domingo, 17 de agosto de 2025

SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Jacob y Lía. Antonio María Esquivel.

Jacob y Lea. Esquivel, Antonia María. 1842. Museo de Bellas Artes. Sala XII. Donación de Andrés Siravegne y Caridad Lomelino en 1944

Abraham, Isaac y Jacob son reconocidos en la tradición bíblica como los patriarcas, es decir, los fundadores del pueblo de Israel. En el libro del Génesis se narran con detalle sus vidas, sus esposas y su descendencia.

Uno de los episodios más conocidos es el de Jacob, quien, con la complicidad de su madre Rebeca, engaña a su anciano padre Isaac para obtener la bendición destinada a su hermano Esaú, para que le ceda la primogenitura. A raíz de este hecho, y temiendo la venganza de su hermano, Jacob se ve obligado a huir hacia la tierra de su tío Labán (hermano de su madre Rebeca), en Paddan Aram, región de la Alta Mesopotamia, con el doble propósito de salvar su vida y encontrar esposa.

Labán tenía dos hijas, Lía, la mayor, descrita como de ojos “delicados y una mirada tierna, y Raquel, la menor, de “lindo semblante y de hermoso parecer, tenía una linda silueta y era muy hermosa” (Génesis 29:16-17). Jacob, apenas llegar a Harán, conoció a Raquel junto al pozo, cuidando las ovejas de su padre, y quedó prendado de ella. Por ello aceptó trabajar durante siete años para su tío a cambio de su mano.

Al final de los siete años, hubo una fiesta de matrimonio, con su habitual comida y bebida. Era costumbre, en aquella época, cubrir la cabeza de la novia con un velo, y Labán engañó a Jacob y en lugar de darle a Raquel por esposa, le dio a Lea, por la costumbre que había de que la primogénita debía casarse antes que la pequeña, y este no se dio cuenta hasta la mañana siguiente (Génesis 29:23-26).

Ante las protestas de Jacob, Labán le propuso un nuevo acuerdo: tras cumplir la semana de bodas con Lía, también podría casarse con Raquel, a condición de servir otros siete años. Así fue como Jacob terminó con dos esposas, aunque su amor se inclinaba claramente hacia Raquel.

El relato bíblico subraya que, al ver Dios que Lía era menospreciada, le concedió fertilidad, (Génesis 29:31), mientras que Raquel permanecía estéril por un tiempo.

Lía dio a Jacob seis hijos, Rubén, (Vean, un hijo), Simeón (El que oye), Leví (Apegado), Judá (Alabado), Isacar (Recompensado) y Zabulón (Exaltado) y una hija, Dina (Génesis 30:17-21). De su linaje surgirían figuras claves de Israel: de Judá descendería el rey David y, con el tiempo, Jesucristo; de Leví procederían Moisés y Aarón, cabezas de la tribu sacerdotal.

Raquel, deseosa de darle hijos a Jacob, recurrió a su sierva Bilhá, quien le dio dos hijos, Dan y Neftalí. Lía hizo lo propio con su criada Zilpá, madre de Gad y Aser. Finalmente, Dios escuchó a Raquel y le concedió dos hijos propios: José, futuro gobernador de Egipto, y Benjamín, el menor.

A lo largo del relato se percibe el contraste entre ambas hermanas: Lía, menos amada pero constante en su fidelidad, y Raquel, la preferida del corazón de Jacob. 

Con el tiempo, durante el regreso a Canaán, Raquel murió en el camino, y Lía llegó a ser la única esposa de Jacob. 

Lea murió algún tiempo antes que Jacob (Génesis 49:31) y según la tradición, fue sepultada en la Cueva de los Patriarcas, en Hebrón, junto a Jacob, Abraham, Sara, Isaac y Rebeca.

Este episodio del engaño nupcial fue plasmado por el pintor Antonio María Esquivel. 

Su obra, inicialmente confundida con una representación de Adán y Eva, se identificó más tarde como el momento en que Jacob descubre que ha dormido con Lía en lugar de Raquel, tal como narra el Génesis. 

La escena se desarrolla en un espacio íntimo, dentro de una tienda, lejos del habitual escenario abierto de la iconografía del Paraíso.

La pintura capta el instante de mayor tensión: el asombro y la indignación de Jacob al descubrir el engaño. 

El dramatismo romántico se refleja en su rostro y en sus gestos, que transmiten ira, sorpresa, desconcierto y desengaño. Esquivel sugiere, a través de la composición, un simbolismo más profundo: el hombre, con sus engaños y frustraciones, no puede escapar al designio divino. Así como Jacob engañó a su padre para obtener la primogenitura, ahora él mismo experimenta el peso del engaño, recordando que los planes humanos están siempre sujetos a la voluntad de Dios.

Detalle de Jacob

Detalle del rostro de Jacob

Lía aparece representada con porte recatado y actitud humilde, con el cabello dispuesto con sencillez. 

Su figura encarna a la esposa legítima, aunque menospreciada en el afecto de Jacob, y al mismo tiempo a la madre fecunda, pues de ella nacerían seis de las doce tribus de Israel.

El gesto que muestra en la escena resulta intencionadamente ambiguo: puede leerse como la resignación ante el engaño tramado por su padre Labán, o bien como la aceptación serena de un designio superior, en el que la providencia divina se abre paso más allá de las pasiones humanas.

Detalle de Lía

Detalle del rostro de Lía

El perro, colocado entre los dos protagonistas como emblema de la fidelidad, dirige su mirada hacia Jacob con un gesto casi incrédulo, como si advirtiera la contradicción entre el deseo del patriarca y el destino que le ha sido impuesto.

Detalle del perro

La escena no se limita a ilustrar un episodio bíblico, sino que se eleva a un plano alegórico: expresa la tensión entre el amor y el deber, entre la pasión y la obligación, entre el engaño humano y el designio divino. De este modo, el lienzo adquiere una dimensión moral y espiritual que interpela directamente al espectador.

El detalle del pie desnudo de Lía subraya la vulnerabilidad de la esposa impuesta y su entrega inevitable y resalta la desnudez de la misma.

Detalle de los pies de Lía

Por su parte, Jacob nos muestra una morfología de "pie griego"(el segundo dedo más largo que el primero), un rasgo que en la tradición clásica se vinculaba con las divinidades y sus atributos de poder y misterio.

Ambos protagonistas se muestran descalzos, signo de humildad y de la desnudez simbólica con la que el ser humano comparece ante la voluntad de Dios.

Detalle de un pie de Jacob

Por Andrés Carranza Bencano

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