PATOLOGIA DEL PIE EN LA PINTURA
Pie griego
San Juan
Bautista. Bartolomé Bermejo.
Diego Angulo fue el primero que atribuyó esta tabla de
San Juan Bautista a Bartolomé Bermejo en un artículo en el ABC de Sevilla en
1956, el mismo año en que el propio Angulo la donó al museo en memoria de su
hermano Juan Luis tras haberla adquirido a un comerciante toledano.
En el Inventario de pinturas del museo de Bellas Artes
de Sevilla, publicado en 1990 por Rocío Izquierdo y Valme Muñoz ya aparece como
obra de Bartolomé Bermejo.
No todos los especialistas
aceptaron su atribución. Hernández Díaz en el Catálogo del Museo de 1967 (p.
30) consideró la tabla de un anónimo castellano de principios del XVI. Young en
1975 (p. 143) la consideró como obra de taller, sin tener en cuenta que la
superficie de la pintura estaba algo gastada, particularmente en el fondo de la
túnica del Bautista, como muy bien indicó Judith Berg Sobré en 1997, (pp.
238-239).
Posiblemente se realizó en
Valencia, pues así lo sugieren la iconografía y las características de su
estilo, fuertemente influido por los modelos flamencos, ya que el pintor
incluso utilizó el roble para el soporte, igual que se hacía en Flandes. A lo
anterior se suma también el hecho de que muestra el nimbo característico de las
obras valencianas de Bermejo.
Se ignoran el lugar y las
circunstancias para las que se hizo y no existen datos objetivos para poder
precisar si se llevó a término durante la primera estancia en Valencia, antes
de 1474 en que se documenta Bermejo en Daroca (Zaragoza), o a lo largo de la
segunda, entre 1481 y 1485, cuando el pintor volvió desde Aragón a la capital
del Turia.
Detalle sin marco
La escena representa a San Juan
Bautista acompañado del cordero, inserto en un paisaje rocoso y de frondosa
vegetación, tal y como se entendía el concepto de desierto en las
representaciones del siglo XV, época en la que éste se traducía por
"solitario", un lugar sin la presencia humana y no desprovisto de
vegetación, como en nuestro tiempo. Por esta razón, Bermejo representó a San
Juan Bautista ante un paisaje en la soledad de la naturaleza.
Además, el paisaje
no es un simple fondo, sino que representa el mundo redimido que aguarda la
llegada del Mesías, un espacio donde naturaleza y espíritu se reconcilian.
Detalle
del rostro de san Juan
Lo presenta de pie, jugando con el cordero - el
atributo habitual que permite identificar al santo - de forma muy distinta a
como se le representa en otros lugares en que el Bautista sostiene al cordero
en una de sus manos o éste se encuentra a sus pies.
Detalle
del cordero
El cordero
es símbolo de Cristo, el sacrificio redentor al que el Bautista señala en los
Evangelios.
Bermejo incorporó también en esta obra unos
saltamontes, que tal vez aludan a las langostas que Juan el Bautista comió para
alimentarse, según el Evangelio de San Marcos (1,16).
A éstos se suma también la
perdiz que Judit Berg interpretó como símbolo de la verdad de la Iglesia.
Detalle de la perdiz
Finalmente,
destacamos la morfología en pie egipcio del Bautista, con el primer dedo más corto
que el segundo. Se conoce como griego debido a
que en la mitología griega está asociado a las diosas y sus poderes.
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