SIMBOLISMO DEL PIE EN LA PINTURA
El barreño. Edgar Degas.
El
tema del desnudo se generaliza en la obra de Degas a partir de la década de
1880, pero en forma de un desnudo banal, expuesto casi siempre en distintas actitudes de
aseo y siempre bajo una mirada sensual, en la que no falta una cierta actitud de voyeur.
Él
mismo lo expresa en relación a este cuadro: “El desnudo se ha representado siempre en posturas que suponen un
público, pero mis mujeres son honestas, gente sencilla, despreocupadas de
cualesquiera otros intereses que los envueltos en su condición física. Esta se está lavando los pies. Es como si la estuviera mirando por el ojo de la
cerradura”.
La
mujer adopta una postura forzada, en un desnudo semioculto, sin rostro, del que
solo muestra la espalda, con un cierto grado de pudor femenino.
La joven se agacha para coger
la esponja en un escorzo que recuerda imágenes de Rubens.
La posición de sus pies e
incluso la manera de alargar el brazo recuerda a las bailarinas que tanto atraían
a Degas.
El color rojo del cabello
otorga una destacada nota cromática al conjunto.
En la zona del fondo se aprecia
una ventana con visillos blancos por la que penetra una fuerte luz solar, que
ilumina toda la estancia y resbala por el cuerpo de la muchacha.
Detalle de los pies y la mano con la esponja
El origen del lavatorio de pies radica en el comienzo de la costumbre de lavar partes del cuerpo como práctica medicinal.
Los lavatorios no eran solo de pies, sino para
todas las partes del cuerpo que eran necesarias para evitar enfermedades.
En los tiempos bíblicos, el
acto de lavarse los pies no era una cuestión de ceremonia o actividad
religiosa, sino una forma necesaria de higiene. Los caminos polvorientos y
sucios crearon la necesidad de lavarse los pies constantemente.
De esta forma, la práctica del lavado de pies nos lleva a una actitud de arrepentimiento y humildad limpiándonos de todo orgullo y de ciertas cosas que nos ensucian al aferrarse a nosotros en nuestro caminar espiritual, ya que al igual que el polvo se pega a los pies de los viajeros, muchas cosas también se pueden adherir a nuestras vidas.
Por Andrés Carranza Bencano
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