EL PIE Y LOS CRUCIFICADOS DE SEVILLA
Crucificado de la Reconciliación. Iglesia de san Román.
Retablo del Cristo de la Reconciliación
El pecado rompe
la comunión entre Dios y la humanidad, generando una verdadera enemistad. La
Sagrada Escritura nos recuerda esta separación: “éramos enemigos” de Dios
(Romanos 5,10); nuestra “carne es enemiga de Dios” (Romanos 8,7); y estábamos
“alejados” y con un “ánimo hostil” (Colosenses 1,21).
Solo un acto
único, realizado por una sola persona, podía devolvernos la amistad con Dios:
la entrega expiatoria de Cristo. La muerte de Jesús constituye el centro mismo
de la reconciliación. San Pablo afirma que “fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo” y que esto ocurrió “en su cuerpo de carne, por medio de
su muerte” (Romanos 5,10; Colosenses 1,22).
Estas
afirmaciones subrayan el papel central de la pasión y muerte de Cristo en el
misterio de la reconciliación, y revelan la forma concreta en que esta se llevó
a cabo. La reconciliación exigió una muerte real y un sacrificio total:
términos como “cuerpo”, “carne” y “muerte” aluden directamente a la dimensión
tangible y redentora de la expiación.
El sacramento
de la Reconciliación es el medio por el cual recibimos el perdón y la curación
interior que tanto necesitamos. Durante su ministerio, Jesús solía decir a los
enfermos: “Tus pecados te son perdonados”, mostrando que su misión era sanar
tanto el cuerpo como, sobre todo, el alma, llamando al arrepentimiento para
obtener el perdón.
En la confesión
sacramental accedemos a la gracia sanadora de Cristo a través de la absolución
impartida por el sacerdote. Los signos visibles de este sacramento son la
confesión sincera de los pecados y las palabras de perdón pronunciadas por el
ministro.
Una
expresión artística de esta verdad es el Crucificado de la Reconciliación,
también conocido bajo la advocación de la Penitencia. Esta imagen, muy desconocido para muchos, de autor anónimo y datada a finales del siglo XVI, se
encuentra en la Iglesia de San Román de Sevilla.
Originalmente
pertenecía al antiguo convento de la Paz, actual sede de la Hermandad de la
Mortaja, y fue trasladada a San Román, junto con dos retablos, durante las
labores de restauración realizadas en los años cuarenta del siglo XX. En un principio estuvo situado en las cocinas del convento, y tras la
desamortización pasó a ocupar su lugar en la iglesia.
Durante los
años en que san Román permaneció cerrado por su restauración. Este Cristo, del
que no consta que nunca haya sido titular de ninguna cofradía, recibió culto en
Santa Catalina, junto al retablo de Santa Lucía.
A
comienzos de los años noventa fue restaurado, ya que la encarnadura de la
imagen se hallaba muy oscurecida debido a su antigua ubicación. En esa
intervención también se reemplazó el primitivo paño de pureza, de tamaño
reducido, por otro más largo, confeccionado en tela encolada.
Cristo de la Reconciliación
Se trata de un cristo muerto, después de
sufrir la lanzada en el hemitórax izquierdo, que presenta los ojos y la boca entreabierta.
Detalle del rostro y de los brazos
Detalle del rostro
Como hemos comentado, el paño de pureza
actual es de tela encolada anudado en el lado derecho desde donde cuelga
verticalmente.
Presenta graves erosiones en ambas rodillas, especialmente la derecha.
Detalle del paño de pureza y de las rodillas
Detalle oblicuo del paño de pureza y la rodilla derecha
Los pies están fijados con un solo
clavo, con el pie derecho sobre el izquierdo.
Detalle frontal de los pies
Detalle lateral de los pies
Detalle lateral de los pies
Por Andrés Carranza Bencano