EL PIE Y LA PASION DE CRISTO EN LA PINTURA
VÍA DOLOROSA.
Verónica con la Santa Faz. El Greco.
La Verónica se encargó para la parroquia de Santa
Leocadia, donde se situó en la capilla absidial denominada de Santa Inés, del
lado del Evangelio.
Esta pintura constituía el ático o coronación de un
retablo cuyo lienzo central era un ‘Expolio’, copia de taller de la obra
maestra que preside la Sacristía de la Catedral Primada de Toledo, y que
también se expone en el Museo de Santa Cruz.
La obra formó parte del desaparecido Museo parroquial
de San Vicente, de Toledo, de 1929 a 1961, fecha en la que ingresa en el Museo
de Santa Cruz como depósito de la Parroquia de Santa Leocadia.
En 1994 la obra fue adquirida por la Junta de
Comunidades de Castilla-La Mancha y adscrita a la colección estable del Museo
de Santa Cruz.
La leyenda de la Santa Faz está narrada en el
evangelio apócrifo de Nicodemo (s. III-IV) aunque será Jacobo de la Vorágine,
en su Leyenda Dorada (s. XIII), el que la popularice, surgiendo la versión
definitiva en torno al s. XIV-XV en Europa Occidental, Armenia y el Oriente
Ortodoxo.
Esta tradición narra el momento en el que Berenice,
para algunos la hemorroisa curada por Jesús y una de las santas mujeres que
acompañan a Cristo camino del Calvario, en un gesto de profunda piedad, le
enjuaga el sudor y su sangre en un paño en el que milagrosamente queda grabado
el rostro del Nazareno.
La etimología del nombre de Verónica alude a la ‘vera
icona’ o verdadera imagen de Cristo, siendo la única santa a la que se nombra
por su atributo.
El cuadro nos muestra la Verónica, de media figura, sobre
un fondo, neutro y oscuro. Destacan las manos, el rostro y la cabeza de la
protagonista femenina. Presenta una leve torsión del rostro y un principio de
escorzo con desviación de la mirada hacia su izquierda.
El lienzo blanco del paño, enmarcado en dorado y azul,
muestra el rostro de Cristo representado de una manera frontal, con la corona
de espinas y con los cabellos sueltos sin recoger ni trenzar, que parece flotar
sobre la tela.
Julián Gallego encuadra esta obra dentro de la
tipología de ‘el cuadro dentro del cuadro’ ya que la protagonista femenina
sujeta a su vez un lienzo donde, de forma milagrosa, se reproduce la imagen
grabada del rostro de Cristo.
Algunos investigadores consideran que La Verónica
estaba inspirada en el retrato de Doña Jerónima de las Cuevas, la que fuera
pareja de El Greco y madre de su único hijo conocido.
El rostro de Cristo, por otra parte, tiene su paralelo más claro en la magnífica Santa Faz (1580) del Convento de la Purísima Concepción, o de las Capuchinas, de Toledo.
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