martes, 2 de diciembre de 2025

INFECCIONES-EPIDEMIAS-PROSTITUCIÓN

La Esclava. Gonzalo Bilbao Martínez.

La esclava. Bilbao Martínez, Gonzalo. Havia 1904. Aguada de pigmentos opacos. 637 x 525 cm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (CC BY 3.0)


Cartón preparatorio para la obra que se conserva actualmente en el Museo Revoltella, en Trieste, Italia.

 Representa el interior de un burdel. “[…] es novedoso y supone una alternativa que desplaza a la protagonista del centro, concediéndole mayor relieve a una de las figuras del fondo, la cual ha sido reposicionada. Debe considerarse seguramente como el desarrollo de un estudio parcial de la idea definitiva”.

En el centro, figura la última mujer incorporada a la explotación, rodeada de otras con más experiencia. A través de sus actitudes y expresiones, el artista logró transmitir la tensión necesaria que representa el proceso de asimilación del lenocinio por parte de sus víctimas, recurso con el que involucró al público en el reconocimiento de la responsabilidad de la sociedad sobre la prostitución.

Llevan mantones, abanicos y adornos en el pelo y algunas joyas de poco valor.

La protagonista luce una pulsera de plata cuyo modelo de eslabones grandes y colgantes se conoce popularmente como “esclava”, que Bilbao convirtió en un recurso metonímico para darle título al cuadro y, probablemente, inducir a un evidente microrrelato, patente ya en su primera recepción crítica.

Algunos detalles del lienzo, como las figuras en el fondo, donde se vislumbra a la proxeneta con un gato y, solo en silueta, a un cliente de pie, o el niño que juega inocentemente en primer plano, que fue cubierto por el artista después de la exposición en Madrid y antes de su envío a Venecia y cuyo contorno es todavía apreciable en la materialidad de la pintura, junto con un perro faldero, convocan la complicidad de la mirada del público desde el escrúpulo moral e interpelan a aspectos que son a la vez costumbristas y propios de la intimidad prostibularia que, sin duda, tampoco pasaron desapercibidos.

Concentrado plásticamente en destilar al máximo la naturaleza de esta escena, Bilbao la ambientó en un espacio oscuro y para ello describió ante el único ingreso de luz natural, la ventana del fondo, una tupida cortina que la trasluce, lo cual sume naturalmente la composición en la oscuridad, resaltando la figura protagonista con luz artificial. Realizada con una técnica jugosa pero muy esmerada y animada por una gestualidad briosa en los acabados, se trata de una pieza sustancial de su producción madura.

Bilbao comienza con manchas gestuales a pincel utilizando colores más claros, para luego matizarlos y ajustar las figuras con tonos oscuros y, después, unirlas mediante contornos negros, sinuosos y rítmicos, modelando los rostros y señalando por último las luces”. Las tres mujeres flotan sobre un suelo y un fondo no distinguidos.

Un periódico reproducía una conversación entre Sorolla y el rey Alfonso XIII ante el cuadro, con motivo de la visita del segundo a la Exposición, en la que este quitaba peso a las críticas moralizantes de la obra: "—¡Dramas de la miseria en todos los países! —exclamó el Rey". Precisamente que la pintura interpelara a un asunto que se debatía en público fue la clave para que se convirtiera en una de las favoritas de los visitantes, tal y como recogieron muchos periódicos; algunos insistieron particularmente en su cualidad moral de un modo constructivo, es decir, la interpretaban como una denuncia, lo que justificaba esa atracción popular. Por su elaboración no ganó la medalla de honor a la que optaba, pero alcanzó estar en el debate político y social acerca de la prostitución

Destaca el detalle de cómo representa los rostros, desde el protagonismo de la primera mujer derecha con marcados labios y mejillas, hasta la deshumanización de la mujer central, que permanece en penumbra. Las dos mujeres adelantadas miran a los ojos del espectador, haciéndole sentir como un cliente partícipe. (web oficial Museo del Prado).

Por Andrés Carranza Bencano

 


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