PATOLOGIA DEL PIE EN LA PINTURA
Alteraciones de los dedos
Anatomía del Corazón. ("Y tenía corazón"). Enrique Simonet Lombardo
Con el fondo oscuro de una habitación, donde una mísera lucecilla apenas
rompe la oscuridad del lugar, un médico está realizando una autopsia. Aparenta
ser de tamaño algo pequeño en comparación con la señorita.
Curiosamente va vestido de negro, pero con un atuendo aparentemente no
adecuado para realizar su actividad profesional, pues comparece con una levita,
situación difícilmente compatible con la dureza de la intervención que acaba de
realizar. Todavía no se había generalizado el uso de la bata blanca, pero sería
necesario al menos un delantal.
Sujeta el bisturí con su mano derecha apoyada en la mesa y con su mano
izquierda sostiene el corazón recién extraído y mantiene la mirada fija en él. En mesa contigua, utensilios para lavar el cadáver,
como espátulas, esponjas, cuenco lleno de agua y dos cuchillos de cocina como
material quirúrgico. En otra mesa próxima, por detrás del médico, cuelga una
toalla muy limpia.
El cuerpo desnudo femenino en escorzo, conquista el espacio dando idea de
profundidad en una sala que está casi a oscuras. A pesar de estar fallecida, el
cadáver presenta un cierto grado de color, evitando la lividez cerúlea de un
cuerpo muerto, mostrando cierto grado de calidez y dulzura. Su piel fina, tersa y limpia no acusa el
traumatismo de la reciente autopsia, ni se advierten manchas de sangre en los
paños blanquísimos que cubren parcialmente el cuerpo.
Es interesante esta tela que cubre la mesa de mármol y tapa parcialmente el
cuerpo muerto, aunque sea una concesión del autor, pues el cadáver descansaba
directamente en la fría losa de mármol, pero, pictóricamente esa tela da gran
contenido a la composición.
El brazo inerte que se descuelga flácido, rompe la horizontalidad de la
composición y ayuda a comprender la sensación de muerte de la mujer. Es un
elemento utilizado para representar la pérdida de la vida, siguiendo un recurso
característico de la iconología religiosa en el Descendimiento, en la Piedad y
posteriormente reinterpretado por David en La muerte de Marat. Su pelo muestra
que es una pelirroja natural.
Parece ser, que para pintar al doctor usó a un mendigo, como modelo, que
encontró en la calle y para la chica, el cadáver de una joven que había
aparecido flotando en el rio Tiber, posiblemente embarazada. Se cuenta que
cuando él la vio estaba sin identificar, solo después se reconoció como una
joven actriz que se había suicidado por un conflicto amoroso y probablemente
también impulsada por su embarazo, parece una pobre muchacha desesperada porque
su pareja la ha dejado y está embarazada, un terrible drama humano que no supo
superar.
Se trata de una pintura de contrastes no solo lumínicos, por la luz que
entra por la ventana de la derecha del cuadro, que imprime una atmósfera de
frialdad a la escena, sino entre los personajes representados: riguroso y
sobrio atuendo del anciano doctor y el
descuidado blanco envolviendo a la joven; cabello rojizo intenso de la joven
frente al gris apagado del anciano; manos nervosas y vivas del cirujano frente
a la relajada flacidez en la mano de la mujer, verticalidad de él,
horizontalidad de ella, juventud y vejez, vida y muerte, y en medio de todo, en
la parte más oscura y con menos vida del cuadro, en la mano del anciano, el
corazón perfectamente anatomizado y recién extraído de la bella joven,
presidiendo el cuadro.
El claro oscuro da impresión de profundidad y volumen, frente a la figura
oscura y desplazada del médico resalta la luminosidad del cadáver y las
sensuales formas del desnudo. Impresiona la luminosidad de los frascos de
cristal que están en el alfeizar de la ventana y el reflejo de la ventana sobre
el agua del cuenco.
Este cuadro es popularmente conocido
por “¡Y tenía corazón!” título
absolutamente inapropiado al ser peyorativo suponer que las prostitutas no
tienen corazón. En cambio, el artista nos quiere señalar el principal órgano de
la anatomía humana. Por su ubicación en el cuerpo humano, el corazón remite al
centro físico y espiritual, tradicionalmente se ha entendido que es el lugar de
la presencia divina y sede de la sabiduría de los sentimientos en oposición a
la del razonamiento, de ahí su importancia a lo largo de la historia.
Dato curioso es el hecho de que el pie derecho de la señorita tiene solo cuatro dedos o al menos presenta un quinto dedo varus e infraducto, bajo el cuarto, de tal grado que impide su visualización desde un plano frontal. Se trata de una malformación que el artista podía haber obviado, porque, académicamente hablando, un pie debe tener sus cinco dedos, pero que nos sirve para manifestar la presencia de patologías del pie en la pintura.
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