteineicos).

Todas las figuras están tratadas con indiscutible nobleza, tanto la del joven atormentado que rechaza la ayuda francesa llevándose la mano a la frente, como el anciano que mira al espectador, la frágil figura del niño pequeño muerto en el suelo o incluso el rostro del joven militar que ofrece los alimentos. El artista intenta poner de manifiesto la nobleza de los madrileños ante las adversidades.

Muy significativo de la finalidad propagandística que perseguía el pintor de “Cámara del Rey” es la frase que aparede en la columna del lado derecho del cuadro: “

Finalmente, diversos autores critican la falta de imaginación creativa de Aparicio.  Xabier de salas, escubrió que si bien la figura del anciano, protagonista destacado y eje de la composición, es la que presenta una mayor solemnidad clásica en su dibujo y una dignidad resignada en su actitud, centrando el patetismo y la desolación de la escena, el mérito no es de Aparicio, ya que evoca muy de cerca el cuadro “El conde de Ugolino y sus hijos” de Füssli, de 1806 y el cuadro del pintor Fortuné Dufau de idéntico tema al del lienzo de Füssli




Destacamos finalmente, la imagen comentada de la mujer que presenta claros signos carenciales, como el edema de hambre que se aprecia en sus piernas (edemas hipoproteineicos).



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