martes, 2 de diciembre de 2025

 INFECCIONES-EPIDEMIAS-PROSTITUCIÓN-MISERIA

El ultimo recurso. Gonzalo Bilbao Martínez.

El último recurso. Bilbao Martínez, Gonzalo. 1901. Óleo sobre lienzo. 92 x 152,8 cm. Museo del Prado. Depósito en otra Institución. (ver) (CC BY 3.0)

Se sitúa la escena en una casa de empeños, como sórdido lugar a donde tenían que acudir las personas más pobres, como último recurso para sobrevivir. Constituye este tema una variante de la pintura de carácter social, que trataba de poner de relieve, a través de una denuncia moral, las grandes diferencias que aquejaban a un mundo plagado de contradicciones.

El Monte de Piedad, de tradición anterior a las casas de empeños, alcanzó gran desarrollo entonces. Esta institución estaba destinada a proporcionar un préstamo a los desvalidos, sin aplicar unos intereses abusivos. De todos modos, la gran angustia que generaba en las familias necesitadas la idea de renunciar o llegar a perder lo poco que poseían para alimentarse constituyó un drama humano que fue recreado literaria y plásticamente en distintas ocasiones.

Muchas veces, la idea de llegar a reunir algo de valor que pudiese servir para conseguir algunas monedas o la tensa espera hasta saber cuánto dinero se podía conseguir con ello se convirtió en nudo argumental emotivo de pinturas y novelas.

Gonzalo Bilbao había abordado el problema en un cuadro que alcanzó gran resonancia internacional. Esta pintura hace una interpretación dura del asunto. Se trata de la sala de espera de una casa de empeños, o de un monte de Piedad, a uno de cuyos lados se sientan dos mujeres, una pobre anciana con un hatillo sobre las piernas, y otra, más joven, a la izquierda, que parecen aguardar ante la puerta junto a la que se agolpan algunas personas. Aunque los rostros, como todo el cuadro, resultan menos definidos aquí, la expresión pensativa y cabizbaja de ambas mujeres sirve para dirigir la atención sobre el drama humano.

Detalle de las dos mujeres sentadas

Detalle de las personas agolpadas en la puerta


El pintor muestra, la miseria del lugar, que parece una prolongación de sus propias almas; la opresión del encuadre, metáfora de la angustia que viven; la desconexión de las figuras, prolongación de su propio aislamiento; y, sobre todo, el vacío espacial producido por la generosa representación de la superficie del suelo frente al arrinconamiento de las mujeres, que no son nada en medio de la nada.

Por Andrés Carranza Bencano

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