Cristo del Buen Fin. Pedro Millán. Iglesia de Consolación. El Pedroso. Sevilla
La imagen del
Cristo del Buen Fin está realizada en madera de álamo policromada y representa
a Jesús Crucificado muerto, de tamaño natural. Es obra atribuida con mucho
fundamento al escultor Pedro Millán, fechable hacia 1490, y que se puede
relacionar perfectamente con la estética tardogótica de tradición borgoñona o
flamenca. El autor sigue el prototipo
establecido por Van der Weyden en la representación de Cristo en la cruz.
La cabeza está inclinada hacia la derecha,
sus ojos están entornados, la boca aparece entreabierta y su nariz es
prominente.
La corona de espinas es color
verde y aparece como una trenza compacta.
El pelo cae sobre el pecho por el
lado derecho, mientras que por el izquierdo se recoge hacia atrás.
El rostro, no está exento de
dramatismo, transmite una gran humildad y mansedumbre, recordándonos los
pasajes del Siervo de Isaías (53,7): “como cordero llevado al matadero, como
oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”.
Destaca el tratamiento de su
anatomía estilizada, que presenta las costillas muy prominentes, el vientre algo abultado y el característico
rehundimiento epigástrico que comparten todos los crucificados del círculo de
Pedro Millán.
El paño de pureza presenta
numerosos pliegues y recuerda los representados en la pintura flamenca,
presentando además en las vueltas que dejan ver dichos pliegues un rico
estofado en oro. Es un gran "perizoma" que cubre ambas caderas y muestra la
sangre que cae desde el costado.
Tiene los brazos
prácticamente en horizontal, por lo que presenta una composición en forma de T,
y está unido a la cruz por tres
clavos, el pie derecho sobre el izquierdo.
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