SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
San Pedro liberado por un ángel. José de Ribera.
El episodio de la liberación de san
Pedro por intervención de un ángel se narra en el libro de los Hechos de los
Apóstoles, en el capítulo 12. El texto bíblico sitúa los hechos en el contexto
de la persecución contra los cristianos impulsada por el rey Herodes Agripa I,
durante la cual Pedro es apresado y recluido en prisión. Para evitar su huida,
se le asigna la custodia de cuatro escuadras de soldados, con la intención de
presentarlo públicamente después de la Pascua.
Según el relato, durante la noche un
ángel del Señor se aparece en la celda, despierta a Pedro y provoca que las
cadenas que lo sujetaban caigan de inmediato: “Levántate rápido”. “Y las cadenas
cayeron de sus manos” (Hech 12,7). Guiado por el mensajero celestial, el apóstol
abandona la prisión sin ser advertido por los guardias y atraviesa varias
puertas que se abren por sí solas hasta llegar a la calle. En un primer
momento, Pedro cree estar viviendo una visión, pero al encontrarse libre
comprende que su liberación ha sido real y obra de Dios. Entonces se dirige a
la casa de María, madre de Juan Marcos, donde la comunidad cristiana permanecía
reunida en oración.
Este pasaje ha sido ampliamente
retomado por el arte cristiano como símbolo de la intervención divina en la
historia, de la protección otorgada a los apóstoles —con Pedro como figura
central de la Iglesia naciente— y de la fuerza de la oración comunitaria.
La liberación de san Pedro se convirtió
así en un motivo frecuente en la pintura y la escultura, inspirando numerosas
interpretaciones de carácter devocional y catequético.
En la obra de Ribera, la composición se
articula a partir de un marcado contraste entre luz y oscuridad. La figura
luminosa del ángel concentra la atención y se impone sobre la penumbra del
espacio carcelario, mientras san Pedro aparece representado con un profundo
naturalismo, reflejando sorpresa y recogimiento. La cuidada ejecución de los
elementos secundarios —las cadenas, las paredes rocosas del calabozo— refuerza
la sensación de veracidad y dramatismo.
Más allá de la ilustración del pasaje
bíblico, la pintura encarna inquietudes espirituales propias del Barroco: la
oposición entre lo humano y lo divino, la debilidad del hombre ante la
omnipotencia de Dios y la fe como vía de salvación. Ribera logra transmitir
estas ideas mediante una escena de gran intensidad, cercana a lo teatral, que
interpela al espectador y lo invita a la contemplación.
Destaca los
pies descalzos que simbolizan el estatus divino, pues andar descalzos requería
una resistencia sobrehumana al dolor. Igualmente,
destaca la morfología de su ante pie que corresponde claramente a un tipo de
pie griego con el primer dedo más corto que el segundo, que en la mitología griega está asociado a las diosas y
sus poderes.
Detalle de los pies
Por Andrés Carranza Bencano
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