lunes, 18 de agosto de 2025

 SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA

Dos Chicas. Berthe Morisot.

Dos Chicas. Morisot, Berthe. 1894. Óleo sobre lienzo. 2.125 x 2563 cm. Colección Philips. (ver) (CC BY 3.0)


Berthe Morisot (1841-1895), perteneciente a una familia de la alta burguesía, recibió una educación marcada por el gusto por las artes y la música. Fue una destacada pintora impresionista y estuvo casada con Eugène Manet, hermano menor del célebre Édouard Manet.

Su obra refleja los ambientes y experiencias propios de su vida, mostrando la influencia de artistas como Manet, Degas y Renoir. Sin embargo, al igual que Mary Cassatt, Eva Gonzalès o Marie Bracquemond, Morisot fue relegada por la historiografía artística a un segundo plano, encasillada bajo la etiqueta de “pintora femenina” por centrarse en temas cotidianos: mujeres, niños y escenas domésticas.

Como mujer de la alta burguesía, su universo estaba limitado a espacios íntimos y familiares, así como a actividades propias de su clase, como los deportes campestres y la vida social en círculos privados, ya que el ámbito público y masculino le permanecía vedado.

Esta obra representa a dos mujeres en un dormitorio, una sentada en una cama con un vestido blanco, con la mano apoyada en la mano.

Mujer sentada en la cama

La otra mujer está sentada en el suelo con una falda oscura y una blusa blanca y dirige su mirada hacia el suelo. Tiene el pie izquierdo descalzo y la correspondiente zapatilla colocada a su izquierda.

Mujer sentada en el suelo

Una jarra y un cuenco verdes están en el suelo, en primer plano, al lado de los pies descalzos de la mujer sentada en el suelo.

Las pinceladas son sueltas e impresionistas, lo que confiere a la pintura una gran sensación de movimientos y espontaneidad, como si fuera a limpiarse los pies en el cuenco con el agua de la jarra.

Detalle de la jarra, el cuenco verde y los pies de una de las chicas

La Biblia relata en Juan 13:1-17 que luego de la cena, Jesús lavó los pies a sus discípulos. En esa época, el uso de sandalias y las condiciones de polvo del ambiente hacían necesario el lavamiento de los pies. Sin embargo, esta acción estaba reservada para los siervos y esclavos que lavaban regularmente los pies de los señores e invitados de las casas. Quienes se consideraban iguales no se lavaban los pies entre sí, solo excepcionalmente, como una señal de amor. Es por esto por lo que Jesús sorprendió a sus discípulos cuando él lo hizo. El lavamiento de los pies enseñó la lección del servicio desinteresado, que luego el Maestro ratificó con su acto de amor en la cruz.

La práctica del lavado de pies nos lleva a una actitud de arrepentimiento y humildad limpiándonos de todo orgullo y de ciertas cosas que nos ensucian al aferrarse a nosotros en nuestro caminar espiritual, ya que al igual que el polvo se pega a los pies de los viajeros, muchas cosas también se pueden adherir a nuestras vidas.

Por Andrés Carranza Bencano

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